sábado, 3 de junio de 2017

“Me gustaría que aprendiésemos juntos a bailar.”



Eso le dije yo un día. Bueno, se lo escribí, porque tal y como pasa en “Romeo y Julieta” o en “La Celestina”, el nuestro es un amor marcado con que una de las partes de la familia no está de acuerdo. Sin embargo, entiendo el porqué. Protegen a su hija, es lógico. Otros siempre están halagándome diciéndome lo buen novio que soy para ella, pero no lo entiendo. Yo estoy siendo yo mismo, demostrándole como puedo que la quiero con locura porque he sentido cosas por ella que nadie me ha hecho sentir nunca. Esa locura me está cegando hasta el punto de no entender sus mensajes. Su escritura nubla mi entendimiento hasta el punto de no percatarme de lo que realmente quiere decirme. Antes veía a través de su letra el cariño y sus sentimientos. Ahora no veo nada. Tinta negra que se derrama sobre el significado real del mensaje. ¿Por qué me encuentro triste si mi amor es correspondido? Porque no me considero lo suficientemente egoísta para pensar que con eso se han terminado los problemas. Porque tengo a mi amada tan endiosada en mis pensamientos que no puedo fardar de ello porque estaría cometiendo blasfemia. Me hace sentirme inferior, débil y estúpido; mas lo peor es que esos sentimientos florecen de mí de manera natural. Siempre he sabido que soy débil física y mentalmente; inferior a cualquier otra persona pues siempre acabo utilizando el consejo de alguien; y estúpido porque no veo más allá de las cosas cuando todo aparentemente va bien. Siempre se puede mejorar, y soy propenso a pensar que he alcanzado mi límite y no puedo más. Darme cuenta de mi hipocresía me abruma. Mis consejos siempre están relacionados con nunca rendirse y seguir adelante, cambiar, ponerse en la piel del otro… Mis consejos están vacíos de argumento. Me he rendido constantemente, procuro cambiar lo menos posible y no tengo el suficiente trato con las personas para conseguir ponerme en la piel del otro interlocutor. El sueño de Masamune-sensei es escribir la mejor novela de la historia…para leerla sólo ella. Al principio no comprendía el porqué de esa decisión, mas ahora mismo estoy en la misma situación, pero con mis pensamientos. Soy alguien reservado. No saco lo que tengo en mente hasta que me fuerzan a hacerlo, permanezco indiferente y ajeno ante todas las injusticias que tienen lugar a mi alrededor por miedo. Terror a que alguna persona sienta odio hacia mí. “No te tiene que importar lo que diga la gente” le decía constantemente, pero no me aplico el cuento en mi interior.

Dejando mis problemas mentales aparte tras desahogarme en aquel párrafo, no debo desfallecer aún. Ella me está pidiendo algo. Debo leer su carta al trasluz, para leer lo que hay escrito entre sus líneas. Ese mensaje oculto que es el que de verdad quiere que lea. Ella quiere que le responda, que me preocupe por aquello que lea en sus cartas y que le ofrezca una conversación, una opinión, un debate. Abrir esa cremallera que tengo como boca y eliminar mis defensas inconscientes. Decir lo que pienso. No es que no se me ocurra nada, sino que he reforzado tanto la muralla entre lo que se supone que no debo decir y lo que sí debo, que me he quedado sin tema del que hablar. No tengo información de ningún tipo, sino que me limito a aprender ciertas materias que luego dejaré en el olvido al conseguir formalizar mi profesión. Es por eso que no parezco humano, sino un robot programado por mí mismo. Suficiente palabrería. Voy a terminar de leer su carta y voy a responderle.

“No puedo esperar al siguiente día que nos veamos, para que bailemos solos.”