domingo, 18 de septiembre de 2016

Relatos de un PNJ #9: Entrenamiento

-¿Cómo? - Contestó Seyren, muy extrañado.
-Creo que no seré capaz de decírtelo una vez lleguemos - Contestó la sacerdotisa.
-Pero... Hermana...
-Sé que no es posible, pero... No podía callármelo. Tenía que decírtelo tarde o temprano y, una vez en el continente, nuestros caminos se separarán.
-Margaretha... Llegaste tarde.
-¿Tarde?
-Yo también te quiero, pero no como tú dices. Eres mi hermana. Ya hay otra persona a la que quiero con mi corazón.
-¿En serio?
-Así es. Me siento mal por romperte tan rápido el corazón...
-No, está bien... Me hice a la idea de que era imposible desde un principio...
-Pero sin embargo lo intentaste. No has perdido nada por ello.
-¿Quién es?
-¿Eh?
-¿Quién es la afortunada?

Seyren se tomó su tiempo. Margaretha no mostró signos de impaciencia, aunque en realidad quería conocer la respuesta. Debido a la pausa, se hizo imposible la respuesta. El movimiento del barco se volvió aún más acentuado y llamaron a la puerta con urgencia. Seyren abrió al instante y se encontró a Cecil, bastante agitada.

-¡Hay que salir de aquí! ¡El barco se hunde!
-¿¡Qué!?

Seyren agarró a Margaretha de la mano y la llevó rápidamente hacia la cubierta, donde estaban preparando a duras penas los botes salvavidas. El caballero llevó a la sacerdotisa a uno de ellos y la puso a salvo, dentro de lo que cabía, pero quiso asegurarse de que todos estaban evacuados.

-¡No queda nadie en el barco, solo el capitán! ¡Sube ya! - Gritaba Gertie desde uno de los botes

Seyren miró hacia el barco y, apretando los dientes, decidió dejar al capitán y subir en el bote. Los pequeños salvavidas tuvieron dificultades, pero finalmente, consiguieron llegar al Continente Norte. Eso sí, un tanto apretados.

El capitán, en sus últimos momentos antes del hundimiento, pegó un golpetazo en la madera y se dijo a sí mismo: He perdido, Ibanoff. Espero que superen ellos la tormenta. ¡Yo no abandonaré mi barco!

Al llegar al Continente Norte, todo cambió. Un campamento preparado, con precarias condiciones, era lo único que había a la vista. El paisaje se aproximaba peligrosamente a ser un yermo.

-¡Nuevos integrantes! ¡Si venís al Continente Norte es que venís a luchar! - Fue el recibimiento del comandante, quien esperaba la llegada - Así que ya os estáis preparando para unas cuantas pruebas. Como habéis llegado más tarde de lo previsto, empezaremos mañana. ¡Despejad la zona, vamos!

Cenia ya bajaba la cabeza y miraba a sus dos compañeras en edad, Tres y Armaia, quienes estaban muy impactadas por el recibimiento tan brusco e inesperado.

Aquella noche todos estaban muy cansados del viaje. Sin embargo, en lugar de descansar, Armaia estaba recordando algo que le susurró Cenia justo en la llegada al continente.

"Si no superas la prueba, se te va a escapar. Son muy estrictos."

Armaia había agarrado un hacha de leñador y, durante gran parte de la noche, estuvo pegando cortes al tocón de un árbol. Así fue hasta que alguien la detuvo. No era la única despierta.

-No lo haces mal. ¿Quién te ha enseñado, Armaia?

La niña estaba jadeando por el esfuerzo, pero escuchar esa voz parecía regenerar sus fuerzas. Seyren estaba despierto y justo allí, presenciando el entrenamiento intensivo de Armaia.

-Nadie... Aunque recuerdo al tío Howard hacerlo más o menos de esta manera.
-Howard, ¿eh? Tienes un buen profesor en ese caso. Te estás esforzando mucho, ¿no crees?
-Sí...
-¿Por qué? No te veía muy luchadora cuando te encontré en el portón.
-Porque...

Armaia suspiró, dejando a la mitad su frase.

-¿Quieres saber si estás preparada?
-¿Eh?
-Venga, atácame. Veamos de lo que eres capaz.
-No... No puedo...
-¿Por qué no? No me vas a hacer nada, Armaia.
-¡No puedo atacar a quien amo!
-¡Si no lo haces, no vas a poder seguirme en mi camino!

Armaia recordó el susurro de Cenia y no se lo pensó dos veces. Agarró el hacha con todas sus fuerzas y cargó contra el caballero. El primer ataque fue desviado por la espada de Seyren, pero el que vino a continuación, un hachazo dirigido al costado como si de talar un árbol se tratase, golpeó en la armadura, derribando al caballero.

-¡Seyren! ¿¡Estás bien!?
-Perfectamente.
-¡Lo siento, no quería...!
-Te quiero, Armaia.

la niña, ahora situada al lado de Seyren, quien estaba tumbado en el suelo, no podía ser más feliz. Finalmente lo había conseguido.

...

-Esa maldita niña... ¡Me lo ha arrebatado! Y yo aquí, sin poder hacer nada más que mirar - Se quejaba furiosamente Gertie.
-Es una pena, pero si yo he tenido estos contratiempos, tú tampoco vas a encontrar pareja si yo puedo impedirlo.
-Eres...
-Celia. ¿Te acuerdas de mí?
-¿Cómo no me voy a acordar? Amante a la fuga del rey. Vaya título te has ganado.

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