viernes, 30 de septiembre de 2016

30 de Septiembre... Cumpleaños de alguien especial

En las vacaciones de verano, Serena tiene muchos días libres en los cuales se encuentra sola. La mayor parte de sus escasos amigos están de viaje y la pobre chica acaba con mucho tiempo libre sin siquiera la compañía de sus padres, quienes continúan trabajando.


El único pasatiempo que llenaba a Serena en estos momentos era el dibujo. Le encantaba dibujar y siempre pasaba las horas muertas frente al papel, plasmando alguna idea suya. Uno de esos días, tuvo una idea genial: Subir por el sendero del monte para encontrar algún lugar en el que dibujar un paisaje. Para ello, necesitaba un bloc de dibujo nuevo y varios utensilios más, los cuales fue a comprar en el acto, de camino a su destino.


Una vez en las alturas, miraba muy a menudo a su alrededor, buscando algo que la inspirase. No tardó mucho en encontrar el sitio, aunque había hecho una buena caminata. Se sentó en una piedra y abrió su recién comprado bloc de dibujo justo enfrente de unas vistas bastante bonitas de la ciudad.


Allí estuvo buena parte de la tarde, hasta que se dio cuenta de que el sol empezaba a esconderse. El atardecer estaba al caer y a ella no le estaban gustando los resultados. Si bien le encantaba dibujar y pasaba mucho tiempo haciéndolo, la frustración que le produce no hacer el dibujo como a ella le gusta es fuerte. Harta, arrancó la hoja del bloc y, tras estrujarla con todas sus fuerzas, la lanzó por encima de su hombro. A continuación, tras contemplar el paisaje fijamente durante casi un minuto, las lágrimas cayeron por sus ojos a causa de la desesperación. No haber podido hacer bien ese paisaje irrepetible había afectado sus sentimientos.


Se escuchaban pasos. Un hombre joven de pelo corto y color negro, vestido en túnica roja y zapatos negros; había recogido la bola de papel y la había extendido. Tras mirar lo que había hecho Serena, no pudo evitar acercarse.


-Qué sencillo es perder la sonrisa, ¿verdad?


Serena se giró rápidamente. Se había asustado al escuchar la voz a su espalda.


-Deberías olvidarte de lo que te ha pasado hoy con este dibujo - Le dijo el hombre a Serena mientras le enseñaba el papel arrugado - y, te voy a dar un consejo. Mañana por la mañana, mezcla azul cobalto con rojo. Después, prueba a mirar por tu ventana.

-Antes de que se vaya…

-¿Sí?

-¿Cómo te llamas?

-Te lo diré mañana, si vuelves.


El hombre se giró y Serena se lo tomó como despedida. Sin embargo, al día siguiente, hizo lo que le aconsejó. Sin saber muy bien por qué, tras obtener ese color violeta y mirar a la ventana extrañada por el proceso que había llevado a cabo, tuvo muchas ganas de volver al mismo lugar e intentar de nuevo ese dibujo.


El hombre misterioso no estaba por ninguna parte, pero al mirar de nuevo a la ciudad, se llenó de energías y comenzó a intentarlo de nuevo. Muy concentrada en su trabajo, esta vez sí que había dibujado como ella quería.


-Mucho mejor, ¿no crees?


Serena se asustó, porque no notó la presencia del hombre misterioso detrás suya.


-Lo siento por asustarte.

-No pasa nada. Está bien.

-¿Sabes ya cuándo vas a colorearlo?

-Mmm… Probablemente sea un atardecer.

-¿Puedes hacer un paisaje nocturno? Hazlo por mí, y te enseñaré algo.

-¿El qué?

-Tiene que ver con los colores. Perdona no haberme presentado ayer. Bernardo, pero puedes llamarme Berni.


Estuvieron hablando horas y horas. Tanto, que les alcanzó la noche y para ellos no había pasado apenas tiempo.


-¡Ya es de noche! Debería volver a casa.

-Espera un momento. Te dije que te mostraría algo, ¿no es verdad?

-Sí, pero aún no he terminado el dibujo.

-No hace falta. Mira bien.


Berni se giró hacia la ciudad iluminada y, alzando las manos, empezó a moverlas siguiendo cierto patrón de movimientos.


-¿No has intentado nunca… Imaginar un nuevo color, más allá de los que conoces?


Serena se quedó callada, pensativa, y tras un momento, contestó:


-Pues… no. No se me ocurre ninguno, tampoco.

-Es normal. Solo podemos ver un marginal de 7 colores, como los del arcoiris, y sus mezclas. Sin embargo, mira atentamente ahora. ¿Ves las estrellas? Brillan con esa luz amarilla para ti, para que las veas. Para que puedas dibujarlas también. Quieren salir en la foto.

-¿Qué estás haciendo con los brazos?

-Ah, ¿esto? No es nada. ¿Puedes poner el dibujo para que yo lo vea?

-Claro.


Aún con la oscuridad de la noche, el movimiento de las manos de Berni se convirtió en un espectáculo muy bonito, pues empezaron a brillar de muchos colores, como si los arrancase del viento para pintar el dibujo que Serena había hecho.


-¿¡Cómo!? ¿¡Cómo lo haces!?


En cuanto terminó de colorear entero el dibujo y vio a Serena mirarlo con una cara sonriente a la vez que sorprendida, contestó:


-Con los colores del viento. A simple vista no se ven, pero… si de verdad los sientes, puedes usarlos.

-No me lo creo. ¿Cuál es el truco?

-No lo hay. Tráemelo mañana, si puedes. Me gustaría ver cómo ha quedado a la luz del día, que ahora no se ve muy bien.

-¡Es verdad! ¡Tengo que irme! ¡Hasta luego, Berni!

-¡Hasta mañana!


Al día siguiente, no pudo ser mayor la desgracia. La madre de Serena derramó por accidente un vaso de agua sobre el bloc de dibujo. Todo lo que había pasado ayer fue en vano, pues ahora el dibujo estaba destrozado por la mancha de agua. Serena estaba muy angustiada y triste, porque tenía que enseñarle a Bernardo el dibujo y ahora no estaba en condiciones.


A pesar de todo, cogió el bloc mojado y lo llevó. No podía decirle que no tenía el dibujo, así que por lo menos lo llevaría en mal estado y le explicaría el accidente.


Una vez más frente a la ciudad desde el monte. Serena, sentada en el mismo lugar donde dibujó el otro día, miraba frustrada al dibujo arruinado por el agua.


-Serena.

-¡Ah! ¡Hola! - Saludó nerviosa.

-Dime, ¿blanco o negro?

-¿Qué?

-¿De qué color es tu vida, blanco o negro?

-¿Eh? No entiendo…

-Espero una respuesta~.

-Pues… negro.

-¿Por qué?

-Porque el negro es muy triste, y yo que quería enseñarte este dibujo, ahora no puedo porque le cayó agua.

-¿Y estás triste por eso?

-Es que…

-No tienes por qué preocuparte. Nadie es capaz de no llorar nunca.

-Pero yo no…

-Cuando te vi por vez primera estabas llorando.


Serena lo recordó. Era cierto.


-Así es. Yo te vi llorando - Continuó Bernardo - y quise ayudarte. Para que no estuvieses sola.

-Pero no solo me has hecho compañía.

-¿Te hice sentir mejor?

-Pues… si.

-Eso es lo que importa. Me gusta que la gente se sienta bien.

-Ya. Aún así el dibujo…

-Podemos hacer otro, ¿no?

-No es tan fácil.

-No te preocupes. Puedo esperar todo el tiempo que necesites. Además, así podrás probar a pintar con los colores del viento.

-¿Sí? ¿Podré?

-Estoy seguro. Si te gusta dibujar, estoy seguro de que podrás.


Y Serena sonrió aún más, muy ilusionada, y comenzó de nuevo el dibujo. Sólo para poder conseguir pintar con los inverosímiles colores del viento.

(Y hasta aquí esta historieta rápida. Estoy trabajando en lo del concurso y no puedo hacer mucho más, pero estoy seguro de que a la persona que va dirigida esta subida le hace mucha ilusión.)

domingo, 25 de septiembre de 2016

Información sobre subidas 25 septiembre en adelante

Hola a todos aquellos que me lean, lo que quería decir es que voy a tener que detener el ritmo de subidas y, probablemente, hacer un gran parón. El comienzo de las clases en mi primer curso de universidad va a hacer estragos en mi tiempo libre y no me resulta cómodo tener prisa en subir algo cada semana, incluso cuando dije que en los Relatos de un PNJ subiría algo todos los domingos.

En cuanto tenga más tiempo, lo terminaré, pues el final estaba preparado para el episodio 10.

Por lo demás, aún no he empezado las clases, pero me ha surgido una oportunidad. Voy a presentarme a un concurso literario a probar suerte. Esto hace que me concentre en el escrito que vaya a presentar en lugar del blog.

Así que me voy despidiendo, para trabajar en ese proyecto de presentarme a un concurso. Aún así, eso no impedirá que el 30 de Septiembre consiga subir algo. Un especial.

¡Hasta luego!

domingo, 18 de septiembre de 2016

Relatos de un PNJ #9: Entrenamiento

-¿Cómo? - Contestó Seyren, muy extrañado.
-Creo que no seré capaz de decírtelo una vez lleguemos - Contestó la sacerdotisa.
-Pero... Hermana...
-Sé que no es posible, pero... No podía callármelo. Tenía que decírtelo tarde o temprano y, una vez en el continente, nuestros caminos se separarán.
-Margaretha... Llegaste tarde.
-¿Tarde?
-Yo también te quiero, pero no como tú dices. Eres mi hermana. Ya hay otra persona a la que quiero con mi corazón.
-¿En serio?
-Así es. Me siento mal por romperte tan rápido el corazón...
-No, está bien... Me hice a la idea de que era imposible desde un principio...
-Pero sin embargo lo intentaste. No has perdido nada por ello.
-¿Quién es?
-¿Eh?
-¿Quién es la afortunada?

Seyren se tomó su tiempo. Margaretha no mostró signos de impaciencia, aunque en realidad quería conocer la respuesta. Debido a la pausa, se hizo imposible la respuesta. El movimiento del barco se volvió aún más acentuado y llamaron a la puerta con urgencia. Seyren abrió al instante y se encontró a Cecil, bastante agitada.

-¡Hay que salir de aquí! ¡El barco se hunde!
-¿¡Qué!?

Seyren agarró a Margaretha de la mano y la llevó rápidamente hacia la cubierta, donde estaban preparando a duras penas los botes salvavidas. El caballero llevó a la sacerdotisa a uno de ellos y la puso a salvo, dentro de lo que cabía, pero quiso asegurarse de que todos estaban evacuados.

-¡No queda nadie en el barco, solo el capitán! ¡Sube ya! - Gritaba Gertie desde uno de los botes

Seyren miró hacia el barco y, apretando los dientes, decidió dejar al capitán y subir en el bote. Los pequeños salvavidas tuvieron dificultades, pero finalmente, consiguieron llegar al Continente Norte. Eso sí, un tanto apretados.

El capitán, en sus últimos momentos antes del hundimiento, pegó un golpetazo en la madera y se dijo a sí mismo: He perdido, Ibanoff. Espero que superen ellos la tormenta. ¡Yo no abandonaré mi barco!

Al llegar al Continente Norte, todo cambió. Un campamento preparado, con precarias condiciones, era lo único que había a la vista. El paisaje se aproximaba peligrosamente a ser un yermo.

-¡Nuevos integrantes! ¡Si venís al Continente Norte es que venís a luchar! - Fue el recibimiento del comandante, quien esperaba la llegada - Así que ya os estáis preparando para unas cuantas pruebas. Como habéis llegado más tarde de lo previsto, empezaremos mañana. ¡Despejad la zona, vamos!

Cenia ya bajaba la cabeza y miraba a sus dos compañeras en edad, Tres y Armaia, quienes estaban muy impactadas por el recibimiento tan brusco e inesperado.

Aquella noche todos estaban muy cansados del viaje. Sin embargo, en lugar de descansar, Armaia estaba recordando algo que le susurró Cenia justo en la llegada al continente.

"Si no superas la prueba, se te va a escapar. Son muy estrictos."

Armaia había agarrado un hacha de leñador y, durante gran parte de la noche, estuvo pegando cortes al tocón de un árbol. Así fue hasta que alguien la detuvo. No era la única despierta.

-No lo haces mal. ¿Quién te ha enseñado, Armaia?

La niña estaba jadeando por el esfuerzo, pero escuchar esa voz parecía regenerar sus fuerzas. Seyren estaba despierto y justo allí, presenciando el entrenamiento intensivo de Armaia.

-Nadie... Aunque recuerdo al tío Howard hacerlo más o menos de esta manera.
-Howard, ¿eh? Tienes un buen profesor en ese caso. Te estás esforzando mucho, ¿no crees?
-Sí...
-¿Por qué? No te veía muy luchadora cuando te encontré en el portón.
-Porque...

Armaia suspiró, dejando a la mitad su frase.

-¿Quieres saber si estás preparada?
-¿Eh?
-Venga, atácame. Veamos de lo que eres capaz.
-No... No puedo...
-¿Por qué no? No me vas a hacer nada, Armaia.
-¡No puedo atacar a quien amo!
-¡Si no lo haces, no vas a poder seguirme en mi camino!

Armaia recordó el susurro de Cenia y no se lo pensó dos veces. Agarró el hacha con todas sus fuerzas y cargó contra el caballero. El primer ataque fue desviado por la espada de Seyren, pero el que vino a continuación, un hachazo dirigido al costado como si de talar un árbol se tratase, golpeó en la armadura, derribando al caballero.

-¡Seyren! ¿¡Estás bien!?
-Perfectamente.
-¡Lo siento, no quería...!
-Te quiero, Armaia.

la niña, ahora situada al lado de Seyren, quien estaba tumbado en el suelo, no podía ser más feliz. Finalmente lo había conseguido.

...

-Esa maldita niña... ¡Me lo ha arrebatado! Y yo aquí, sin poder hacer nada más que mirar - Se quejaba furiosamente Gertie.
-Es una pena, pero si yo he tenido estos contratiempos, tú tampoco vas a encontrar pareja si yo puedo impedirlo.
-Eres...
-Celia. ¿Te acuerdas de mí?
-¿Cómo no me voy a acordar? Amante a la fuga del rey. Vaya título te has ganado.

domingo, 11 de septiembre de 2016

Relatos de un PNJ #8: Tormenta


-Señor Ibanoff, los pasajeros están esperando. ¡Deje de impedir que el barco zarpe!
-¡Me niego! Si este barco zarpa ahora se irá a pique. Las aguas están agitadas.
-Es un día soleado y el mar está tranquilo. No entiendo por qué dice usted semejantes cosas.
-¡No puedo permitir que otro barco se hunda!
-¡Pero usted no es el capitán! - Levantó la voz el timonel, que estaba esperando las órdenes de su superior.
-Da lo mismo. ¡Vosotros dos, acompañad al señor Ibanoff al muelle!

Dos marineros hicieron caso al capitán. El señor Ibanoff fue un gran lobo de mar, pero ya se retiró.

-Yo se lo avisé. Prepárese para hundir las vidas de sus pasajeros.
-No lo harán porque no pasará nada, viejo loco - Sentenció el capitán del barco.

Tardarían un par de días completos en llegar al Continente Norte. Margaretha no quiso salir de la habitación, porque decía que probablemente acabaría mareada. Seyren, sin embargo, no aguantó ni un minuto para salir a la cubierta. En el camino, pasaba por la habitación de Trentini, y vio salir a Tres corriendo muy rápidamente de esa habitación. No pudo ver lo que había dentro antes de que se cerrase la puerta, pero el caballero estaba extrañado por lo que acababa de ver. "¿Esa niña es Tres? ¿Qué hace en este barco?" pensó. Acto seguido, fue a buscar dónde se había metido. Al salir a cubierta, el caballero encontró a alguien conocido.

-¡Seyren!
-Oh, hola, Gertie. Me alegro de verte.
-Y yo a ti.

La mujer abrazó fuertemente al caballero, pegándose a él todo lo posible. Seyren acabó pidiendo educadamente que se apartase, de lo que duró el abrazo.

-Me encanta viajar. Conocer mundo, ¿sabes? - Dijo Gertie.
-A mucha gente le gusta, pero yo no viajo por gusto.
-¿No? ¿Tienes trabajo?
-Soy un caballero. Tendré que ir a la batalla. Para algo me he entrenado, ¿no?
-Cierto...

A Gertie no le hacía mucha gracia la idea de que su caballero tuviese que jugarse la vida en un campo de batalla. Sin embargo, eso no impedía que intentase aprovechar al máximo el tiempo que podía pasar junto a él. Mientras tanto, detrás de unos barriles, Tres estaba escondida espiando y escuchando toda la conversación.

Cenia estaba apoyada en la baranda de babor, contemplando la inmensidad del mar mientras respiraba hondo. Ella sabía bien lo que le esperaba una vez llegase al Continente Norte. Cecil se había quedado en su camarote, entretenida en ensartar una manzana al vuelo con una flecha disparada del revés.

La mañana fue tal y como estaba previsto. El problema llegó por la noche. Las nubes no daban buenas señales, y comenzó una lluvia nocturna. Apenas algún marinero salía a cubierta, porque era su obligación. Sin embargo, el oleaje se hizo cada vez más violento, acompañado del sonido de los truenos y los destellos de los relámpagos. Gertie casi acaba por los suelos debido al movimiento brusco continuo del barco, y salió a quejarse. También salieron Armaia y Tres, para ver la gravedad de la tormenta, y Cecil, que estaba malhumorada porque se había despertado con el movimiento.

La curiosidad de las niñas les jugó una mala pasada. Tres estaba mejor preparada físicamente y consiguió mantener el equilibrio cuando abrieron la puerta que se dirigía a la cubierta entre las dos, pero Armaia pareció salir rodando escaleras arriba acabando en la barandilla del navío. Tres dio la voz de alarma. Cecil estaba demasiado "ocupada" discutiendo a gritos con el capitán mientras que Gertie acudió a la llamada. Seyren, a su vez, se levantaba de su cama para atender los gritos de Tres.

-¡Mi amiga está en la barandilla y se va a caer!
-¿¡En serio!?

Gertie salió corriendo hacia Armaia, que estaba agarrada con todas sus fuerzas a la barandilla. Se había dado un buen golpe, pero aún consiguió aguantar sujeta al barco. Seyren vio desde lejos el panorama y salió disparado a cubierta. Esa niña era Tres, y su amiga solo podía tratarse de Armaia.

Mientras tanto, en la cubierta...

-Armaia. No lo intentes más. No se va a fijar en ti.

La niña no contestaba. Centró sus fuerzas en sujetarse de la barandilla, pues Gertie no la estaba ayudando realmente.

-Podría soltarte las manos ahora mismo y dejar que cayeses al mar - Decía Gertie sonriendo - Pero no lo voy a hacer. Porque será mejor hacerle ver que puedo salvarte.

Armaia resoplaba, hasta que finalmente Gertie agarró su brazo y tiró de ella, salvándola del mar. Un rayo más tarde, Seyren arrastró a las dos hasta dentro de las habitaciones.

-Armaia, Tres... ¿Qué hacéis aquí? - Preguntó Seyren.
-Conseguimos colarnos. Tenemos viaje gratis - Respondió Tres.
-Pero volveréis a casa, ¿no?
-Pues...
-No - Armaia interrumpió a Tres.
-¿Cómo? - Dejó escapar Gertie.
-Íbamos al Continente Norte para...
-...Ayudar en los campamentos - Completó Cenia, que acababa de llegar, la frase que Armaia no habría sabido terminar.
-¡Cenia! ¿Tú sabías que ellas dos...? - Preguntó Seyren.
-Claro. Has tenido muchas oportunidades para verlas. Aunque se han escondido bien.
-¿No es muy peligroso para vosotras? - Insistió Gertie - Ya véis lo que acaba de ocurrir.
-Bueno, todos estamos cansados. Será mejor que intentemos descansar aunque el barco se mueva tanto - Propuso el caballero.
-Menuda noche... - Murmuró Tres.

Armaia suspiró, y Cenia le susurró al oído: Sigue intentándolo.

En cuanto Seyren cerró la puerta de su camarote, se encontró a Margaretha despierta, esperándolo. El sonido del cierre fue suficiente para que ella se diese la vuelta y, revelando la cara sonrojada de la sacerdotisa, dijo claramente:

“Te quiero.”

domingo, 4 de septiembre de 2016

Relatos de un PNJ #7: Noticias Inquietantes

Seyren llevó a su hermana hasta un banco de piedra del puerto de Malina, para que se sentase y se recuperara. Podían verse muchísimos barcos atracados y algunos de ellos preparados para la guerra.

-En cuanto te sientas mejor, puedes venir a buscarme en la plaza - Dijo Cecil acercándose mucho a la cara de Margaretha.
-Sí… - Alcanzó a decir la sacerdotisa, aún mareada.


-¡Armaia! ¡Están ahí, mira! - Llamó Tres.
-¿Quienes?
-¡Seyren y su hermana! ¡Está también Cenia!
-¿En serio? ¿Qué hace aquí?
-No tengo ni idea.
-Hay que ver qué cotillas sois, ¿eh? - Intervino Trentini, que estaba en la misma habitación que las niñas.
-Es que...

Armaia iba a decir algo, pero Tres le dio un golpe de atención, para que no continuase. La niña estaba segura de que su compañera iba a irse de la lengua.


-Ya estoy mejor. Gracias a ti también, Cenia - Dijo Margaretha mientras se reponía.
-Pues vamos a la plaza. Desde allí os enseñaré todo lo que hay en Malina - Animó Cenia, con una expresión mucho menos neutral a la que estaba acostumbrada a llevar en su rostro.

Sin embargo, al llegar a la plaza se notaba un bullicio enorme, lleno de murmuraciones. El pregonero de turno leyó las últimas noticias del tablón en voz alta y todos tenían tema de conversación.

-”¡La corona del Continente Norte se desmorona! ¡Se han confirmado que, los rumores de que el rey tenía una amante eran ciertos, y la inestabilidad del continente se ha acentuado! ¡El gobierno del lugar es un caos, la reina ha declarado que hará todo lo posible para mantener a su gente, aunque el rey ahora mismo se encuentre en el exilio! ¡Tampoco se conoce el paradero de la amante, cuya identidad también se ha confirmado! Resultó ser, nada más y nada menos que, ¡Celia, la Sabia! Todo un escándalo provocado en estos momentos en los que el Continente tiene graves problemas aún sin solucionar y que, en consecuencia, pueden acarrear la caída del Continente Norte ante las fuerzas invasoras. Fin de la cita.”

-¿A qué viene tanto interés en el Continente Norte? - Preguntó Seyren.
-Por lo que me enviaron a mí. Hay muchos problemas. Guerras, conflictos internos, problemas en el gobierno, invasiones… Todo ha sucedido de golpe, y necesitan toda la ayuda posible - Respondió la sacerdotisa, aunque continuaba afinando el oído para escuchar algún murmullo interesante.
-¡Oye, Cenia!

Cecil había vuelto y los había encontrado. Se la veía como siempre, empujando a los ciudadanos aglutinados en la plaza por la noticia y con la misma sonrisa de siempre.

-¿Puedo preguntarte algo?
-Claro - Respondió la niña.
-¿Puedo acompañarlos al Continente Norte? - Pidió Cecil.
-Espera, no podemos… - Intentó decir Margaretha.
-Ya teníamos planeado ir. Fuese con ellos o sin ellos, Cecil - Interrumpió Cenia.
-Pero… Sería más divertido con ellos…
-Pero si ya somos muchos en el mismo barco, ¿no es así?

Gertie apareció de la nada, uniéndose a la conversación sin ser vista hasta que dijo eso. Se encontraba justo detrás del caballero.

-¡Gertie! - Exclamaron Seyren y Margaretha.
-El barco va a zarpar mañana temprano. Preparaos para un buen viaje - Continuó la niña, sin importarle mucho lo que sucedía con la recién llegada.
-Yo estaré en el barco lo que queda de día. Si queréis venir a visitarme, ya sabéis - Dijo Gertie antes de esfumarse de nuevo.
-Bueno. ¿Damos una vuelta por Malina? Os voy a llevar a un restaurante muy bueno - Propuso Cecil, y nadie tuvo nada que objetar.


-Tres. Creo que empieza a ser un error estar aquí - Dijo Armaia, mirando por la ventanilla.
-¿Por qué lo dices?
-Esa mujer. Es la que besó a Seyren.
-¿Esa?
-Ahora entiendo. Vosotras dos estáis aquí por un chico, ¿no es así? - Intervino Trentini.
-S-sí… - Suspiró Armaia.

-Tranquila, vamos a quitárselo nosotras. ¡Ese caballero tiene que ser tuyo, Armaia! ¡Hemos llegado muy lejos! - Animó finalmente Tres.

domingo, 28 de agosto de 2016

El duelo interminable (Tributo al final de Warlords of Draenor)

(He vuelto a World of Warcraft después de un tiempo, y eso significa que tenía ganas de escribir algo sobre este juego consumidor de tiempo profesional. Espero que os guste. La semana que viene procuraré continuar los Relatos de PNJ.)

-Al final lo van a hacer. Van a batirse en duelo - Dije sorprendido.

-Lo que hace una discusión de taberna - Me comentaba mi amiga, una draenei chamán.

-Ichu es demasiado poderoso. Yo apostaría por él

-Es que tú, como eres el recién llegado, no has visto a Kaela. Yo soy imparcial, pero te digo que vas a quedarte boquiabierto.


Ichu, un huargen druida. El mejor de nuestra hermandad, en mi opinión. Es nuestro guardián principal, así que su transformación en oso es su especialidad. Nunca lo había visto caer en un combate, fuese contra lo que fuese. Es por eso que yo apostaba por él. Kaela es una draenei paladina, también una guardiana de la hermandad a la cual, apenas conocía. Ambos tenían un aguante impresionante, y fue eso lo que les llevó a discutir en la taberna. ¿Quién puede aguantar más? Eso se decidiría en un duelo.


Ambos estaban preparados. El campo de batalla era la puerta de la ciudadela, en el Valle Sombraluna. El estandarte de duelo fue colocado por uno de los druidas de la hermandad, también amigo mío, y muchos miembros estaban como espectadores, subidos en un montículo. Yo también estaba allí. Se miraban fijamente los dos, esperando la señal del druida para comenzar las hostilidades. Todos estaban impacientes por presenciar el duelo del año.

La señal tuvo lugar. El druida salió volando en su forma de halcón y los dos luchadores tenían la pista libre para atacarse. Kaela, con sus ojos fijos en su enemigo, Ichu, comenzó su ofensiva. Maza en mano derecha y escudo en mano izquierda, se abalanzó contra el druida, quien acababa de transformarse en un oso. La diferencia de tamaño era considerable. La draenei era dos veces más pequeña que el druida. Sin embargo, no impidió que lo machacase en los primeros segundos del duelo. Ichu quedaba aturdido constantemente, debido a los mazazos de justicia de la paladina. El problema era la efectividad de los ataques de Kaela. Apenas conseguían hacer mella en la piel del oso.


En cuanto pudo recuperarse, Ichu se abalanzó sobre la draenei, tirándola al suelo y clavándole sus zarpas, procurando destrozar a su rival. No había piedad alguna. Incluso entre miembros de la hermandad, un duelo es un duelo. Lo impresionante era que la paladina no parecía verse muy afectada por las garras de Ichu. No podía moverse, pero aguantaba la arremetida de la fiera hasta darle la vuelta al duelo de nuevo. Recuperando fuerzas gracias al poder de la Luz, Kaela acabó contraatacando, aturdiendo de nuevo al oso, que tuvo que apartarse de la draenei tras recibir un duro golpe de escudo.


-Ha sido divertido. Ahora me toca acabar - Dijo Kaela.

-¡Vamos, inténtalo! - Respondió desafiante su adversario.


La paladina, con un grito de guerra, levantó un par de alas de luz a su espalda y cargó a gran velocidad contra Ichu. Cada mazazo podía sentirse desde nuestra posición de espectadores. El sonido de los golpes era brutal. Ichu, aún así, conseguía resistir. Esta vez, no obstante, se notaba que había sufrido daños severos.


Con un rugido, llegó el momento de cambiar las tornas. El oso se zafó del ataque continuo de Kaela y, con un rugido aún mayor que el anterior, aumentó su tamaño hasta ser el doble de grande que antes. La draenei parecía tener todas las de perder contra semejante bestia. Era abrumadora. El druida se lanzó encima de la paladina y atacó cual oso salvaje. Una salpicadura de sangre pudo notarse desde nuestra distancia al duelo. Kaela no podía contener semejante asalto, o eso creí yo, que nunca había visto a Ichu crecer en tamaño de ese modo. La paladina luchó también con garras y dientes, soportando la furia del oso y levantándose, consiguiendo aún golpear fuertemente a Ichu en el proceso. El público estaba animado con lo que estaba sucediendo. La balanza volvía a equilibrarse.


Ese equilibrio no se rompería hasta pasados noventa minutos. No estoy exagerando. Ellos dos consiguieron aguantarse el uno al otro durante noventa minutos. Algunos miembros de la hermandad acabaron marchándose a mitad de duelo. Yo incluso me puse a comer unos buñuelos de maná mientras presenciaba el duelo, aparentemente interminable.


Ambos estaban exhaustos. Al druida se le notaba el resoplar de su forma de oso y a la paladina se le notaban la respiración pesada y las heridas provocadas por Ichu. Creí que el duelo no acabaría nunca, y que acabaría con la rendición de uno de ellos. No pensé que realmente uno de ellos ganaría.


No dijeron nada. Ichu se apartó y se transformó en huargen, su forma normal. Kaela tuvo un respiro, pero tomó la transformación de su oponente como una burla hacia ella, así que volvió a sacar todo su arsenal para atacar al druida. Era parte del plan del huargen. En cuanto iba a recibir el impacto de la maza, una pequeña nube de humo hizo desaparecer a Ichu. Un instante después, reaparecería un oso gigante tendiéndole una emboscada a la paladina, la cual recibió otro asalto de un Ichu enfurecido. Esta ocasión no sería tan fácil levantarse para Kaela, con lo que utilizó su Mano de Protección para salir del aprieto, mas ese fue el final del duelo. La armadura de la paladina estaba llena de arañazos, pese a ser de placas, y el cansancio pudo con ella. La Mano de Protección otorgaba inmunidad total a cualquier ataque, pero no era una habilidad muy justa para los duelos.


-Es suficiente. Has ganado - Dijo Kaela, con una expresión de frustración que se veía desde nuestra posición.


La paladina se puso de espaldas al druida y puso sus brazos en cruz, arrodillándose. Ichu sabía lo que debía hacer. Se acercó de un salto y, con gran fuerza, clavó sus garras en la espalda de Kaela, dejando una marca sangrienta en ella.


Al día siguiente, yo fui a la cámara de hermandad, para almacenar mi recolecta de plantas, y me lo encontré allí, a Ichu.


-Qué bueno el duelo de ayer, ¿no? - Le dije.

-Sí. Una pena que se retirase, porque no íbamos a acabar nunca.

-¿En serio?

-Sí. No utilizó todo lo que tenía. Aún si lo usaba, no habría vencido nadie. Era un duelo interminable desde el principio.


Me quedé callado, pero no entendí para qué se organizaría un duelo si desde un principio sabían que nadie ganaría. Yo soy bastante pacífico. Será por eso que no lo entiendo.

domingo, 21 de agosto de 2016

Relatos de un PNJ #6: ¡Atajo hacia Malina!


-Hemos de ir caminando hasta Malina, ¿cierto?
-Así es. Vamos rápidamente, que el paso montañoso no es corto y necesitamos llegar antes de la noche - Apremiaba Margaretha.

Seyren resoplaba, pero en realidad estaba dispuesto a hacer toda la travesía. Su equipaje no era para nada ligero, pues la armadura era necesaria y no pesaba poco. Margaretha tenía menos problemas a la hora de llevar sus provisiones en ese aspecto. Detrás de los hermanos, se encontraban Armaia y Tres, quienes seguían, procurando no ser vistas, a los viajeros. El paso de montaña que unía el valle de Arstis con Malina era una excavación de roca montañosa gris en forma de camino para viajar más rápidamente de un lugar a otro. Las paredes eran escarpadas y no era difícil tropezar con alguna piedra del camino. El día soleado no ayudaba a la forma física de los que se atrevían a cruzar sin un carro. El calor y el cansancio se apoderaban de los viajeros a cada paso que daban. Seyren lo sufría por culpa de la carga que llevaba, pero no se sentía fatigado. Margaretha estaba acostumbrada a caminar largas distancias. El problema fue para las dos niñas que los seguían. Amaia estaba jadeante y cada vez reducía más la velocidad. Tres parecía aguantar, pero se notaba su cansancio. Poco a poco, perdieron de vista a los hermanos.

-Tres… Estoy… Agotada… - Intentaba decir Armaia entre jadeos
-Pero no podemos pararnos… Se escapan…
-¿Por qué seguirles si sabemos a dónde van? - Dijo Armaia deteniéndose.
-Van a Malina, pero… Si llegan antes y se van en otro barco, estaremos en problemas.
-Paremos un poco… Por favor. Después seguimos.
-Como quieras. Ahí hay un poco de sombra - Dijo Tres mientras señalaba una ladera del camino.

Las niñas estaban sentadas en las rocas que, afortunadamente, no estaban calientes a causa del momento del día. Soltaron sus equipajes para descansar y charlaron un rato cuando recuperaron el aliento. Sin embargo, iban a ser interrumpidas por un carro tirado por dos caballos, que se detuvo justo enfrente de ellas.

-¿Qué hacéis aquí, niñas? - Preguntó el conductor de caballos, bastante extrañado.
-Estábamos caminando hacia Malina - Dijo Armaia.
-Pobres. Encima se os ve cargadas. Mirad, como voy de vuelta, podéis subir.
-¿En serio? ¡Muchas gracias, señor!
-No es nada. Agradecédselo a mi pasajera.
Las dos se quedaron estupefactas al abrir las cortinas del carro y encontrar a, nada más y nada menos, que a Trentini Bazil.

-¿¡Trentini!? - Exclamó Tres, muy sorprendida y emocionada, pues ella pudo ver el espectáculo que la bailarina hizo junto a Alphoccio. Armaia sólo había oído hablar de ella, pero la reconoció enseguida.
-El dueño del carro tampoco tuvo problemas en detenerse. Le habéis recordado su infancia, porque él también caminaba desde Malina hasta Arstis - Explicó Trentini incluso antes de contestar a Tres.
-¡Muchas gracias, de verdad, la admiro! - Exclamaba Tres, subiéndose apresuradamente al carro.
-Se lo agradecemos - Dijo Armaia mientras intentaba subir su bolsa al carro.

Trentini se mostró simpática con las niñas. Ella sabía que su hermano, Alphoccio Bazil, las había conocido. No pudo dejarlas tiradas. No tardaron en adelantar a Margaretha y a Seyren, que cada vez estaban más cansados.

-¿No pudimos permitirnos un carro, Margaretha? - Se quejaba Seyren, al ver pasar uno de ellos.
-No. Si lo pagabas tú…
-Caminar al sol también fortalece la salud.
-Eres estúpido a veces… ¿Oye, no has escuchado algo?
-No, ¿por?
-Atento, para un poco.

Seyren se dio cuenta de lo que había escuchado Margaretha. Parecía una persona, pero apenas se podía entender. Tampoco estaba gritando. Al rato, se escuchó más claro.

-Ja, ja, ja, ja, ja… - Se reía la voz misteriosa.

En cuanto cesó la risa, la tensión subió en los hermanos. Una flecha había caído en picado justo delante de Margaretha. Por suerte, estaba quieta debido al ruido y no fue acertada por ella.

-¿Qué? ¡Margaretha!

Seyren, escuchando la risa de nuevo y viendo lo que había ocurrido, se acercó mucho a su hermana, quien se había quedado paralizada momentáneamente, para protegerla. Sin embargo, esta vez fueron dos flechas en picado que cayeron en los alrededores de los hermanos.

-¿¡Quién anda ahí!? - Preguntó Seyren, alzando la voz.
-Ja, ja, ja, ja...

Una flecha con un banderín atado en el palo se clavó en una roca muy cercana al caballero. Era de color amarillo y decía: “Sonríe”.

-Marga… ¿Corremos?
-No, mejor quédate quieto. Yo no puedo dar un paso ahora mismo…
-Esperemos que no esté disparando para darnos.

En cuanto separó la cabeza para dejar de susurrarle a su hermana, una flecha cruzó fugazmente entre las cabezas de ambos hermanos. Margaretha dio un brinco del susto antes de ser agarrada por Seyren, que evitó la caída al suelo de la sacerdotisa.

-Ja, ja, ja… ¿ja?

Cayó por el precipicio de repente una mujer de cabello largo y rubio, que brillaba a la luz del sol, vestida con ropa muy ligera y guantes, combinando el blanco y el amarillo. Llevaba un carcaj a su espalda y su arco cayó después de ella. Sin embargo, aunque no había bajado por el precipicio voluntariamente, consiguió caer sobre sus pies, como si de una acrobacia se hubiese tratado. Se puso de pie y, apartando el cabello de su cara, saludó a los hermanos mirándolos con sus entusiasmados ojos claros de color miel y sonriendo. Tras ello, se apresuró a recoger su arco.

-¿Quién eres? - Preguntó Seyren, acercándose a la extraña para evitar algún movimiento extraño.
-Cecil. Ja, ja - Se reía - Ha sido divertido, ¿no crees?
-¿Pero tú estás loca? - Intervino Margaretha - ¿Qué pasa si por accidente fallas y acabas hiriendo a alguien?
-Imposible. Yo nunca fallo. He dado exactamente donde puse mi mirada.
-Qué creído te lo tienes - Apuntó la sacerdotisa.
-Pero es verdad - Dijo una voz que no pertenecía a ninguno de los tres.

Apareció una niña de cabello oscuro que llevaba puesto un largo vestido morado. Lejos de parecer una chica normal, a su espalda se podía percibir la funda de una espada de tamaño considerable, teniendo en cuenta la estatura de la niña. Sus ojos marrones daban una expresión mezclada bastante extraña. Eran sosegados, pero amenazantes.

-¡Oye! ¡La próxima vez no voy a dejar que me pongas la zancadilla de esa manera! - Se quejaba Cecil.
-Espera, Marga, ¿esa no es…? - Intentó decir Seyren.
-Cenia, sí. Era cuestión de tiempo que me descubriesen - Completó la niña.
-¿Por qué estás aquí? ¿Y esa espada? - Preguntaba Margaretha, bastante sorprendida por el encuentro.
-Mis padres se han mudado a Malina rápidamente. Creyeron que el ambiente del puerto sería mejor para mi entrenamiento. Sin embargo… Creo que ya puedo valerme por mí misma.
-¿Cómo que valerte por ti misma? ¡Eres una cría! - Exclamó Margaretha.
-Será pequeña, pero estoy seguro de que se defiende con la espada mejor que el señor caballero - Comentó Cecil.
-¿Qué? - Dijo Seyren, simplemente porque había sido nombrado.
-Puedo demostrárselo en cualquier momento - Dijo Cenia, con la mirada clavada en Seyren.
-No es necesario… Ahora mismo. Tenemos que llegar a Malina antes - Apremió el caballero.
-Conocemos un atajo desde aquí - Dijo Cecil, entusiasmada con la idea de llevarlos por allí.
-¿Un atajo? - Preguntó Margaretha.
-Así es. El problema es que no es muy recomendado si no os gusta la velocidad - Añadió Cenia.
-Pero… ¿Qué clase de atajo es, entonces? - Preguntaba la sacerdotisa, cada vez más extrañada y ligeramente asustada, mientras subían una empinada cuesta.

En cuanto llegaron, quedaron sorprendidos.

-¡Desde aquí se ve Malina! - Exclamó Seyren.
-Estamos bastante altos, es normal - Explicó la sacerdotisa.
-Bien, ahora viene la mejor parte - Dijo Cecil - ¿Veis esos trineos?
-Sí… Espera. ¿¡QUÉ!?

Margaretha comprendió lo que se avecinaba. Una bajada por la montaña en trineo hasta llegar a Malina. Los trineos estaban bien preparados para la travesía, reforzados a conciencia con metales, para resistir los choques contra las piedras montañosas que pudiese haber en el camino.

-Vamos, Marga, vamos a llegar enseguida por aquí - Intentó convencer Seyren.
-Esto no lo veo… Muy seguro…
-He hecho esto cientos de veces, desde que era pequeña - Comentó Cenia - así que no hay nada que temer si vienes conmigo.
-¡Si sigues siendo pequeña!
-¡Vamos, que se nos hace tarde y quiero bajar ya! - Apremiaba Cecil.

Seyren no tenía tanto miedo como Margaretha, pero el hecho de estar en el mismo trineo que la loca de las flechas no lo tranquilizaba. Menos aún con sus equipajes a la espalda, que en cualquier momento podían desprenderse. La sacerdotisa respiró hondo y cerró fuertemente sus ojos. En cuanto sintió la ráfaga de viento y el sonido estruendoso del trineo bajando a toda velocidad, se echó a temblar durante el corto, pero intenso viaje. Cecil también bajaba junto a Seyren a máxima velocidad, mientras ambos gritaban. Sin embargo, estos gritos eran de diversión. La travesía le resultó más divertida a Seyren de lo que esperaba a primera vista.

-Seyren… Necesito un descanso… - Dijo Margaretha, que no se encontraba muy bien tras vivir la experiencia del trineo.
-Pues a mí me ha encantado el atajo. Mira, ya estamos en Malina. Hasta hemos adelantado al carro que nos rebasó, fíjate. Es justo ahora que vuelve a Arstis.

Mientras tanto…

-¿Y ahora qué hacemos, Trentini? - Preguntó Armaia.
-El barco es un transportador. Tiene habitaciones privadas. Nos quedaremos en la mía hasta que zarpemos mañana. Pero me extraña que queráis ir en ese barco.
-Es todo parte de nuestro plan perfecto - Respondió Tres - Es de alto secreto.
-Está bien, pues. No preguntaré. Tampoco tengo problema en conseguir un poco de compañía.

Trentini se colocó un sombrero de seda rosa bastante grande que ocultaba gran parte de su rostro y, seguida de Armaia y Tres, entró en el barco. Seyren y Margaretha se quedarían un rato más visitando el puerto de Malina junto a sus recién conocidas compañeras: Cecil y Cenia.


“Cecil… Es peligrosa. Se ha acercado demasiado a mi caballero. ¡Debe ser sólo para mí!”