domingo, 28 de agosto de 2016

El duelo interminable (Tributo al final de Warlords of Draenor)

(He vuelto a World of Warcraft después de un tiempo, y eso significa que tenía ganas de escribir algo sobre este juego consumidor de tiempo profesional. Espero que os guste. La semana que viene procuraré continuar los Relatos de PNJ.)

-Al final lo van a hacer. Van a batirse en duelo - Dije sorprendido.

-Lo que hace una discusión de taberna - Me comentaba mi amiga, una draenei chamán.

-Ichu es demasiado poderoso. Yo apostaría por él

-Es que tú, como eres el recién llegado, no has visto a Kaela. Yo soy imparcial, pero te digo que vas a quedarte boquiabierto.


Ichu, un huargen druida. El mejor de nuestra hermandad, en mi opinión. Es nuestro guardián principal, así que su transformación en oso es su especialidad. Nunca lo había visto caer en un combate, fuese contra lo que fuese. Es por eso que yo apostaba por él. Kaela es una draenei paladina, también una guardiana de la hermandad a la cual, apenas conocía. Ambos tenían un aguante impresionante, y fue eso lo que les llevó a discutir en la taberna. ¿Quién puede aguantar más? Eso se decidiría en un duelo.


Ambos estaban preparados. El campo de batalla era la puerta de la ciudadela, en el Valle Sombraluna. El estandarte de duelo fue colocado por uno de los druidas de la hermandad, también amigo mío, y muchos miembros estaban como espectadores, subidos en un montículo. Yo también estaba allí. Se miraban fijamente los dos, esperando la señal del druida para comenzar las hostilidades. Todos estaban impacientes por presenciar el duelo del año.

La señal tuvo lugar. El druida salió volando en su forma de halcón y los dos luchadores tenían la pista libre para atacarse. Kaela, con sus ojos fijos en su enemigo, Ichu, comenzó su ofensiva. Maza en mano derecha y escudo en mano izquierda, se abalanzó contra el druida, quien acababa de transformarse en un oso. La diferencia de tamaño era considerable. La draenei era dos veces más pequeña que el druida. Sin embargo, no impidió que lo machacase en los primeros segundos del duelo. Ichu quedaba aturdido constantemente, debido a los mazazos de justicia de la paladina. El problema era la efectividad de los ataques de Kaela. Apenas conseguían hacer mella en la piel del oso.


En cuanto pudo recuperarse, Ichu se abalanzó sobre la draenei, tirándola al suelo y clavándole sus zarpas, procurando destrozar a su rival. No había piedad alguna. Incluso entre miembros de la hermandad, un duelo es un duelo. Lo impresionante era que la paladina no parecía verse muy afectada por las garras de Ichu. No podía moverse, pero aguantaba la arremetida de la fiera hasta darle la vuelta al duelo de nuevo. Recuperando fuerzas gracias al poder de la Luz, Kaela acabó contraatacando, aturdiendo de nuevo al oso, que tuvo que apartarse de la draenei tras recibir un duro golpe de escudo.


-Ha sido divertido. Ahora me toca acabar - Dijo Kaela.

-¡Vamos, inténtalo! - Respondió desafiante su adversario.


La paladina, con un grito de guerra, levantó un par de alas de luz a su espalda y cargó a gran velocidad contra Ichu. Cada mazazo podía sentirse desde nuestra posición de espectadores. El sonido de los golpes era brutal. Ichu, aún así, conseguía resistir. Esta vez, no obstante, se notaba que había sufrido daños severos.


Con un rugido, llegó el momento de cambiar las tornas. El oso se zafó del ataque continuo de Kaela y, con un rugido aún mayor que el anterior, aumentó su tamaño hasta ser el doble de grande que antes. La draenei parecía tener todas las de perder contra semejante bestia. Era abrumadora. El druida se lanzó encima de la paladina y atacó cual oso salvaje. Una salpicadura de sangre pudo notarse desde nuestra distancia al duelo. Kaela no podía contener semejante asalto, o eso creí yo, que nunca había visto a Ichu crecer en tamaño de ese modo. La paladina luchó también con garras y dientes, soportando la furia del oso y levantándose, consiguiendo aún golpear fuertemente a Ichu en el proceso. El público estaba animado con lo que estaba sucediendo. La balanza volvía a equilibrarse.


Ese equilibrio no se rompería hasta pasados noventa minutos. No estoy exagerando. Ellos dos consiguieron aguantarse el uno al otro durante noventa minutos. Algunos miembros de la hermandad acabaron marchándose a mitad de duelo. Yo incluso me puse a comer unos buñuelos de maná mientras presenciaba el duelo, aparentemente interminable.


Ambos estaban exhaustos. Al druida se le notaba el resoplar de su forma de oso y a la paladina se le notaban la respiración pesada y las heridas provocadas por Ichu. Creí que el duelo no acabaría nunca, y que acabaría con la rendición de uno de ellos. No pensé que realmente uno de ellos ganaría.


No dijeron nada. Ichu se apartó y se transformó en huargen, su forma normal. Kaela tuvo un respiro, pero tomó la transformación de su oponente como una burla hacia ella, así que volvió a sacar todo su arsenal para atacar al druida. Era parte del plan del huargen. En cuanto iba a recibir el impacto de la maza, una pequeña nube de humo hizo desaparecer a Ichu. Un instante después, reaparecería un oso gigante tendiéndole una emboscada a la paladina, la cual recibió otro asalto de un Ichu enfurecido. Esta ocasión no sería tan fácil levantarse para Kaela, con lo que utilizó su Mano de Protección para salir del aprieto, mas ese fue el final del duelo. La armadura de la paladina estaba llena de arañazos, pese a ser de placas, y el cansancio pudo con ella. La Mano de Protección otorgaba inmunidad total a cualquier ataque, pero no era una habilidad muy justa para los duelos.


-Es suficiente. Has ganado - Dijo Kaela, con una expresión de frustración que se veía desde nuestra posición.


La paladina se puso de espaldas al druida y puso sus brazos en cruz, arrodillándose. Ichu sabía lo que debía hacer. Se acercó de un salto y, con gran fuerza, clavó sus garras en la espalda de Kaela, dejando una marca sangrienta en ella.


Al día siguiente, yo fui a la cámara de hermandad, para almacenar mi recolecta de plantas, y me lo encontré allí, a Ichu.


-Qué bueno el duelo de ayer, ¿no? - Le dije.

-Sí. Una pena que se retirase, porque no íbamos a acabar nunca.

-¿En serio?

-Sí. No utilizó todo lo que tenía. Aún si lo usaba, no habría vencido nadie. Era un duelo interminable desde el principio.


Me quedé callado, pero no entendí para qué se organizaría un duelo si desde un principio sabían que nadie ganaría. Yo soy bastante pacífico. Será por eso que no lo entiendo.

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