sábado, 19 de marzo de 2016

¡Bandidos en el Bosque! (Tributo a Darkest Dungeon #2)

(Exacto. Otro tributo a este juego. Simplemente me ha encantado. ¡Espero que os guste!)

- ¡Marchen, soldados!

Con un suspiro, el resto del grupo siguió a Samuel Dacre. Siempre había sido un hombre de armas muy dedicado. Quizás fue por eso que lo expulsaron del cuartel y vino a parar a estas tierras. Equipado con un mazo y un escudo, lideraba esta expedición.

- Lo que hay que aguantar...

Simon Berry era un cazarrecompensas fracasado. No podía ganarse la vida con ello, así que acudió a la llamada a gritos de estas tierras. Las recompensas estaban aseguradas. Es la supervivencia la que no lo está. Iba armado con un hacha de una mano. La otra la tenía reservada para sus otras estrategias.

- Por lo menos aún hay luz.

Cornelia Hyde es una de las pocas monjas rebeldes. Aquellas que pierden la fe y buscan otro sentido a su vida. Ella lo intenta encontrar en estas exploraciones. Una maza metálica es su única defensa.

- ¡Esperad! ¡Harry está oliendo algo!

Robert Johnson es un adiestrador de perros. Ha usado esa profesión para ayudar a la causa de estas tierras y llevar a su mascota en la exploración. Su perro, Harry, parecía conocer ese bosque desconocido.

El perro, dando un par de ladridos, alertó al grupo del peligro. Un grupo de bandidos se les aproximaba. De ese modo, pudieron evitar ser sorprendidos.

- ¡Adelante, sed valientes! - Animó Samuel
- ¡Cállate! - Mandó Simon.

El perro se lanzó a los arbustos, donde se disparó un trabuco al aire. La mascota había sorprendido al bandido que se escondía para la emboscada. Sin embargo, quedaban un par más. Dacre se enfrentó al más grueso de los dos y Simon estuvo frente a frente contra uno mucho más delgado que llevaba dos cuchillos.

Simon intentó evitar el primer ataque del enemigo, pero no fue tan rápido como el bandido y recibió un corte. La sangre empezó a brotar de la herida en su costado derecho, lado por el cual el cazarrecompensas tenía una trampa preparada. Lanzó un gancho con una cuerda al bandido. Acertó, pues estaba muy cerca, y tiró violentamente de la cuerda. El bandido había sufrido un doloroso ataque, cerrado con un mazazo de Cornelia, que estaba esperando su momento para atacar.

Samuel, sin embargo, no lo estaba pasando muy bien. El bandido era un grandullón y atacaba constantemente al hombre de armas, que apenas podía defenderse con su escudo. Harry aún no había acabado con el bandido del trabuco, así que Robert se armó de valor e intentó ayudar a Dacre. Agarró su cachiporra y golpeó lo más fuerte que pudo al bandido. Lo hizo tambalearse, pero no fue suficiente. El grandullón cambió de objetivo. Dejó de golpear a Samuel y fue a por Robert, que fue derribado fácilmente por el gigante al que se enfrentaba. Pero Dacre apareció de nuevo con su escudo, protegiendo a Johnson del bandido y golpeándolo en un contraataque propio de un hombre preparado para la batalla. Aprovechó la debilidad del bandido para golpearle con su escudo desplazando su peso junto a él, de modo que tumbó al grandullón y Harry volvió para rematar la faena justo en ese momento. No quedaban más bandidos vivos.

- ¿Estáis todos bien? - Preguntó jadeante Samuel.
- Eso parece... - Respondió Simon.
- Esa herida no tiene buena pinta. ¿Tenemos vendas? - Observó Cornelia.
- No. Ni siquiera nos dieron algún vendaje antes de venir - Contestó Robert -. Dacre, gracias por protegerme.
- No fue nada. Hay que mantener a las tropas.
- No va a parar, ¿verdad? Volvamos antes de que me desangre - Se quejaba Simon.
- Eso, vámonos. Ha sido suficiente.

Volvieron al pueblo. Simon fue tratado por los doctores, pues había perdido mucha sangre. Samuel Dacre y Robert Johnson pasaron la noche en la taberna, mientras Cornelia simplemente fue a la posada tras visitar el cementerio. Aún habló a una de las lápidas.

- Es matar o morir. Y si mueres, es para siempre. Maldita sea, Baine. No se puede jugar siempre a los dados. Tu confianza en la suerte te ha matado. Todo por correr demasiados riesgos.

Cornelia notó una presencia a su espalda. Se giró rápidamente y en actitud defensiva. Dudó que fuese alguien peligroso, pero nunca se sabía. Se sorprendió sobremanera al reconocer quién era cuando se quitó la máscara para saludarla.

- ¿Cornelia?
- ¿Cecil?

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