domingo, 11 de septiembre de 2016

Relatos de un PNJ #8: Tormenta


-Señor Ibanoff, los pasajeros están esperando. ¡Deje de impedir que el barco zarpe!
-¡Me niego! Si este barco zarpa ahora se irá a pique. Las aguas están agitadas.
-Es un día soleado y el mar está tranquilo. No entiendo por qué dice usted semejantes cosas.
-¡No puedo permitir que otro barco se hunda!
-¡Pero usted no es el capitán! - Levantó la voz el timonel, que estaba esperando las órdenes de su superior.
-Da lo mismo. ¡Vosotros dos, acompañad al señor Ibanoff al muelle!

Dos marineros hicieron caso al capitán. El señor Ibanoff fue un gran lobo de mar, pero ya se retiró.

-Yo se lo avisé. Prepárese para hundir las vidas de sus pasajeros.
-No lo harán porque no pasará nada, viejo loco - Sentenció el capitán del barco.

Tardarían un par de días completos en llegar al Continente Norte. Margaretha no quiso salir de la habitación, porque decía que probablemente acabaría mareada. Seyren, sin embargo, no aguantó ni un minuto para salir a la cubierta. En el camino, pasaba por la habitación de Trentini, y vio salir a Tres corriendo muy rápidamente de esa habitación. No pudo ver lo que había dentro antes de que se cerrase la puerta, pero el caballero estaba extrañado por lo que acababa de ver. "¿Esa niña es Tres? ¿Qué hace en este barco?" pensó. Acto seguido, fue a buscar dónde se había metido. Al salir a cubierta, el caballero encontró a alguien conocido.

-¡Seyren!
-Oh, hola, Gertie. Me alegro de verte.
-Y yo a ti.

La mujer abrazó fuertemente al caballero, pegándose a él todo lo posible. Seyren acabó pidiendo educadamente que se apartase, de lo que duró el abrazo.

-Me encanta viajar. Conocer mundo, ¿sabes? - Dijo Gertie.
-A mucha gente le gusta, pero yo no viajo por gusto.
-¿No? ¿Tienes trabajo?
-Soy un caballero. Tendré que ir a la batalla. Para algo me he entrenado, ¿no?
-Cierto...

A Gertie no le hacía mucha gracia la idea de que su caballero tuviese que jugarse la vida en un campo de batalla. Sin embargo, eso no impedía que intentase aprovechar al máximo el tiempo que podía pasar junto a él. Mientras tanto, detrás de unos barriles, Tres estaba escondida espiando y escuchando toda la conversación.

Cenia estaba apoyada en la baranda de babor, contemplando la inmensidad del mar mientras respiraba hondo. Ella sabía bien lo que le esperaba una vez llegase al Continente Norte. Cecil se había quedado en su camarote, entretenida en ensartar una manzana al vuelo con una flecha disparada del revés.

La mañana fue tal y como estaba previsto. El problema llegó por la noche. Las nubes no daban buenas señales, y comenzó una lluvia nocturna. Apenas algún marinero salía a cubierta, porque era su obligación. Sin embargo, el oleaje se hizo cada vez más violento, acompañado del sonido de los truenos y los destellos de los relámpagos. Gertie casi acaba por los suelos debido al movimiento brusco continuo del barco, y salió a quejarse. También salieron Armaia y Tres, para ver la gravedad de la tormenta, y Cecil, que estaba malhumorada porque se había despertado con el movimiento.

La curiosidad de las niñas les jugó una mala pasada. Tres estaba mejor preparada físicamente y consiguió mantener el equilibrio cuando abrieron la puerta que se dirigía a la cubierta entre las dos, pero Armaia pareció salir rodando escaleras arriba acabando en la barandilla del navío. Tres dio la voz de alarma. Cecil estaba demasiado "ocupada" discutiendo a gritos con el capitán mientras que Gertie acudió a la llamada. Seyren, a su vez, se levantaba de su cama para atender los gritos de Tres.

-¡Mi amiga está en la barandilla y se va a caer!
-¿¡En serio!?

Gertie salió corriendo hacia Armaia, que estaba agarrada con todas sus fuerzas a la barandilla. Se había dado un buen golpe, pero aún consiguió aguantar sujeta al barco. Seyren vio desde lejos el panorama y salió disparado a cubierta. Esa niña era Tres, y su amiga solo podía tratarse de Armaia.

Mientras tanto, en la cubierta...

-Armaia. No lo intentes más. No se va a fijar en ti.

La niña no contestaba. Centró sus fuerzas en sujetarse de la barandilla, pues Gertie no la estaba ayudando realmente.

-Podría soltarte las manos ahora mismo y dejar que cayeses al mar - Decía Gertie sonriendo - Pero no lo voy a hacer. Porque será mejor hacerle ver que puedo salvarte.

Armaia resoplaba, hasta que finalmente Gertie agarró su brazo y tiró de ella, salvándola del mar. Un rayo más tarde, Seyren arrastró a las dos hasta dentro de las habitaciones.

-Armaia, Tres... ¿Qué hacéis aquí? - Preguntó Seyren.
-Conseguimos colarnos. Tenemos viaje gratis - Respondió Tres.
-Pero volveréis a casa, ¿no?
-Pues...
-No - Armaia interrumpió a Tres.
-¿Cómo? - Dejó escapar Gertie.
-Íbamos al Continente Norte para...
-...Ayudar en los campamentos - Completó Cenia, que acababa de llegar, la frase que Armaia no habría sabido terminar.
-¡Cenia! ¿Tú sabías que ellas dos...? - Preguntó Seyren.
-Claro. Has tenido muchas oportunidades para verlas. Aunque se han escondido bien.
-¿No es muy peligroso para vosotras? - Insistió Gertie - Ya véis lo que acaba de ocurrir.
-Bueno, todos estamos cansados. Será mejor que intentemos descansar aunque el barco se mueva tanto - Propuso el caballero.
-Menuda noche... - Murmuró Tres.

Armaia suspiró, y Cenia le susurró al oído: Sigue intentándolo.

En cuanto Seyren cerró la puerta de su camarote, se encontró a Margaretha despierta, esperándolo. El sonido del cierre fue suficiente para que ella se diese la vuelta y, revelando la cara sonrojada de la sacerdotisa, dijo claramente:

“Te quiero.”

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