domingo, 1 de mayo de 2016

Inalmia y el pájaro negro del reencuentro

Estaba sentado frente a una jaula enorme con pájaros de todos los colores en el interior. Podían verse a través de un gran cristal rectangular. El pájaro azul era uno de los más grandes, y destacaba también el pájaro negro, dominante en la rama más alta de la jaula. Incluso los pájaros amarillos iban a ayudarlo si se enfrentaba a otros pájaros para arrebatarle el puesto. El pájaro marrón revoloteaba con el pájaro rojo de un lado para otro de la jaula, como si fuesen uno solo.

"¿Tú qué pájaro eres?" Eso fue lo que me preguntó una desconocida. Tenía el cabello negro, muy liso y largo. Apenas podía ver el color de sus ojos rasgados, pero su piel parecía más tersa que la de cualquier otra persona que conociese excepto mi hija, cuya piel no tiene par con la de ninguna otra persona. Un poco aturdido, me presenté. Ella se llamaba Inalmia. Un nombre extraño, cuanto menos.

Tras presentarnos y dejar un silencio un tanto incómodo de por medio, recordé la pregunta y contesté.

- Probablemente sería el pájaro verde, ese que está tranquilamente sentado en su rama, sin que nadie lo moleste.
- No es cierto. Tú eres el pájaro rojo. Mírate.
- ¿Sólo porque mi túnica es roja?
- No. Porque vas con el pájaro marrón.
- No voy con nadie ahora mismo.
- Fíjate bien. Cada vez que el pájaro marrón se acerca al negro, el pájaro rojo frena un poco, antes de continuar el vuelo con su amado pájaro marrón.
- Un momento. ¿Qué pájaro eres tú?
- ¿No te has dado cuenta? Soy el pájaro negro, y hoy soy yo la que manda.
- Pues vaya. A sus pies, damisela - dije en tono de burla.
- Supongo que te refieres al pájaro marrón, no al negro.
- ¿Cómo?

Entonces fue cuando unos brazos aparecieron enfrente mía, abrazándome desde la espalda. Estaban cubiertos por un abrigo marrón. Yo conocía esos brazos, y me quedé estupefacto. No me esperaba volverla a ver tan pronto. Sin embargo, me encantó que esto sucediese. Junté sus manos con las mías, aún nervioso, pero no conseguí decir nada más.

- ¿No es mucha casualidad que vayáis de rojo y marrón?

Inalmia, como si conociese de antemano lo que iba a suceder, nos juntó de nuevo. Sólo porque ella quería vernos juntos una vez más. Así fue. Serena estaba a mi lado. Yo estaba al lado de Serena. Ambos estábamos al lado uno del otro. Edward y Serena, juntos una vez más, sólo para demostrar que contra el amor no se puede luchar. Que siempre volverá, aunque sea gracias a los que apoyan esta historia, como Inalmia.

- Me ha recordado esto a algo... Sí, a un cuento de hace bastante tiempo. Ese en el que un pájaro blanco comenzaba a tintarse de muchos colores según pasaba por distintos lugares, hasta que mezclando todos los colores se volvía negro, y entonces moría. No obstante, tú eres el pájaro negro. ¿Cómo?
- Porque no todo el mundo tiene que estar vivo del todo. Nadie lo está.
- ¿Qué?
- Piénsalo.

Meses más tarde me di cuenta de qué quería decir. Explorando mis capacidades, me di cuenta de que podía hablar con espíritus de personas muertas, pero no podía percibir ningún espíritu en Inalmia. Parecía que su espíritu era tan confuso como para detectarlo cuando lo intentaba. ¿Estará ocultando su espíritu, o simplemente no tiene? ¿Es posible ocultarlo siquiera? Hay tantas cosas que no sé sobre mi propia habilidad...

Pero lo que sí sé es que tengo que agradecerle a Inalmia el haberme reencontrado con Serena. Por ello estaré eternamente agradecido.
Y tengo que felicitarla por su cumpleaños, que no lo he hecho. ¡Felicidades!

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