domingo, 7 de agosto de 2016

Relatos de un PNJ #4: El Festival de Arstis

El festival de Arstis es un evento en el que coinciden muchas personas de todo el continente. Atraviesan las montañas solamente para ir a ver el espectáculo. Tradicionalmente, se celebra en Viejo Arstis, con lo que es imposible evitar estar envuelto en el festival para sus habitantes, como lo son Seyren y Margaretha. La sacerdotisa no estaba muy conforme con estas fiestas, pues se desviaban un poco de lo que resulta “sagrado”. Sin embargo, eso no impide que pueda dar una vuelta por las calles y disfrutar de la cultura tradicional de la ciudadela. Seyren, sin embargo, estaba más ilusionado con esta festividad que ninguna otra vez. Fue repentino, pero no podía esperar a que diese comienzo el festival. Lo haría entrada ya la tarde, con lo que los preparativos de última hora estaban a la orden del día. Todo tenía que funcionar a la perfección durante el festival.
-¿Qué te pasa, Seyren? ¿Quieres dejar de caminar por toda la casa? - Se quejaba Margaretha.
-Es que hoy tengo la sensación de que va a ser un día genial en el festival.
-¿Y eso a qué se debe?
-He tenido un sueño. Lo he visto claramente. Voy a conocer a alguien.
-Y crees que se hará realidad, ¿cierto? Allá tú con lo que creas.
-Menudas esperanzas me das, Marga.
-¿Cuántas veces te he dicho que no me llames así?
-¡No puedo evitarlo!
-Anda, sal a la calle un rato, a ver si consigues relajarte antes de que comience el festival. Con que dejes de corretear por la casa me quedo contenta.

Seyren hizo una reverencia dirigida a su hermana y tomó su palabra. Salió disparado a la calle, deseando que empezara cuanto antes. Margaretha suspiró en cuanto escuchó el sonido de la puerta cerrándose.
-No consigo decírselo… - Se decía a sí misma - Me queda poco tiempo y no tengo el valor suficiente… Tengo que aprovechar hoy. Cuando esté volviendo a casa, hablaré con él. Espero que no me distraiga con otra de sus tonterías…

Seyren había soñado que conocía a una hermosa mujer durante el festival. Es por eso que estaba impaciente. Había sido un sueño que parecía real, lo que hizo pensar al caballero que era una señal de algún tipo. Mientras tanto, Armaia esperaba a sus amigos en el portón de la ciudadela. Iban a venir todos al festival, así que había que aprovechar que estaban juntos de nuevo, esta vez libres. La niña no se estaba dando cuenta de que una mujer, sentada al otro lado del portón, la estaba vigilando.

Tenía el cabello tintado en azul oscuro y la melena recortada. Llevaba puesto un vestido a juego con su color de pelo adornado con plumas blancas en los bordes del mismo. Estaba utilizando unos zapatos negros de tacón, lo cual no era lo más adecuado para caminar por el campo si lo necesitaba, pero ella estaba segura de que no iba a ser necesaria dicha acción. Su tono de piel se tornaba pálido y amarillento, y sus ojos rasgados con un color anaranjado oscuro no la hacían parecer una lugareña, sino una extranjera. Cada vez que desviaba la mirada hacia Armaia, se le escapaba una sonrisa. Para pasar desapercibida, fingía estar tejiendo algo.

-Perdone, señora. ¿Puede decirle a cuatro amigos míos que van a venir que me esperen en el portón? - Preguntó Armaia, que se había acercado a la mujer.
-Por supuesto, chiquilla. No hay problema - Respondió con una falsa sonrisa.
-¡Muchas gracias! ¡Vuelvo enseguida!
-(¿Cómo se atreve a llamarme señora? Maldita niña…) - Pensó en cuanto se fue Armaia.

Ahora la mujer tenía que cumplir su deber como “señora” y esperar a que volviese o que los amigos de Armaia llegasen. No quedaba mucho tiempo para que diera comienzo el festival, y aún tenía una cosa que hacer. Armaia volvió poco después y se lo agradeció a la mujer que la estaba espiando. Sin embargo, ya no era momento de espiar, sino de ir a hablar con una persona muy especial que sería determinante en su plan.

-¡Armaia! ¡Estamos aquí! - Avisaba Tres, que había llegado corriendo por el prado. A lo lejos se podían ver a Kavac en segunda posición y el resto del grupo; Erend, Laurell y Cenia; estaban mucho más lejos, a paso más lento. Los seguía la madre de Erend, para vigilarlos.
-¡Cuánto habéis tardado en llegar! ¡Llevo esperando mucho rato! - Se quejaba Armaia.
-Es que son muy lentos. Míralos.

Todo el grupo de niños iba a estar en el festival. Las calles ya estaban completamente adornadas con banderas, carteles, pequeñas carpas para los tenderetes, el escenario en la plaza había quedado bastante espectacular… La función estaba a punto de comenzar. Pasaron un par de horas y el festival había dado comienzo.

Seyren paseaba por las calles atento a todos los paseantes. Buscaba a la mujer que vio en sus sueños, pero no la conseguía encontrar por ninguna parte. Armaia había comido también su manzana antes de dormir, pero el sueño que tuvo no fue nada agradable. De hecho, la mantuvo ligeramente preocupada. Había soñado que estaba encerrada en una jaula y, fuera de ella, había dos tigres que de vez en cuando rugían. Era una auténtica pesadilla, y la vivió como si fuese verdadera por culpa de la idea de la manzana. Ella no se esperaba haber tenido una pesadilla de ese modo. Lo peor era que la jaula estaba abierta, y los tigres no lo sabían pero ella sí. Eso aumentaba su angustia durante la pesadilla. Es entonces cuando ella se distrae un momento y lo siguiente que ve es que uno de los tigres ha entrado en la jaula y la está mirando fijamente. En ese momento despertó, muy asustada. Por fortuna, Tres no preguntó nada sobre el sueño que tuvo. Simplemente lo había olvidado.

Atardecía. Margaretha decidió salir al festival. Sentía curiosidad por ver el espectáculo que iba a dar Alphoccio sobre un escenario así. La música llegaba a los oídos de todos, ya fuese del arpa, la guitarra o el violín. Este hombre sabía tocar numerosos instrumentos musicales. Pero eso no era lo único que había en el evento. Presentó grandilocuentemente a su hermana, Trentini, también muy conocida en el mundo artístico, pues había viajado por muchos lugares del continente Sur. Era una bailarina de ojos verdes esmeralda con cabello rojizo y largo. Se la veía fina y delicada desde lejos, y su vestimenta era muy vistosa. Un brazal de tela rojo en cada antebrazo funcionaba para hacer más vistosos aún sus movimientos de baile, y sus pantalones anchos de seda fina blanca, que parecían dejar ver a propósito las piernas, acababan en unas sandalias acolchadas. Su cuello estaba adornado con joyas y gemas de todo tipo, probablemente recuerdos o regalos de sus viajes, además de que su pecho estaba cubierto por un sujetador de escamas de pez dorado, lo cual era algo impresionante de ver, pues la brillantez de la bailarina destacó aún más con ese material de una especie tan extraordinaria.

El espectáculo no dejó indiferente a ninguno de sus espectadores, pero Seyren no estuvo allí para verlo. Él continuaba su búsqueda de su sueño, aunque en ocasiones se detenía para saludar a algún compañero suyo del cuartel. Consiguió encontrarse hasta a su propio instructor, que ya había bebido de más aunque aún quedaba festival para rato. Una vez terminado el concierto, el caballero encontró una carpa algo alejada del resto. En el cartel ponía: “Tu futuro está aquí”. Llamativo, cuanto menos, Seyren no se lo pensó dos veces. Allí vio por primera vez a Trentini, que estaba tras una cortina. Sin embargo, la iluminación del otro lado de la cortina era muy superior a la oscuridad del resto de la carpa, alumbrada con únicamente dos candiles y dos velas. De ese modo, podía ver la silueta de la bailarina al otro lado. Pudo ver cómo se soltaba el cabello, su modelada figura, su manera de mover las caderas incluso cuando no está bailando… Todo eso en una sombra, y pensó por un momento que ella podría ser la mujer que buscaba.
-¿Estoy soñando? - Se le escapó decir a Seyren en voz alta.
-No… De hecho, ya sabía que estabas ahí - Dijo la mujer mientras se revelaba.
-¿Quién eres? - Tuvo que preguntar el caballero rápidamente tras darse cuenta de que se había ido de la lengua sin querer.
-Extraño es el que no me reconoce nada más verme. Soy Trentini.
-¿¡La bailarina!?
-Salvo en estos momentos. El afortunado que me encuentra durante la noche puede tener la ocasión de conocer un poco más su futuro.
-Ah, una adivina…
-No. Yo no adivino. Está en las cartas.
-Qué raro me resulta todo esto… No me creo que puedas predecir mi futuro.
-Entonces por qué no te sientas y… ¿Lo compruebas por tí mismo?

Trentini conocía bien el cómo manipular a un hombre utilizando sus encantos. Ella era consciente de ello y lo hacía en su propio beneficio. Cuando el caballero quiso darse cuenta, había pagado a la bailarina para que le echase las cartas. Mientras tanto, la mujer que espiaba a Armaia ahora estaba detrás de la carpa de Trentini, escuchando todo lo que estaba a punto de decirle a Seyren. La niña, en ese momento, tropezó con Margaretha.

-Uy, perdóname, Armaia. No estaba atenta.
-No pasa nada. Oye, le diste la…
-Sí. Yo sabía que por la mañana ya no iba a estar esa manzana sin que Seyren se la comiese. ¿Por qué tanta insistencia en la manzana, por cierto?
-No es nada… Es por lo de la historia que nos contó Alphoccio. La de Shi Ying y la manzana.
-Así que es eso… Bueno, yo estoy buscando a mi hermano y… Espera. ¿Tus amigos?
-No te preocupes, me encontrarán. Vamos a buscarlo.

Trentini comenzó su ritual de predecir el futuro con las cartas. sacó tres de ellas y su primera frase fue:

-Tendrás que superar una dura prueba, pero… Lo conseguirás.

Seyren no esperaba eso. Creyó que predecir el futuro indicaba datos más precisos. Con esa frase no llegaba a ningún lado. Con otras dos cartas, Trentini pronunció:

-Pronto, conseguirás alcanzar algún objetivo, alguna meta, o harás realidad alguno de tus sueños.

Esta le interesó mucho más al caballero. Sobre todo la parte de los sueños. Escuchó atentamente a la siguiente frase:

-Cuida de tu familia. Alguien cercano está pasando un mal momento y necesita tu ayuda.

Extrañado, Seyren pensó en Margaretha, la única familia que le quedaba. No parecía encontrarse mal esa mañana, pero lo tuvo en mente.

-Y… Alguien te está persiguiendo. Ese alguien puede ser muy importante en tu vida. Quizás sea ese alguien quien te lleve hasta el amor.
-¿Eso es todo?
-No conseguiré decirle nada más.
-Pues tengo una pregunta. ¿Me estaba siguiendo?

Trentini se echó a reír.

-¡Claro que no! Venga, ya puede irse.

El caballero, al salir de la carpa, se encontró con una mujer a la que nunca había visto antes. tenía la tez pálida con un ligero toque amarillo y sus ojos rasgados eran inconfundibles. Seyren no esperaba a una mujer sola nada más salir de la carpa, así que la saludó.

-¡Saludos!
-Hola. ¿Podría preguntarle… Qué hay en esa carpa?
-Es una adivina. Dice predecir el futuro con las cartas.
-Y… ¿Lo ha probado?
-No creo en esas cosas. Yo soy un caballero.
-Un caballero de ojos muy bonitos.
-¿Perdone?
-¡Lo siento! No pretendía…
-Déjeme preguntarle algo… ¿Estaba siguiéndome?
-S-sí…
-No me lo creo.
-Pero…
-No te pareces a la mujer de mi sueño, pero... Tendría yo el honor de tener su mano esta noche, damisela?
-¡Por… Por supuesto! - Alcanzó a decir la mujer, con la cara enrojecida.
-Seyren Windsor es mi nombre.
-Gertie. Gertie Wei. Encantada.

Ambos se agarraron de la mano y estuvieron paseando bajo las luces del festival. Gertie estaba muy nerviosa. Su mano temblaba, estaba roja cual tomate y en varias ocasiones tropezaba al caminar. Seyren conseguía evitar que cayese, lo que la ponía aún más nerviosa hasta el punto de no poder decir frase alguna sin tartamudear levemente antes. Gertie estaba enamorada del caballero. Él no la recordaba, porque su apariencia había cambiado y había pasado mucho tiempo, pero ella a él sí.

En cuanto comenzaron a disparar los cohetes para anunciar el fin de las fiestas, Gertie alcanzó a declararse.

-Seyren… Me lo he pasado muy bien esta noche contigo. Te quiero.

El caballero no tuvo ocasión de contestar con palabras, pues la mujer estaba tan nerviosa y acelerada que se lanzó directamente a sus labios. Aceptar el beso fue la confirmación de que Seyren también habría dicho lo mismo.

Y en ese momento en el que Margaretha y Armaia desviaron su mirada para ver los cohetes, los vieron a ellos dos. En el momento preciso, para bien o para mal. La niña no podía creer lo que veían sus ojos. Ella admiraba a Seyren hasta tal punto que creyó haberse enamorado de él, y ahora todo eso se había desvanecido en un segundo. Se sentó sobre sus rodillas, soltando la mano de Margaretha, quien también estaba asombrada por lo que estaba viendo. El resto de personas del festival no se daban cuenta de lo que estaba sucediendo entre esas cuatro personas. La sacerdotisa no pudo sino tocarle el pelo a Armaia, pero no alcanzaba a decir una sola palabra. Las lágrimas comenzaron a caer de los ojos de la niña, mientras Seyren y Gertie se iban hacia el lado contrario, sin darse cuenta de la presencia de las dos. la mujer que acompañaba al caballero miró hacia atrás un momento y sonrió mirando a Armaia. Tanto ella como la sacerdotisa se dieron cuenta del gesto. Seyren no lo hizo.

-No puede ser que esa… - Intentaba decir Armaia.
-¿...Te lo ha arrebatado? Incluso yo me he dado cuenta. ¿Te gustaba mi hermano?
-... ¡Sí! - Dijo la niña llorando junto a Margaretha.

-Encontraremos la manera de castigarla, Armaia.

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