domingo, 21 de agosto de 2016

Relatos de un PNJ #6: ¡Atajo hacia Malina!


-Hemos de ir caminando hasta Malina, ¿cierto?
-Así es. Vamos rápidamente, que el paso montañoso no es corto y necesitamos llegar antes de la noche - Apremiaba Margaretha.

Seyren resoplaba, pero en realidad estaba dispuesto a hacer toda la travesía. Su equipaje no era para nada ligero, pues la armadura era necesaria y no pesaba poco. Margaretha tenía menos problemas a la hora de llevar sus provisiones en ese aspecto. Detrás de los hermanos, se encontraban Armaia y Tres, quienes seguían, procurando no ser vistas, a los viajeros. El paso de montaña que unía el valle de Arstis con Malina era una excavación de roca montañosa gris en forma de camino para viajar más rápidamente de un lugar a otro. Las paredes eran escarpadas y no era difícil tropezar con alguna piedra del camino. El día soleado no ayudaba a la forma física de los que se atrevían a cruzar sin un carro. El calor y el cansancio se apoderaban de los viajeros a cada paso que daban. Seyren lo sufría por culpa de la carga que llevaba, pero no se sentía fatigado. Margaretha estaba acostumbrada a caminar largas distancias. El problema fue para las dos niñas que los seguían. Amaia estaba jadeante y cada vez reducía más la velocidad. Tres parecía aguantar, pero se notaba su cansancio. Poco a poco, perdieron de vista a los hermanos.

-Tres… Estoy… Agotada… - Intentaba decir Armaia entre jadeos
-Pero no podemos pararnos… Se escapan…
-¿Por qué seguirles si sabemos a dónde van? - Dijo Armaia deteniéndose.
-Van a Malina, pero… Si llegan antes y se van en otro barco, estaremos en problemas.
-Paremos un poco… Por favor. Después seguimos.
-Como quieras. Ahí hay un poco de sombra - Dijo Tres mientras señalaba una ladera del camino.

Las niñas estaban sentadas en las rocas que, afortunadamente, no estaban calientes a causa del momento del día. Soltaron sus equipajes para descansar y charlaron un rato cuando recuperaron el aliento. Sin embargo, iban a ser interrumpidas por un carro tirado por dos caballos, que se detuvo justo enfrente de ellas.

-¿Qué hacéis aquí, niñas? - Preguntó el conductor de caballos, bastante extrañado.
-Estábamos caminando hacia Malina - Dijo Armaia.
-Pobres. Encima se os ve cargadas. Mirad, como voy de vuelta, podéis subir.
-¿En serio? ¡Muchas gracias, señor!
-No es nada. Agradecédselo a mi pasajera.
Las dos se quedaron estupefactas al abrir las cortinas del carro y encontrar a, nada más y nada menos, que a Trentini Bazil.

-¿¡Trentini!? - Exclamó Tres, muy sorprendida y emocionada, pues ella pudo ver el espectáculo que la bailarina hizo junto a Alphoccio. Armaia sólo había oído hablar de ella, pero la reconoció enseguida.
-El dueño del carro tampoco tuvo problemas en detenerse. Le habéis recordado su infancia, porque él también caminaba desde Malina hasta Arstis - Explicó Trentini incluso antes de contestar a Tres.
-¡Muchas gracias, de verdad, la admiro! - Exclamaba Tres, subiéndose apresuradamente al carro.
-Se lo agradecemos - Dijo Armaia mientras intentaba subir su bolsa al carro.

Trentini se mostró simpática con las niñas. Ella sabía que su hermano, Alphoccio Bazil, las había conocido. No pudo dejarlas tiradas. No tardaron en adelantar a Margaretha y a Seyren, que cada vez estaban más cansados.

-¿No pudimos permitirnos un carro, Margaretha? - Se quejaba Seyren, al ver pasar uno de ellos.
-No. Si lo pagabas tú…
-Caminar al sol también fortalece la salud.
-Eres estúpido a veces… ¿Oye, no has escuchado algo?
-No, ¿por?
-Atento, para un poco.

Seyren se dio cuenta de lo que había escuchado Margaretha. Parecía una persona, pero apenas se podía entender. Tampoco estaba gritando. Al rato, se escuchó más claro.

-Ja, ja, ja, ja, ja… - Se reía la voz misteriosa.

En cuanto cesó la risa, la tensión subió en los hermanos. Una flecha había caído en picado justo delante de Margaretha. Por suerte, estaba quieta debido al ruido y no fue acertada por ella.

-¿Qué? ¡Margaretha!

Seyren, escuchando la risa de nuevo y viendo lo que había ocurrido, se acercó mucho a su hermana, quien se había quedado paralizada momentáneamente, para protegerla. Sin embargo, esta vez fueron dos flechas en picado que cayeron en los alrededores de los hermanos.

-¿¡Quién anda ahí!? - Preguntó Seyren, alzando la voz.
-Ja, ja, ja, ja...

Una flecha con un banderín atado en el palo se clavó en una roca muy cercana al caballero. Era de color amarillo y decía: “Sonríe”.

-Marga… ¿Corremos?
-No, mejor quédate quieto. Yo no puedo dar un paso ahora mismo…
-Esperemos que no esté disparando para darnos.

En cuanto separó la cabeza para dejar de susurrarle a su hermana, una flecha cruzó fugazmente entre las cabezas de ambos hermanos. Margaretha dio un brinco del susto antes de ser agarrada por Seyren, que evitó la caída al suelo de la sacerdotisa.

-Ja, ja, ja… ¿ja?

Cayó por el precipicio de repente una mujer de cabello largo y rubio, que brillaba a la luz del sol, vestida con ropa muy ligera y guantes, combinando el blanco y el amarillo. Llevaba un carcaj a su espalda y su arco cayó después de ella. Sin embargo, aunque no había bajado por el precipicio voluntariamente, consiguió caer sobre sus pies, como si de una acrobacia se hubiese tratado. Se puso de pie y, apartando el cabello de su cara, saludó a los hermanos mirándolos con sus entusiasmados ojos claros de color miel y sonriendo. Tras ello, se apresuró a recoger su arco.

-¿Quién eres? - Preguntó Seyren, acercándose a la extraña para evitar algún movimiento extraño.
-Cecil. Ja, ja - Se reía - Ha sido divertido, ¿no crees?
-¿Pero tú estás loca? - Intervino Margaretha - ¿Qué pasa si por accidente fallas y acabas hiriendo a alguien?
-Imposible. Yo nunca fallo. He dado exactamente donde puse mi mirada.
-Qué creído te lo tienes - Apuntó la sacerdotisa.
-Pero es verdad - Dijo una voz que no pertenecía a ninguno de los tres.

Apareció una niña de cabello oscuro que llevaba puesto un largo vestido morado. Lejos de parecer una chica normal, a su espalda se podía percibir la funda de una espada de tamaño considerable, teniendo en cuenta la estatura de la niña. Sus ojos marrones daban una expresión mezclada bastante extraña. Eran sosegados, pero amenazantes.

-¡Oye! ¡La próxima vez no voy a dejar que me pongas la zancadilla de esa manera! - Se quejaba Cecil.
-Espera, Marga, ¿esa no es…? - Intentó decir Seyren.
-Cenia, sí. Era cuestión de tiempo que me descubriesen - Completó la niña.
-¿Por qué estás aquí? ¿Y esa espada? - Preguntaba Margaretha, bastante sorprendida por el encuentro.
-Mis padres se han mudado a Malina rápidamente. Creyeron que el ambiente del puerto sería mejor para mi entrenamiento. Sin embargo… Creo que ya puedo valerme por mí misma.
-¿Cómo que valerte por ti misma? ¡Eres una cría! - Exclamó Margaretha.
-Será pequeña, pero estoy seguro de que se defiende con la espada mejor que el señor caballero - Comentó Cecil.
-¿Qué? - Dijo Seyren, simplemente porque había sido nombrado.
-Puedo demostrárselo en cualquier momento - Dijo Cenia, con la mirada clavada en Seyren.
-No es necesario… Ahora mismo. Tenemos que llegar a Malina antes - Apremió el caballero.
-Conocemos un atajo desde aquí - Dijo Cecil, entusiasmada con la idea de llevarlos por allí.
-¿Un atajo? - Preguntó Margaretha.
-Así es. El problema es que no es muy recomendado si no os gusta la velocidad - Añadió Cenia.
-Pero… ¿Qué clase de atajo es, entonces? - Preguntaba la sacerdotisa, cada vez más extrañada y ligeramente asustada, mientras subían una empinada cuesta.

En cuanto llegaron, quedaron sorprendidos.

-¡Desde aquí se ve Malina! - Exclamó Seyren.
-Estamos bastante altos, es normal - Explicó la sacerdotisa.
-Bien, ahora viene la mejor parte - Dijo Cecil - ¿Veis esos trineos?
-Sí… Espera. ¿¡QUÉ!?

Margaretha comprendió lo que se avecinaba. Una bajada por la montaña en trineo hasta llegar a Malina. Los trineos estaban bien preparados para la travesía, reforzados a conciencia con metales, para resistir los choques contra las piedras montañosas que pudiese haber en el camino.

-Vamos, Marga, vamos a llegar enseguida por aquí - Intentó convencer Seyren.
-Esto no lo veo… Muy seguro…
-He hecho esto cientos de veces, desde que era pequeña - Comentó Cenia - así que no hay nada que temer si vienes conmigo.
-¡Si sigues siendo pequeña!
-¡Vamos, que se nos hace tarde y quiero bajar ya! - Apremiaba Cecil.

Seyren no tenía tanto miedo como Margaretha, pero el hecho de estar en el mismo trineo que la loca de las flechas no lo tranquilizaba. Menos aún con sus equipajes a la espalda, que en cualquier momento podían desprenderse. La sacerdotisa respiró hondo y cerró fuertemente sus ojos. En cuanto sintió la ráfaga de viento y el sonido estruendoso del trineo bajando a toda velocidad, se echó a temblar durante el corto, pero intenso viaje. Cecil también bajaba junto a Seyren a máxima velocidad, mientras ambos gritaban. Sin embargo, estos gritos eran de diversión. La travesía le resultó más divertida a Seyren de lo que esperaba a primera vista.

-Seyren… Necesito un descanso… - Dijo Margaretha, que no se encontraba muy bien tras vivir la experiencia del trineo.
-Pues a mí me ha encantado el atajo. Mira, ya estamos en Malina. Hasta hemos adelantado al carro que nos rebasó, fíjate. Es justo ahora que vuelve a Arstis.

Mientras tanto…

-¿Y ahora qué hacemos, Trentini? - Preguntó Armaia.
-El barco es un transportador. Tiene habitaciones privadas. Nos quedaremos en la mía hasta que zarpemos mañana. Pero me extraña que queráis ir en ese barco.
-Es todo parte de nuestro plan perfecto - Respondió Tres - Es de alto secreto.
-Está bien, pues. No preguntaré. Tampoco tengo problema en conseguir un poco de compañía.

Trentini se colocó un sombrero de seda rosa bastante grande que ocultaba gran parte de su rostro y, seguida de Armaia y Tres, entró en el barco. Seyren y Margaretha se quedarían un rato más visitando el puerto de Malina junto a sus recién conocidas compañeras: Cecil y Cenia.


“Cecil… Es peligrosa. Se ha acercado demasiado a mi caballero. ¡Debe ser sólo para mí!”

No hay comentarios:

Publicar un comentario