sábado, 19 de marzo de 2016

Desafío de Vida #14: Las Cuevas de la Trinidad (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Esta vez hacía un día muy soleado. Eso fue en lo primero que se fijó Ricardo antes de aventurarse en la zona que marcaría su paso por este desafío. Considerando el buen día como un magnífico augurio, se preparó para el siguiente desafío. El problema eran los libros. No sabía si llevarse uno de los dos o ninguno. Ambos eran increíbles, pero la capacidad de llevarlos es limitada. Decidió llevarse la Hachecutadora, su armadura de siempre con los pantalones del Gran Maestro Xin y la máscara reptiliana.

- Si no te decides, será de noche antes de que entres allí.

Paulina entraba en el almacén para ver a Ricardo debatirse entre sus objetos.

- Es que es muy difícil. Creo que debería llevarme uno de ellos, pero no puedo - Dijo Ricardo aún preocupado por ello.
- Pues no lo hagas. Si vas más cómodo, mejor podrás luchar, ¿no?

Hizo caso a sus palabras. No porque tuviesen razón, sino porque confiaba en Paulina. No se lo pensó dos veces y guardó los libros en la misma caja que la G.M.P., la poción que consiguió en los Laboratorios Magma tiempo atrás. Aún conservaba su color y brillo característicos.

Sonriendo ligeramente, fue hacia el altar de la gema morada. Paulina estuvo frente a Ricardo hasta que este cerró los ojos y desapareció de su vista de nuevo.

¿Una cueva? ¿Un desierto? Lo cierto es que no se sabe por qué pueden crecer cactus en este lugar con esa combinación. Sin embargo, eso no era lo que más impactó a Ricardo. El fantasma que lo iba a acompañar era un tanto inusual con respecto a su apariencia.

Un hombre de cabellos largos castaños recogidos en una coleta, barba abundante y ojos también castaños. Llevaba un chaleco amarillento junto a una camiseta de mangas cortas negra. El factor interesante es el martillo que llevaba. Un martillo cuya empuñadura era enormemente grande. Este era Manuel, el fantasma que acompañaría a Ricardo por este curioso lugar.

- Hola. ¿Todo bien?
- Eso espero, sí.
- Soy Manuel y estás en las Cuevas de la Trinidad - Dijo con un gesto de poco interés.
- ¿De la Trinidad?
- Sí. Decían que en esta cueva nacieron una especie de tres dioses: Cobalus, Meda y Protox.
- Está bien. De dioses estamos hablando, ¿eh?

Ricardo murmuró eso último, asintió y se adentró en la cueva. Manuel comenzó a advertirle de los peligros del camino.

- Ten cuidado con las arenas movedizas. Hay muchas aquí, y pueden ponerte en apuros. También hay que intentar que esos malditos Lanzabombas no te alcancen, porque son destructivos. Además, han dejado minas enterradas por toda la cueva, así que en cualquier momento puede explotar el suelo. Son varias cosas, sí.

Hablaba como si hablase consigo mismo. Ricardo lo escuchaba sin prestar demasiada atención pese a que había entendido lo importante: Muchos peligros acumulados entre pólvora y arena. Avanzando, encontró a sus primeros contrincantes. Unas personas que no tenían pinta de estar en un estado de salud bueno eran esos Lanzabombas cargados de explosivos. Artefactos empezaban a llover y explotar al contacto con el suelo. El terreno se deformaba fácilmente, con lo que Ricardo tenía que actuar rápidamente. Los enemigos apenas tuvieron tiempo de reaccionar ante la maestría que ha ido adquiriendo Ricardo para asesinar rápidamente. El problema fue que al caer al suelo los cuerpos de los Lanzabombas, también explotaban. Eso fue un golpe inesperado que hizo caer al elegido sobre la arena debido a la onda expansiva.

Todo explota en este lugar. Esa fue la mentalidad de Ricardo mientras se levantaba. Estaba en lo cierto, pues al levantarse volvió a caer por una explosión que tuvo lugar bajo tierra. Justo debajo de los pies de Ricardo. Afortunadamente no fue letal ni causó daño alguno al elegido porque esas minas estaban plantadas a gran profundidad. Simplemente fue un susto bastante grande para él.

- ¿No me van a dar un respiro?
- Ya has visto que hay que tener cuidado con las explosiones. Las va a haber por todas partes.
- Pues vaya. No quiero quedarme sordo.
- ¿Qué dijiste?

Ricardo suspiró. Al parecer, la sordera había afectado al fantasma que murió aquí. Tenía sentido. Varias explosiones se escucharon a lo lejos. Extrañado, fue a comprobarlo. Los Lanzabombas que caían tropezando con sus pasos torpes sobre la arena no podían salvarse de su destino. Todos y cada uno de ellos estaban destinados a convertirse en pólvora. Ricardo se dijo que pensaría en esto más tarde. Ahora estaba ocupado corriendo por la Cueva de la Trinidad buscando la gema. Cuanto más avanzaba, mayor era la cantidad de explosiones y más eran los Lanzabombas que dejaban de arrojar sus explosivos y se lanzaban contra Ricardo para explotar. Unos auténticos suicidas.

- ¡Esto no es normal! ¡Voy a correr!

El elegido prefirió avanzar rápidamente por la cueva. Con la agilidad de los pantalones de Xin era tarea sencilla, pero las arenas movedizas empezaron a jugarle malas pasadas a Ricardo. Estaba atrapado. No podía mover sus piernas pese a estar aplicando toda su fuerza. Un Lanzabombas se acercó y lo encontró con las piernas ya hundidas casi totalmente. Ese Lanzabombas fue el salvador del elegido en ese instante. Se tiró al suelo y con la explosión reestructuró el terreno, pudiendo Ricardo salir de la trampa natural. Él se quedó impresionado. Había visto que ese enemigo sonreía afablemente.

Continuó su carrera entre explosiones. El ambiente olía a pólvora por todas partes. El humo ascendía hasta el techo de la cueva. No podía guiarse por sonido alguno. Agarró su Hachecutadora fuertemente y siguió corriendo hasta ver una especie de pilar de fuego. Impresionado, tropezó y cayó en la arena. Ese suelo donde cayó se hundió por una explosión interior como la que sucedió antes. Ricardo acabó cubierto de arena. Pero no se rindió. No importaba las veces que cayese, porque no se rendiría.

Unas escaleras de roca rodeaban a una distancia demasiado prudente el pilar de fuego mencionado. No era una obra normal. Era la obra de algún dios. Ricardo ascendió por las escaleras lo más rápido que pudo y se detuvo al final de ellas. Había un asiento de piedra pulida justo enfrente del pilar para poder contemplarlo. Se dio cuenta de que Manuel no estaba por ninguna parte.

"Siéntate. Es la hora."

Ricardo escuchó que esa voz provenía directamente del fuego. Tuvo la sensación de haberla escuchado antes. Sin darle mayor importancia, obedeció y se sentó, pues estaba bastante cansado.

"Soy Meda. Un miembro de la Trinidad. Tus respuestas aquí decidirán los destinos."

Ricardo asintió. Aún así, estaba impactado por todo lo que estaba sucediendo.

"¿Piensas que sólo existe una vida? ¿Sí o no?"

Tuvo que pensarse la pregunta. No era algo convencional, pero él contestó.

- No. Hay más.
- Bien. Siguiente cuestión: ¿La muerte es un castigo de los dioses? ¿Sí o no?
- No. Somos los humanos los que morimos de viejos porque nuestro cuerpo no aguanta.
- Bien. Siguiente pregunta: ¿Serías capaz de enfrentarte a un dios?
- ...

Ricardo tuvo que meditar esta pregunta bastante rato. La respuesta fue:

- Sí. Lo sería.
- Muy bien. Última pregunta: ¿Quieres desafiar a ese dios?

Ricardo estaba a punto de decidir algo importante. Él lo sabía y pensó cuidadosamente su respuesta.

- Sí. Lo desafío.

Notó cómo el pilar de fuego se hacía más poderoso, como si se hubiese enfadado. Ricardo puso mano en la Hachecutadora.

- Has terminado con esta cueva, bravo humano. Tienes la gema morada detrás de tu asiento. Ahora todo va a ser más difícil. Protox es el encargado de derrotarte y tú eres el encargado de derrotar a Protox. Enhorabuena, eres el segundo que consigue la posible resurrección en masa.
- ¿Eso significa que si supero este desafío podremos revivir todos los fantasmas?
- Eso es. Nevan ya lo intentó antes que tú. Sin embargo, Protox la derrotó en el último momento. Ahora tú eres quien debe intentar cumplir ese desafío.
- Ese desafío de vida. Voy a cumplirlo.

Ricardo se levantó, agarró la gema morada y volvió directamente al Nexo. Todos los fantasmas lo estaban esperando en la sala de altares.

- ¿Qué hay aquí? ¿Por qué se reunieron todos?
- Cuéntales, Ricardo - Dijo Paulina -. ¿Qué tal te fue allí?
- Que he aceptado el desafío de vida. La resurrección en masa no es una posibilidad. Vais a revivir como yo me llamo Ricardo.

Hubo vítores entre todos los fantasmas. Ahora su destino estaba en manos de Ricardo. Colocando la gema morada en su lugar tras haber tenido tal recibimiento, sucedió lo increíble. Manuel apareció y todos los fantasmas que rodeaban a Ricardo se materializaron. Ya no podían flotar ni atravesar paredes. Eran personas. Seres humanos.

- Hacía tiempo que no me sentía así - Dijo Gabriela.
- Ahora sí que vamos a divertirnos - Comentó alegremente Paulina.
- Me gusta. Esto se pone interesante - Dijo Francisco.
- Voy a poder terminar ese libro que había en el Nexo la última vez - Pensó Luisa.
- Confío a partir de ahora en este hombre, sin duda - Añadió Víctor.
- Estaré para servir a mi señor en lo que necesite - Continuó Mimi con una reverencia.
- ¡Vamos a machacarlos! - Siguió Cristina dando un pisotón adelante.
- Parece que ahora está a nuestro alcance de nuevo. No podemos fallar esta vez - Reflexionó Luis.
- Vamos a por todas. Sabemos cómo ganar - Incluyó Rubén.
- Y vamos a resurgir de nuestras cenizas como el Fénix - Concluyó Manuel.
- Con todo este apoyo... No sé cómo no lo conseguisteis con Nevan.

Todos agacharon la mirada.

- Oh. Es cierto. ¿Pero por qué esas caras? Voy a reviviros a todos vosotros. Nevan incluida. Ese Protox no va a ser rival para mí.

Todos se concienciaron un poco. La capacidad de subir la moral que tenía Ricardo era increíble. De pronto, recordó que le faltaba hacer una pregunta.

- Manuel. ¿Cómo moriste en las Cuevas de la Trinidad?
- Fue muy injusto. Sólo por no creer en los dioses el pilar de fuego me mató.

Y la misma mirada, esta vez en forma humana, estaba ahí. Todos seguían mintiendo, como siempre. Tendrían sus razones, pero empezaba a ser cansino. Una vez retirada la reunión por ese día de emociones fuertes, Ricardo fue a descansar en su habitación. Los salones libres fueron ocupados por la reciente llegada de tanta gente que antes no necesitaba dormir. Ricardo se tumbó en su cama.

- En realidad, vivimos como ese Lanzabombas. Nos sacrificamos por los demás. Eso no sirve con todos nosotros. Algunos se lo acaban creyendo más que otros y se preocupan por sí mismos. Es curioso que piense estas cosas una vez muerto y estando al borde de la muerte al mismo tiempo. Estoy realmente cansado. Tanta explosión me retumba la cabeza. Mejor descanso un rato.

Paulina se quedó dormida sentada al otro lado de la puerta de Ricardo. Despertó antes que él, con lo que no fue descubierta. Ese sentimiento parecía ahogarla todo el tiempo. Se ahogaba y no podía salir a la superficie. No podía apenas acercarse a Ricardo sin que se notase al rato que se sonrojaba. Decidió tomarse un baño en cuanto despertó. Para ocultar la vergüenza que sentía tras dormirse en la puerta del elegido, un baño muy frío era la solución.

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