domingo, 10 de julio de 2016

El comienzo del final de la oscuridad (Tributo a Darkest Dungeon #7)

Anya fue la que llamó a la puerta.

- Mañana al amanecer nos reuniremos en la plaza. Cecil me acaba de enviar. Iremos los cuatro. A la cueva de la cala.
- Veo que quiere ir cuanto antes... Está bien. Descansemos hoy, que mañana nos espera un duro día.

Eso fue con lo que sentenció Cornelia. Anya no quiso quedarse, hizo simplemente de mensajera. Ella también tenía ganas de empezar a combatir la oscuridad, causa indirecta de la muerte de su madre.

Cecil lo hacía para recuperar a Azor, aunque eso conllevaba sacarlo de la oscuridad que se lo había llevado. Cornelia estaba convencida a eliminar dicha oscuridad y Arthur sólo los acompañaba para ser útil en sus últimos momentos de vida.

Clerinell estuvo allí antes del amanecer. Anya fue la segunda en llegar y Arthur junto a Cornelia acabaron en el lugar acordado justo después del amanecer. Tomaron el primer carro que consiguieron, ocultando la lepra de Arthur con una máscara, y se dirigieron a la cala. No tardarían en alcanzar la cueva.

Una vez en la entrada, Cecil les contó todo lo que debían tener en cuenta. Peces humanoides y lo que hizo La Sirena con su antiguo grupo. Era estremecedor, pero el equipo estaba bien preparado moralmente para lo peor. Amistad, esperanza, virtud y venganza se juntaban en un grupo dirigido a acabar con La Sirena.

El interior de la cueva fue un tenso paseo. No podían saber cuándo podían ser emboscados. Sin embargo, no lo fueron. Estaba inusualmente tranquila, lo que era bastante extraño. Consiguieron llegar al cubil de La Sirena en poco tiempo y allí estaba, como la encontraron por primera vez.

- No os fiéis. Es un monstruo. Ya veréis - Advirtió Clerinell.
- Que el enfermo vaya delante. Tengo mi estrategia - Añadió Anya.

La Sirena comenzó a transformarse al ver a los visitantes. El mismo horror gigantesco en forma de pez se manifestaba de nuevo. Cecil estaba atento a todo lo que pudiese suceder. Así fue como lo vio. Azor enfrente de la criatura. Su armadura estaba algo oxidada, pero era el mismo, poseído por La Sirena.

Arthur fue el primero en atacar. El cruzado se defendió bastante bien, pese a que el leproso resultó ser hábil con su espada. Anya fue directa a por La Sirena con un hachazo directo a su vientre. Cornelia corrió a ayudarla mientras que Clerinell dio apoyo a Arthur contra Azor.

La Sirena pegó un chillido de dolor que hizo vibrar la cueva. Azor reaccionó inmediatamente y cambió de objetivo. Saltó con su espada apuntando a Anya. Si no llega a ser por el aviso de Cornelia, la bárbara habría muerto en ese instante. Fue herida por encima de la cadera derecha, pero se mantenía en pie, aunque dolorida.

Cecil aprovechó la distracción del cruzado para clavarle un cuchillo a La Sirena. Esa era la estrategia, no dejar a la criatura un momento de sosiego, pues comenzaría a atacar al grupo con sus ataques letales. La Sirena estaba atosigada. Arthur volvió a mantener a raya a Azor, derribándolo con su espada y manteniéndolo en el suelo, no dejándole oportunidad de levantarse. Esto fue la clave para que el resto del grupo atacase a la vez a La Sirena. Cecil acuchilló de nuevo a la criatura, Anya le provocó un corte profundo que hizo sangrar enormemente a La Sirena, salpicándose ella misma de su sangre, y Cornelia la remató con un mazazo en el cuerpo con todas sus fuerzas, que acabó derribando al monstruo.

La Sirena dejó de moverse y, poco a poco, se fue desvaneciendo en humo negro. Azor estaba agotado, luchando contra Arthur. Sin embargo, en cuanto se empezó a evaporar el cuerpo del monstruo, recuperó la cordura. Se levantó la celada y se preguntó: "¿Dónde estoy?"

- Esa Sirena te hechizó y te volvió contra nosotros - Explicó Clerinell.
- Así que es eso... ¿Su herida es por mi culpa? - Preguntó Azor.
- No es nada. Peor lo pasamos en los pastizales - Contestó Anya algo sonriente tras la victoria.
- Vámonos. Cuanto antes volvamos mejor - Ordenó Cornelia.

Así comenzaron. Más miembros se unirán al grupo en el futuro, de eso Cornelia estaba segura. Algún día la oscuridad será purgada del Hamlet. Puede que no sea a manos de Clerinell y compañía, pero los futuros aventureros que lleguen y quieran imitar la hazaña que estos han conseguido podrán conseguirlo.

"El médico brujo ha vuelto para combatir la oscuridad." Eso ponía en el título de la gaceta del Hamlet. Cecil Clerinell se había ganado su fama a base de intentarlo de nuevo. Shauna estaba contenta de que hubiese salido todo bien al final. La recompensa en forma de monedas de oro fue abundante, aunque fuese repartida entre los cinco. Clerinell puso la mitad como ahorros del grupo de exploradores y el resto se lo quedó para él y Shauna, quienes irían algún día a visitar el este.

Arthur acabó viviendo en casa de Cornelia. Como no estaba acostumbrado a tener tanto oro en sus manos, lo acabó escondiendo debajo de la colcha, la cual nadie tocaría, pues pertenece a un leproso. Por lo menos, podría vivir bien. Además, al haber salido en la gaceta, una mujer fue a visitarlo. Amanda Black seguía viva y parecía mucho más sana que cuando Arthur la acompañó. Fue una grata sorpresa para él, aunque ella estaba muy preocupada por el leproso. Se echaba las culpas de su enfermedad, pero no supo que fue eso lo que impulsó a Arthur Feis a convertirse en "el acero oxidado".

Cornelia también puso de su parte en el fondo del grupo, pero lo más curioso fue que utilizó la otra parte en reformar la taberna. No solo por su uso propio, sino porque, según ella, atraería más aventureros. O, por lo menos, pasarían una buena noche.

Anya volvió a su campamento con el tesoro y se formó un nombre entre los bárbaros. "Anya, la poderosa guerrera del Hamlet." Así de simple resultó ser. Con el respeto ganado y parte de la oscuridad vencida, Anya estaba convencida de que tenía que eliminar la oscuridad que mató a su hermana mayor. Aún no sabía que, en parte, Cecil la mató.

Azor, arrepentido por sus actos inconscientes, dejó casi todo el dinero a la iglesia, con el fin de poder meditar y hacer penitencia. Clerinell le acabó contando el cómo pudo escapar del primer encuentro con La Sirena, y al saber que había matado al ballestero, se le subió la rabia a la cabeza y quiso encerrarse en una celda. Si no llegan a tomarlo por loco, iba a pasar un tiempo entre rejas. Afortunadamente, no fue así.

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