domingo, 17 de julio de 2016

Relatos de un PNJ #1: "Mi deber como caballero"

[Relatos de un Personaje No Jugador(PNJ) será una serie en la cual no voy a inducirme tanta presión como en otras. Tengo pensado que sea un conjunto de relatos intentando crear una conexión entre ellos de algún modo. De este modo, disfrutaré mucho más de mi “hobby”, que es escribir estos relatos, sin la presión de terminar un episodio completo para la semana que viene. Esta es la única serie que no está terminada aún y subiré cada semana que haya escrito algo. Mientras tanto, ando también trabajando en “Desafío de Vida 2”, el cual es un proyecto que quiero tener finalizado antes de subir el primer episodio del mismo. Así, tendré tiempo de revisarlo y corregir errores argumentales del pasado, cosa que no podré hacer en esta serie. Aún así, espero no cometer muchos. Dejando de lado las introducciones, os dejo con el primer episodio de esta serie de escritos.]

- Ahora es cuando de verdad empieza.
Eso fue lo que dijo Seyren en cuanto salió de la Iglesia de Viejo Arstis, poco tiempo después de que lo hubiesen nombrado caballero. Finalmente había terminado su entrenamiento y superado la prueba final, la cual pudo completar en el primer intento. Años de esfuerzo dieron sus frutos. Él quería más que nada convertirse en caballero, porque buscaba venganza. Unos hechiceros que se encuentran en paradero desconocido han conseguido invocar a uno de los demonios confinados en las tinieblas desde tiempos inmemorables. El descontrol de la invocación provocó la destrucción de muchas villas e incluso ciudades, además de haberse cobrado muchas vidas. Este mal aún no se ha terminado. Amenaza incluso con expandirse y fortalecerse aún más. Es por eso que Seyren ha tomado las armas. Su padre fue enviado al Continente Norte y nunca regresó. Su mujer mantuvo la esperanza hasta el momento de su muerte, nueve años después. Seyren acabó a cargo de un sacerdote, el mismo que se estaba haciendo cargo de su hermana mayor, Margaretha. Como el chico no tenía la vocación para pertenecer al clero, lo recomendaron en el cuartel, donde decidió instruirse para ser un caballero. Finalmente, lo ha conseguido.
Salió con la armadura puesta. Placas grises, pero claras y brillantes relucían a la luz del sol de mediodía. Con sus ojos marrones entrecerrados y su pelo grisáceo, despeinado tras quitarse el yelmo, se dirigía hacia la plaza. Ya se había acostumbrado a caminar y maniobrar con la armadura, pese al ruido que hacía y lo pesada que resultaba ser. El entrenamiento había incrementado su fuerza sobremanera. Durante el camino, estuvo pensativo.
- ¿Ahora dónde tengo que ir? - Pensaba - Ya soy caballero, pero me falta experiencia. También necesito alguien que me apoye. Hmmm… Voy a ver qué puedo encontrar en las afueras de la ciudad.
Viejo Arstis era una pequeña ciudadela amurallada del Continente Sur. Por su antigüedad, parecía predominar un tono sepia en los edificios. Es una de las ciudades más antiguas, pero no por eso va a tener pocos habitantes. Siempre hay gente por las calles a casi todas horas, ya sea pasando su tiempo o realizando sus quehaceres. Más de un curioso se quedó mirando a Seyren mientras pasaba completamente armado por la plaza a paso tranquilo, sin detenerse ante nadie. Tampoco fue interrumpido, con lo que no tardó en salir de la muralla.
La ciudadela estaba situada en uno de los laterales de un inmenso valle. Toda una pradera se extendía hasta acabar en otra montaña al frente del portón principal de la ciudad. Una niña con un ramo de flores que había recogido se le quedó mirando.
- ¿Es usted un caballero?
- Sí - Contestó Seyren mientras se agachaba, para ponerse a la altura de la chica.
- ¿Y por qué ha salido solo de la ciudad?
- Porque...
No tenía respuesta. Mientras intentaba pensar algo, comenzó a reírse nerviosamente.
- ¿No será que va a rescatar a su princesa? - Interrogó sonriendo la niña.
- ¿Princesa? No, yo no…
- ¿No tiene usted princesa? Vaya caballero está hecho.
- ¡Eh, no todos los caballeros tienen que tener princesas!
- ¿Entonces dónde se dirige?
- … A buscar…
- Lo sabía. Usted quiere encontrar a su amor verdadero.
- ¡Niña! ¿No tienes otra cosa que hacer?
- Uy, sí, pero no puedo sola.
- ¿Cómo? ¿Qué tienes que hacer?
- Ir a Nuevo Arstis para recibir una carta de un amigo de mi padre. Como no me gusta alejarme tanto de la ciudad, pues… Me he quedado recogiendo flores.
- ¿Te da miedo alejarte? ¿En este prado?
- ¡No!
Se hizo el silencio durante unos instantes, hasta que volvió a hablar la niña.
- Bueno… Un poco.
El caballero se echó a reír. La niña se puso roja, avergonzada, e incluso se enfadó con Seyren.
- Ahora ya sé por qué no tienes princesa…
- ¿Qué?
- ¡Eres un caballero malvado! ¡Es el que quiere raptar a la princesa de otro caballero!
- Tú has escuchado muchas historias, ¿no es así?
- Mi padre lee mucho y me cuenta cosas divertidas.
- Pues, como tú misma has dicho, soy el caballero malvado; y ahora me voy a llevar a la princesa.
- ¿A qué prin…? ¡AAAAH!
Seyren atrapó a la niña y la consiguió sentar sobre sus hombros. Evitando con sus brazos que se moviese tanto como para caerse, el caballero comenzó a correr por el prado.
- ¿¡Qué haces!? ¡¡Socorro!!
- Estás pasando por la pradera. Mira qué lejos se ve la ciudad.
- ¡Suéltame!
La niña golpeaba la cabeza del caballero, hasta que se dio cuenta de que no resultaba muy efectivo y Seyren hizo el amago de hacerla caer de espaldas. Ella se agarró lo más fuerte que pudo al cuello y continuó gritando mientras la llevaban.
- Me pregunto qué pasaría si te suelto aquí mismo.
- ¿Eh?
La niña, en cuanto miró a su alrededor y se dio cuenta de que no podía ver ni Viejo ni Nuevo Arstis, entró en pánico. La idea del caballero la hizo llorar.
- Oye, niña. El malo no siempre es tan malo como lo pintan.
- ¡Cállate!
Ni intentaba soltarse ni paraba de llorar.
- Vale, vale, era una broma. Si lo que estaba haciendo en realidad era llevarte hasta Nuevo Arstis. Como me dijiste que no podías sola…
- ¡Pero no de esta manera!
- Venga, bájate de encima de mí y vamos caminando lo que queda.
Ya había dejado sus sollozos. Fue a causa del miedo del momento. Tras una pausa para pensar, contestó.
- Lo hago si me das la mano.
- Está bien.
- Si la sueltas…
- Un caballero no puede dejar sola a una dama como tú.
- ¿Ahora eres caballeroso? ¡Muy tarde! Perdiste tu oportunidad de tenerme como princesa.
- Como si me hubiese interesado tenerla. Vamos, que nos queda la mitad y volver de nuevo todo el camino. Si perdemos el tiempo se nos hará tarde. Ya sabes lo que pasa por las noches fuera de la ciudad, ¿no?
- No.
- Vienen los lobos y se llevan a las niñas como tú a las cuevas donde se las comen.
- ¡Anda ya, no soy tan ingenua! Todos saben que los lobos cazan a los hombres grandes, que tienen más carne.
- Chica lista, intenté asustarte. Entonces no sé por qué te da miedo cruzar el prado, si sabes tanto.
La niña resopló y se quedó callada. Seyren no podía evitar sonreír, tapándose la boca con la mano que no sujetaba la de la niña, para que ella no se diese cuenta. Acabaron llegando al portón de Nuevo Arstis, donde el caballero esperó a que la niña volviese con la carta. No tardó en regresar, con lo que volvieron a hacer el camino por donde habían venido.
- Una cosa, caballero…
- ¿Sí?
- ¿Cómo te llamas?
- Seyren. Es verdad, no nos habíamos presentado. ¿Cuál es tu nombre?
- Armaia.
- Un placer conocerte.
- Tampoco me dijiste qué tenías que hacer. ¿Por qué estabas fuera?
- Lo he ido pensando por el camino. Quiero poder viajar al Continente Norte.
- ¿El Continente Norte? ¿Dónde es eso?
- Está muy lejos, y hay que tomar un barco durante muchos días para llegar.
- ¿Sabes qué hay allí?
- No…
- ¿Para qué quieres ir entonces?
- Digamos que… Es un secreto de caballero.
- Sí que te has ido lejos para intentar encontrar tu princesa.
- ¿Otra vez? ¡Que no tengo!
- Ya lo sé, pero te ves muy mono cuando te provoco con eso.
- Anda, sigue caminando.
Atardecía. El prado comenzaba a tornarse color naranja y aún quedaba un largo camino hasta Viejo Arstis. La caminata se había hecho más larga de la cuenta, pues gran parte del viaje lo habían hecho corriendo con Armaia en brazos, pero a la vuelta fue mucho más pausado. Tanto que la noche los acabó sorprendiendo. Se veían las luces de la ciudadela a lo lejos, pero nada más.
- Oye, Seyren, hace frío.
- Si hubieses ido cuando te lo dijeron y no te hubieses quedado parada habrías llegado de día.
- ¡Por lo menos tengo estas flores!
- Pues pídele a las flores que te den calor.
- Muy gracioso… ¿Qué fue eso?
Se había escuchado un ruido extraño de repente. Un movimiento brusco de hierba. No era causa del viento. Alguien más andaba por allí. La oscuridad apenas dejaba ver algo, así que decidieron continuar, pero manteniéndose alerta. Seyren no sabía sobre nada peligroso en el gran valle, pero tenía una mala sensación. ¿Algún secuestrador? Esa era la única posibilidad que el caballero imaginaba. Acertó por casualidad. Un hombre ágil tendió una trampa a Seyren, quien pisó un cepo que lo tumbó al suelo. La niña pudo ver la trampa en cuanto el caballero cayó sobre la hierba, pero era demasiado tarde. Esta vez, aquel que se llevaba a Armaia sí que era un “caballero malvado”. Mientras la niña gritaba asustada, Seyren no podía creer lo que estaba sucediendo. Las cercanías de Arstis siempre habían sido muy pacíficas, y ahora acaban de secuestrar a una niña delante de sus narices.
- ¿Cómo he podido dejar que esto pasase? Maldito cepo...
Ayudado por sus guantes metálicos pudo liberar su pierna de la trampa, pero era demasiado tarde. No tenía ni una sola pista de quién era ese hombre ni dónde iba a llevarse a Armaia. Correr por el prado a ciegas no tenía sentido, así que prefirió volver apresuradamente a Viejo Arstis, no sin antes asegurarse de que sus grebas estaban en condiciones tras la trampa. Mientras hacía esto, vio que la niña había soltado la carta y las flores cuando la atraparon.
- Sus padres estarán muy preocupados… ¿Cómo me presento yo ahora a ellos? Ni siquiera sé quiénes son, pero es… ¿Mi deber como caballero? - Pensaba Seyren - Sí. Tengo que buscar la manera de rescatarla. No puede ser que esto acabe así. No tengo que permitir que la hagan daño.
Seyren volvió corriendo hasta Viejo Arstis y, a la luz de uno de los faroles, abrió la carta. No tenía otro remedio si quería saber a quién enviarla. En lo alto, afortunadamente, podía leerse el nombre completo. Buscó su vivienda a esas horas de la noche y golpeó la puerta, esperando que estuviesen despiertos sus padres. Abrió casi al instante un hombre recio con cicatrices en ambos brazos.
- ¿Quién es usted?
- Seyren. Seyren Wind…
- ¿Por qué está aquí un caballero armado a estas horas? ¿Ha visto a mi hija, por algún casual?
- Sí…
- ¿Dónde está?
- No lo sé.
- ¿¡Cómo que no lo sabe!?
- Déjeme explicarle lo que he visto, cálmese.
El caballero lo pasó bastante mal mientras contaba lo sucedido. Le entregó la carta abierta y las flores. El padre no podía creerse lo que había pasado. Estaba tan extrañado como Seyren al ver que algo así había sucedido en estas pacíficas tierras.
- A ver cómo le explico a mi mujer que la han secuestrado… Tenía que haberla acompañado y haber dejado mi puesto un momento… Qué fracaso de padre.
El hombre se veía muy preocupado. No sabía lo que hacer. Seyren tampoco.
- Yo también he fracasado como caballero, señor. Mi deber era protegerla y no pude. A partir de ahora, voy a intentar recuperar mi honor. Haré lo posible para encontrar a su hija.
- Es… Muy amable por su parte. Lo recompensaré, lo juro. Siento haber sido tan desconfiado y descortés con usted. Se nota que es un caballero.
No tiene que disculparse. Ahora, intentemos descansar. Hasta más ver.
Seyren no sabía cómo acababa de actuar. Lo hizo por instinto. El ofrecerse a ayudar al padre de Armaia salió desde dentro de su corazón. Eso era lo que estaba despertando en Seyren, su deber como caballero. No había sido entrenado para nada, y una simple trampa no podrá detenerlo a partir de ahora. Era su momento de demostrar su valía. Al día siguiente, comenzaría su primera misión: Encontrar el paradero de Armaia.

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