domingo, 28 de agosto de 2016

El duelo interminable (Tributo al final de Warlords of Draenor)

(He vuelto a World of Warcraft después de un tiempo, y eso significa que tenía ganas de escribir algo sobre este juego consumidor de tiempo profesional. Espero que os guste. La semana que viene procuraré continuar los Relatos de PNJ.)

-Al final lo van a hacer. Van a batirse en duelo - Dije sorprendido.

-Lo que hace una discusión de taberna - Me comentaba mi amiga, una draenei chamán.

-Ichu es demasiado poderoso. Yo apostaría por él

-Es que tú, como eres el recién llegado, no has visto a Kaela. Yo soy imparcial, pero te digo que vas a quedarte boquiabierto.


Ichu, un huargen druida. El mejor de nuestra hermandad, en mi opinión. Es nuestro guardián principal, así que su transformación en oso es su especialidad. Nunca lo había visto caer en un combate, fuese contra lo que fuese. Es por eso que yo apostaba por él. Kaela es una draenei paladina, también una guardiana de la hermandad a la cual, apenas conocía. Ambos tenían un aguante impresionante, y fue eso lo que les llevó a discutir en la taberna. ¿Quién puede aguantar más? Eso se decidiría en un duelo.


Ambos estaban preparados. El campo de batalla era la puerta de la ciudadela, en el Valle Sombraluna. El estandarte de duelo fue colocado por uno de los druidas de la hermandad, también amigo mío, y muchos miembros estaban como espectadores, subidos en un montículo. Yo también estaba allí. Se miraban fijamente los dos, esperando la señal del druida para comenzar las hostilidades. Todos estaban impacientes por presenciar el duelo del año.

La señal tuvo lugar. El druida salió volando en su forma de halcón y los dos luchadores tenían la pista libre para atacarse. Kaela, con sus ojos fijos en su enemigo, Ichu, comenzó su ofensiva. Maza en mano derecha y escudo en mano izquierda, se abalanzó contra el druida, quien acababa de transformarse en un oso. La diferencia de tamaño era considerable. La draenei era dos veces más pequeña que el druida. Sin embargo, no impidió que lo machacase en los primeros segundos del duelo. Ichu quedaba aturdido constantemente, debido a los mazazos de justicia de la paladina. El problema era la efectividad de los ataques de Kaela. Apenas conseguían hacer mella en la piel del oso.


En cuanto pudo recuperarse, Ichu se abalanzó sobre la draenei, tirándola al suelo y clavándole sus zarpas, procurando destrozar a su rival. No había piedad alguna. Incluso entre miembros de la hermandad, un duelo es un duelo. Lo impresionante era que la paladina no parecía verse muy afectada por las garras de Ichu. No podía moverse, pero aguantaba la arremetida de la fiera hasta darle la vuelta al duelo de nuevo. Recuperando fuerzas gracias al poder de la Luz, Kaela acabó contraatacando, aturdiendo de nuevo al oso, que tuvo que apartarse de la draenei tras recibir un duro golpe de escudo.


-Ha sido divertido. Ahora me toca acabar - Dijo Kaela.

-¡Vamos, inténtalo! - Respondió desafiante su adversario.


La paladina, con un grito de guerra, levantó un par de alas de luz a su espalda y cargó a gran velocidad contra Ichu. Cada mazazo podía sentirse desde nuestra posición de espectadores. El sonido de los golpes era brutal. Ichu, aún así, conseguía resistir. Esta vez, no obstante, se notaba que había sufrido daños severos.


Con un rugido, llegó el momento de cambiar las tornas. El oso se zafó del ataque continuo de Kaela y, con un rugido aún mayor que el anterior, aumentó su tamaño hasta ser el doble de grande que antes. La draenei parecía tener todas las de perder contra semejante bestia. Era abrumadora. El druida se lanzó encima de la paladina y atacó cual oso salvaje. Una salpicadura de sangre pudo notarse desde nuestra distancia al duelo. Kaela no podía contener semejante asalto, o eso creí yo, que nunca había visto a Ichu crecer en tamaño de ese modo. La paladina luchó también con garras y dientes, soportando la furia del oso y levantándose, consiguiendo aún golpear fuertemente a Ichu en el proceso. El público estaba animado con lo que estaba sucediendo. La balanza volvía a equilibrarse.


Ese equilibrio no se rompería hasta pasados noventa minutos. No estoy exagerando. Ellos dos consiguieron aguantarse el uno al otro durante noventa minutos. Algunos miembros de la hermandad acabaron marchándose a mitad de duelo. Yo incluso me puse a comer unos buñuelos de maná mientras presenciaba el duelo, aparentemente interminable.


Ambos estaban exhaustos. Al druida se le notaba el resoplar de su forma de oso y a la paladina se le notaban la respiración pesada y las heridas provocadas por Ichu. Creí que el duelo no acabaría nunca, y que acabaría con la rendición de uno de ellos. No pensé que realmente uno de ellos ganaría.


No dijeron nada. Ichu se apartó y se transformó en huargen, su forma normal. Kaela tuvo un respiro, pero tomó la transformación de su oponente como una burla hacia ella, así que volvió a sacar todo su arsenal para atacar al druida. Era parte del plan del huargen. En cuanto iba a recibir el impacto de la maza, una pequeña nube de humo hizo desaparecer a Ichu. Un instante después, reaparecería un oso gigante tendiéndole una emboscada a la paladina, la cual recibió otro asalto de un Ichu enfurecido. Esta ocasión no sería tan fácil levantarse para Kaela, con lo que utilizó su Mano de Protección para salir del aprieto, mas ese fue el final del duelo. La armadura de la paladina estaba llena de arañazos, pese a ser de placas, y el cansancio pudo con ella. La Mano de Protección otorgaba inmunidad total a cualquier ataque, pero no era una habilidad muy justa para los duelos.


-Es suficiente. Has ganado - Dijo Kaela, con una expresión de frustración que se veía desde nuestra posición.


La paladina se puso de espaldas al druida y puso sus brazos en cruz, arrodillándose. Ichu sabía lo que debía hacer. Se acercó de un salto y, con gran fuerza, clavó sus garras en la espalda de Kaela, dejando una marca sangrienta en ella.


Al día siguiente, yo fui a la cámara de hermandad, para almacenar mi recolecta de plantas, y me lo encontré allí, a Ichu.


-Qué bueno el duelo de ayer, ¿no? - Le dije.

-Sí. Una pena que se retirase, porque no íbamos a acabar nunca.

-¿En serio?

-Sí. No utilizó todo lo que tenía. Aún si lo usaba, no habría vencido nadie. Era un duelo interminable desde el principio.


Me quedé callado, pero no entendí para qué se organizaría un duelo si desde un principio sabían que nadie ganaría. Yo soy bastante pacífico. Será por eso que no lo entiendo.

domingo, 21 de agosto de 2016

Relatos de un PNJ #6: ¡Atajo hacia Malina!


-Hemos de ir caminando hasta Malina, ¿cierto?
-Así es. Vamos rápidamente, que el paso montañoso no es corto y necesitamos llegar antes de la noche - Apremiaba Margaretha.

Seyren resoplaba, pero en realidad estaba dispuesto a hacer toda la travesía. Su equipaje no era para nada ligero, pues la armadura era necesaria y no pesaba poco. Margaretha tenía menos problemas a la hora de llevar sus provisiones en ese aspecto. Detrás de los hermanos, se encontraban Armaia y Tres, quienes seguían, procurando no ser vistas, a los viajeros. El paso de montaña que unía el valle de Arstis con Malina era una excavación de roca montañosa gris en forma de camino para viajar más rápidamente de un lugar a otro. Las paredes eran escarpadas y no era difícil tropezar con alguna piedra del camino. El día soleado no ayudaba a la forma física de los que se atrevían a cruzar sin un carro. El calor y el cansancio se apoderaban de los viajeros a cada paso que daban. Seyren lo sufría por culpa de la carga que llevaba, pero no se sentía fatigado. Margaretha estaba acostumbrada a caminar largas distancias. El problema fue para las dos niñas que los seguían. Amaia estaba jadeante y cada vez reducía más la velocidad. Tres parecía aguantar, pero se notaba su cansancio. Poco a poco, perdieron de vista a los hermanos.

-Tres… Estoy… Agotada… - Intentaba decir Armaia entre jadeos
-Pero no podemos pararnos… Se escapan…
-¿Por qué seguirles si sabemos a dónde van? - Dijo Armaia deteniéndose.
-Van a Malina, pero… Si llegan antes y se van en otro barco, estaremos en problemas.
-Paremos un poco… Por favor. Después seguimos.
-Como quieras. Ahí hay un poco de sombra - Dijo Tres mientras señalaba una ladera del camino.

Las niñas estaban sentadas en las rocas que, afortunadamente, no estaban calientes a causa del momento del día. Soltaron sus equipajes para descansar y charlaron un rato cuando recuperaron el aliento. Sin embargo, iban a ser interrumpidas por un carro tirado por dos caballos, que se detuvo justo enfrente de ellas.

-¿Qué hacéis aquí, niñas? - Preguntó el conductor de caballos, bastante extrañado.
-Estábamos caminando hacia Malina - Dijo Armaia.
-Pobres. Encima se os ve cargadas. Mirad, como voy de vuelta, podéis subir.
-¿En serio? ¡Muchas gracias, señor!
-No es nada. Agradecédselo a mi pasajera.
Las dos se quedaron estupefactas al abrir las cortinas del carro y encontrar a, nada más y nada menos, que a Trentini Bazil.

-¿¡Trentini!? - Exclamó Tres, muy sorprendida y emocionada, pues ella pudo ver el espectáculo que la bailarina hizo junto a Alphoccio. Armaia sólo había oído hablar de ella, pero la reconoció enseguida.
-El dueño del carro tampoco tuvo problemas en detenerse. Le habéis recordado su infancia, porque él también caminaba desde Malina hasta Arstis - Explicó Trentini incluso antes de contestar a Tres.
-¡Muchas gracias, de verdad, la admiro! - Exclamaba Tres, subiéndose apresuradamente al carro.
-Se lo agradecemos - Dijo Armaia mientras intentaba subir su bolsa al carro.

Trentini se mostró simpática con las niñas. Ella sabía que su hermano, Alphoccio Bazil, las había conocido. No pudo dejarlas tiradas. No tardaron en adelantar a Margaretha y a Seyren, que cada vez estaban más cansados.

-¿No pudimos permitirnos un carro, Margaretha? - Se quejaba Seyren, al ver pasar uno de ellos.
-No. Si lo pagabas tú…
-Caminar al sol también fortalece la salud.
-Eres estúpido a veces… ¿Oye, no has escuchado algo?
-No, ¿por?
-Atento, para un poco.

Seyren se dio cuenta de lo que había escuchado Margaretha. Parecía una persona, pero apenas se podía entender. Tampoco estaba gritando. Al rato, se escuchó más claro.

-Ja, ja, ja, ja, ja… - Se reía la voz misteriosa.

En cuanto cesó la risa, la tensión subió en los hermanos. Una flecha había caído en picado justo delante de Margaretha. Por suerte, estaba quieta debido al ruido y no fue acertada por ella.

-¿Qué? ¡Margaretha!

Seyren, escuchando la risa de nuevo y viendo lo que había ocurrido, se acercó mucho a su hermana, quien se había quedado paralizada momentáneamente, para protegerla. Sin embargo, esta vez fueron dos flechas en picado que cayeron en los alrededores de los hermanos.

-¿¡Quién anda ahí!? - Preguntó Seyren, alzando la voz.
-Ja, ja, ja, ja...

Una flecha con un banderín atado en el palo se clavó en una roca muy cercana al caballero. Era de color amarillo y decía: “Sonríe”.

-Marga… ¿Corremos?
-No, mejor quédate quieto. Yo no puedo dar un paso ahora mismo…
-Esperemos que no esté disparando para darnos.

En cuanto separó la cabeza para dejar de susurrarle a su hermana, una flecha cruzó fugazmente entre las cabezas de ambos hermanos. Margaretha dio un brinco del susto antes de ser agarrada por Seyren, que evitó la caída al suelo de la sacerdotisa.

-Ja, ja, ja… ¿ja?

Cayó por el precipicio de repente una mujer de cabello largo y rubio, que brillaba a la luz del sol, vestida con ropa muy ligera y guantes, combinando el blanco y el amarillo. Llevaba un carcaj a su espalda y su arco cayó después de ella. Sin embargo, aunque no había bajado por el precipicio voluntariamente, consiguió caer sobre sus pies, como si de una acrobacia se hubiese tratado. Se puso de pie y, apartando el cabello de su cara, saludó a los hermanos mirándolos con sus entusiasmados ojos claros de color miel y sonriendo. Tras ello, se apresuró a recoger su arco.

-¿Quién eres? - Preguntó Seyren, acercándose a la extraña para evitar algún movimiento extraño.
-Cecil. Ja, ja - Se reía - Ha sido divertido, ¿no crees?
-¿Pero tú estás loca? - Intervino Margaretha - ¿Qué pasa si por accidente fallas y acabas hiriendo a alguien?
-Imposible. Yo nunca fallo. He dado exactamente donde puse mi mirada.
-Qué creído te lo tienes - Apuntó la sacerdotisa.
-Pero es verdad - Dijo una voz que no pertenecía a ninguno de los tres.

Apareció una niña de cabello oscuro que llevaba puesto un largo vestido morado. Lejos de parecer una chica normal, a su espalda se podía percibir la funda de una espada de tamaño considerable, teniendo en cuenta la estatura de la niña. Sus ojos marrones daban una expresión mezclada bastante extraña. Eran sosegados, pero amenazantes.

-¡Oye! ¡La próxima vez no voy a dejar que me pongas la zancadilla de esa manera! - Se quejaba Cecil.
-Espera, Marga, ¿esa no es…? - Intentó decir Seyren.
-Cenia, sí. Era cuestión de tiempo que me descubriesen - Completó la niña.
-¿Por qué estás aquí? ¿Y esa espada? - Preguntaba Margaretha, bastante sorprendida por el encuentro.
-Mis padres se han mudado a Malina rápidamente. Creyeron que el ambiente del puerto sería mejor para mi entrenamiento. Sin embargo… Creo que ya puedo valerme por mí misma.
-¿Cómo que valerte por ti misma? ¡Eres una cría! - Exclamó Margaretha.
-Será pequeña, pero estoy seguro de que se defiende con la espada mejor que el señor caballero - Comentó Cecil.
-¿Qué? - Dijo Seyren, simplemente porque había sido nombrado.
-Puedo demostrárselo en cualquier momento - Dijo Cenia, con la mirada clavada en Seyren.
-No es necesario… Ahora mismo. Tenemos que llegar a Malina antes - Apremió el caballero.
-Conocemos un atajo desde aquí - Dijo Cecil, entusiasmada con la idea de llevarlos por allí.
-¿Un atajo? - Preguntó Margaretha.
-Así es. El problema es que no es muy recomendado si no os gusta la velocidad - Añadió Cenia.
-Pero… ¿Qué clase de atajo es, entonces? - Preguntaba la sacerdotisa, cada vez más extrañada y ligeramente asustada, mientras subían una empinada cuesta.

En cuanto llegaron, quedaron sorprendidos.

-¡Desde aquí se ve Malina! - Exclamó Seyren.
-Estamos bastante altos, es normal - Explicó la sacerdotisa.
-Bien, ahora viene la mejor parte - Dijo Cecil - ¿Veis esos trineos?
-Sí… Espera. ¿¡QUÉ!?

Margaretha comprendió lo que se avecinaba. Una bajada por la montaña en trineo hasta llegar a Malina. Los trineos estaban bien preparados para la travesía, reforzados a conciencia con metales, para resistir los choques contra las piedras montañosas que pudiese haber en el camino.

-Vamos, Marga, vamos a llegar enseguida por aquí - Intentó convencer Seyren.
-Esto no lo veo… Muy seguro…
-He hecho esto cientos de veces, desde que era pequeña - Comentó Cenia - así que no hay nada que temer si vienes conmigo.
-¡Si sigues siendo pequeña!
-¡Vamos, que se nos hace tarde y quiero bajar ya! - Apremiaba Cecil.

Seyren no tenía tanto miedo como Margaretha, pero el hecho de estar en el mismo trineo que la loca de las flechas no lo tranquilizaba. Menos aún con sus equipajes a la espalda, que en cualquier momento podían desprenderse. La sacerdotisa respiró hondo y cerró fuertemente sus ojos. En cuanto sintió la ráfaga de viento y el sonido estruendoso del trineo bajando a toda velocidad, se echó a temblar durante el corto, pero intenso viaje. Cecil también bajaba junto a Seyren a máxima velocidad, mientras ambos gritaban. Sin embargo, estos gritos eran de diversión. La travesía le resultó más divertida a Seyren de lo que esperaba a primera vista.

-Seyren… Necesito un descanso… - Dijo Margaretha, que no se encontraba muy bien tras vivir la experiencia del trineo.
-Pues a mí me ha encantado el atajo. Mira, ya estamos en Malina. Hasta hemos adelantado al carro que nos rebasó, fíjate. Es justo ahora que vuelve a Arstis.

Mientras tanto…

-¿Y ahora qué hacemos, Trentini? - Preguntó Armaia.
-El barco es un transportador. Tiene habitaciones privadas. Nos quedaremos en la mía hasta que zarpemos mañana. Pero me extraña que queráis ir en ese barco.
-Es todo parte de nuestro plan perfecto - Respondió Tres - Es de alto secreto.
-Está bien, pues. No preguntaré. Tampoco tengo problema en conseguir un poco de compañía.

Trentini se colocó un sombrero de seda rosa bastante grande que ocultaba gran parte de su rostro y, seguida de Armaia y Tres, entró en el barco. Seyren y Margaretha se quedarían un rato más visitando el puerto de Malina junto a sus recién conocidas compañeras: Cecil y Cenia.


“Cecil… Es peligrosa. Se ha acercado demasiado a mi caballero. ¡Debe ser sólo para mí!”

domingo, 14 de agosto de 2016

Relatos de un PNJ #5: El plan de fuga de Arstis

Seyren entró en su casa. Era ya casi mediodía. Margaretha estaba esperándolo.
-Buenas tardes, Seyren.
-¿Margaretha? ¿No deberías estar en…?
-No, yo pregunto primero. ¿Dónde estuviste ayer? Estuve buscándote por todas partes.
-Ayer… Me perdí un poco por la feria.
-Tampoco dormiste aquí.
-...
-Mira, no me quiero meter demasiado en tus asuntos, pero necesitaba hablar contigo, y es muy importante para ambos.
Seyren se quedó callado, mirando con una expresión interrogante a su hermana.
-Me han enviado - Dijo Margaretha.
-¿Qué?
-Que me han enviado.
-¿Dónde, Marga? No te entiendo.
-Al Continente Norte.
La expresión de sorpresa de Seyren podía verse muy fácilmente. El Continente Norte, donde enviaron al padre de Seyren y nunca volvió. También es el padre de Margaretha, aunque ella consiguió sobrevivir con madurez a la catástrofe familiar de sus padres. Seyren aún era un crío en ese tiempo.
-Tengo que ir contigo, Marga.
-Lo sabía. ¡Pero no me llames así!
-¡Está bien, hermana, está bien! Con tal de poder ir hacia el Continente Norte puedo intentar dejar de llamarte Marga.
Margaretha soltó una leve risilla, pero en un instante recuperó las formas.
-Ve preparando el equipaje y despídete de cualquier persona que deba saberlo. Yo ya estoy lista. Podremos ir esta misma tarde.
-¿Esta tarde? ¿Piensas cruzar la montaña en una tarde?
-Si vamos a buen ritmo, llegaremos sin problemas. Vamos, date prisa y tendremos más tiempo.

Seyren no daba crédito a que estuviese preparando un viaje al lugar donde quería ir una vez se convirtiese en caballero. Estaba muy ilusionado y, a la vez, inseguro. “¿Era suficiente su entrenamiento?” Esa pregunta se le pasó por la cabeza varias veces, pero siempre contestaba de la misma manera: “Sea o no suficiente, voy a seguir la pista de mi padre.” El caballero se encontraba motivado, gracias a las buenas nuevas.

Antes de esto, Erend salía corriendo de la Iglesia para intentar encontrar a Tres. Afortunadamente, la consiguió ver en la plaza y habló con ella. Era información muy importante que la niña tenía que comunicar a Armaia. Tres siempre había sido una niña que no podía quedarse quieta en un sitio. Estaba de un lado para otro y se enteraba de todos los rumores del pueblo. Esta actividad, cuando fue creciendo, acabó convirtiéndose en un mal hábito. Tres es una experta en todo aquello por lo que un guardia podría encerrarte en los calabozos. Desde gastar bromas pesadas hasta robar, ella puede hacerlo sin que nadie la pille. Ese día, llevaba una camiseta corta de color anaranjado suave y unos leggings negros. No era la indumentaria habitual para las chicas, pero a ella le encantaba su ropa porque la hacían más ágil, y sus padres no tenían ningún problema en hacerla a medida, pues era hija de una familia de sastres. Sus zapatos eran marrones con un adorno rojo alrededor del hueco del pie y las suelas estaban hechas de piel y pelaje de lobo gris. Ella llamó a la puerta de la casa de Armaia, y su madre abrió.
-Hola, ¿está Armaia?
-Sí, pero no quiere que nadie entre en su habitación - Respondió su madre.
-¿Por qué es eso?
-No lo sé. Ayer vino por la noche llorando. ¿No estaba con vosotros?
-La…perdimos de vista un momento…
-Yo lo he intentado, pero me preocupa. Nunca había sido tan persistente en algo.
-Voy a hablar con ella - Dijo Tres, mientras se marchaba corriendo sin apenas dejar tiempo a la madre a reaccionar.
-¿Pero cómo…?

Tres se conocía todos los secretos, incluidas las rutas que debía seguir y las cornisas por las que debía saltar para alcanzar el tejado de cualquier casa. No fue difícil alcanzar la ventana de la habitación de Armaia y colarse sin avisar.

-¡Armaia! - Gritó Tres mientras aterrizaba en el cuarto de su amiga.
-¡AAAAH! ¿¡Pero qué!?
-Tengo algo importante que decir… te… ¿Qué te pasa?
Armaia tenía los ojos enrojecidos y las mejillas ya dejaron camino para el río de lágrimas.
-Tres...Quiero estar sola…
-¿Qué pasó ayer, Armaia?
-Yo… yo…
Tres le dio un abrazo a su amiga, fue entonces cuando volvió a romper a llorar y confesó todo.
-¡Yo quería a Seyren, pero lo vi besándose con una mujer en la feria!
-¿¡Quée!? ¿Estabas por el caballero? - Preguntó sorprendida mientras miraba a Armaia y la agarraba de ambos hombros.
-Sí…
-¡Pues tengo una noticia! ¡Seyren se va de viaje!
-¿Y eso es una buena noticia?
-Erend me ha dicho que escuchó a su hermana hablar con un sacerdote sobre un viaje, y que estaba segura de que su hermano la iba a querer acompañar.
-Un momento, eso significa… - Armaia abrió mucho los ojos - Que no podrá ver a la mujer de ayer…
-¡Es verdad! ¡Puedes intentar conseguir al caballero de nuevo!
-¿Pero cómo, Tres? No es que pueda irme de viaje así como así…
-Estoy segura de que sí.
-¡Un viaje es muy caro!
-Si me haces caso, no tendremos que pagar nada.
-¡Tres! ¿Otra vez con tus trucos?
-Hazme caso. Lo primero es convencer a tus padres de que te vas de viaje. Esto es lo más difícil. No te van a dejar irte así como así, claro. Somos niñas.
-¿Entonces cómo lo hago?
-Ya se te ocurrirá algo.
-¿A mí?
-¡Yo también tengo que hacer mi excusa e irme de casa! Ya que estás, prepara tus cosas para el viaje.
-No me creo que vaya a hacer esto… ¿Estás segura, Tres?
-Que sí. Todo está planeado.
-Eso espero…

Tres saltó por la ventana y aterrizó en la cornisa del piso de abajo para después llegar a la calle sin problemas. Los problemas ahora los tenía Armaia, quien no sabía cómo decirle a sus padres que se iba de viaje. Mientras lo pensaba, lo entendió. Si ella se iba de viaje con Seyren, podría conquistarlo. Si no iba con él, no iba a tener ninguna oportunidad.


Seyren salió a la calle y dio un par de golpes en una puerta. Gertie fue la que abrió y, muy contenta de verlo, le dio un abrazo.
-Gertie, tengo una cosa que decirte…
-¿El qué? - Un calambre recorrió el espinazo de la mujer. Se dio cuenta de que el tono de voz de Seyren era demasiado serio.
-Tengo que irme de viaje como caballero que soy. Debo ir al Continente Norte.
-¿¡Cómo!? ¡No! ¡No puedes irte así! ¡Apenas hemos…!
-Sí, pero… Siempre puedo escribirte, ¿no es así?
-¿Por qué esa necesidad de ir allí? ¿No tienes opción a quedarte conmigo?
-La tengo, no te voy a mentir. Pero no puedo. Mi propósito de hacerme caballero era ir al Continente Norte.
Gertie se quedó muda. No sabía lo que hacer.
-Lo siento, Gertie. Es muy repentino, pero…
-Voy contigo.
-¿Qué?
-Me da igual. Voy contigo. El lugar no importa. Voy contigo.
-Gertie, esto no…
-He dicho que me da igual. ¡No pienso quedarme aquí cuando mi amor está contigo!
Gertie había perdido los papeles completamente. Se la veía muy tensa. Estaba a punto de lanzar algún objeto por los aires. No lo hizo, pero cerró de un portazo diciendo como última frase: “Estaré lista para partir en un momento. Yo te seguiré cuando comience tu viaje.” Ante el miedo de perder su oportunidad, Gertie no quiso dejar escapar al caballero y decidió irse de viaje con él. Su objetivo era Seyren, y no podía dejarlo escapar.

Todo estaba listo. Armaia había atado las sábanas para bajar por la ventana sin que sus padres se enterasen. Tres la estaba esperando abajo con un pequeño saco lleno con sus posesiones. Armaia llevaba una gran bolsa pesada atada a su espalda. Llevaba demasiadas cosas para el viaje. La sábana aguantó la bajada de la niña, y ambas pudieron marcharse. Tres había puesto la excusa de quedarse en casa de Armaia durante unos días...o meses. Los padres no se oponían, pues su hija era la mandamás de la casa. Armaia no tuvo tanto valor como para enfrentarse a sus padres. Dejó una carta encima de su cama en la que ponía: “Me han secuestrado”. Esto, obviamente, iba a asustar muchísimo a los padres de Armaia en cuanto lo encontrasen, pues se darían cuenta de que su hija se había ido de casa sin avisar, porque no se lo creerían. Sin embargo, ella estaba conforme. Iba a perseguir a su caballero, aunque las princesas no hiciesen esas cosas en los cuentos.

-¡Vamos, Armaia, que nos llevan ventaja! - Apremiaba Tres.

-¡Vamos! Antes de que me arrepienta… - Suspiraba Armaia.