sábado, 19 de marzo de 2016

Bomba de Amor (Tributo a 'Keep Talking and Nobody Explodes')

- Te quiero, Amanda - Pronunció nerviosamente.
- ¡Fran!

*Un día antes...*

- Lo mejor sería tener más tiempo para estar juntos, ¿verdad?
- Lo mejor sería tener más tiempo para todo - Contestó Amanda - porque con eso de que cualquiera pueda plantar una bomba estamos hasta arriba de trabajo.
- Ojalá pudiéramos tener todo ese tiempo.
- Ojalá. Pero ahora tengo que seguir con el informe de la última bomba desactivada. Dame unos minutos y acabo.
- ¿Unos minutos solo? Para ti todo el tiempo que quieras.
- Te pones pesado a veces, ¿eh, Fran?
- Lo siento, ya me voy. Hemos quedado para improvisar un poco antes de mañana por la noche.
- Cierto, vais a tocar en el club mañana. Espero estar libre.
- Nos vemos cariño.
- Hasta luego.

Francisco pasaba por la comisaría alguna que otra vez a la semana para ver a su mujer: Amanda. Él era el saxofonista en un pequeño grupo de jazz que tocaba semanalmente por las noches en el club "Dos Cielos". Amanda era una de las más veteranas en ayudar a los artificieros con la desactivación de bombas. Una mente organizada y experta en mantener la calma y hacer que el que tiene la bomba en sus manos también consiga mantenerla.

Como los casos de amenaza bomba se habían multiplicado, el trabajo de Amanda requería que ella estuviese más tiempo del normal en su puesto. Junto a Yassine, el artificiero que seguía las instrucciones de Amanda, habían desactivado ya más de cinco bombas en dos semanas.

*Al día siguiente, por la noche...*

- ¡Evacúen todo el mundo! ¡Hay una caja bomba tras el escenario!

Con gran estruendo, el público hizo caso al dueño del local y los músicos dejaron de tocar para salir del establecimiento. Entre ellos estaba Francisco.

- He llamado a la policía. Dicen que el artificiero está de camino - Informó el dueño del local.
- Espero que no vuele por los aires el edificio antes - Dijo uno de los músicos.
- Un momento, me están llamando.

...

- ¿Sí?
- Aquí la comisaría. Amanda al habla. Hay un ligero problema. ¿Puede usted atenderme un momento?
- Por supuesto.
- El único artificiero que podía llegar a tiempo ha tenido un percance grave. Vamos a tener que intentar desactivar la bomba sin el artificiero. Voy a necesitar a un voluntario de entre ustedes con el que pueda comunicarme para darle las instrucciones. También necesitará un cortacables o alguna herramienta para ello.
- Está bien. Preguntaré por el voluntario e iré a por la herramienta yo mismo. ¡Señores, hay problemas! ¡Le ha pasado algo al artificiero y uno de nosotros va a desactivar la bomba con las instrucciones de una experta al teléfono!

Francisco se acercó rápidamente.

- ¿Amanda?

El dueño pasó el teléfono móvil a Fran.

- Amanda, soy Fran.
- ¿Fran? ¿Qué?
- Que voy a meterme ahí, dime lo que tenga que hacer.
- Pero...

Amanda había sentido un escalofrío recorriendo su espinazo. Tenía mucho miedo de que algo le sucediese a Francisco.

- Vale, me han dado ya lo necesario. Voy a entrar y a ver esa bomba. ¿Dónde estaba exactamente, jefe?
- Detrás del escenario, entre bastidores. En la mesa del camerino de mujeres. Bien visible.
- ¿Qué hacías tú...? Es igual. Voy allá.

...

- Fran. Ten mucho cuidado, ¿vale? No te alteres.
- Si tengo a la mejor guiándome. No me pasa nada.

Amanda suspiró. Ese optimismo y carácter despreocupado de Francisco ante la bomba la ponía más nerviosa todavía.

- Vale, la tengo delante. Es rectangular, gris y azul oscura a los lados y con partes naranjas. Hay cables, luces parpadeando, un temporizador...
- Está bien, son de las mismas. Mira primero, sin agitar mucho la caja, si tiene alguna batería a los lados. Si hay, dime cuántas.
- Hay... Dos baterías pequeñas y una grande.
- OK. ¿Cuánto tiempo tenemos?
- Cinco minutos apenas.
- Debería dar tiempo. Vamos. Dime lo de la luz parpadeando. ¿Qué tiene a su alrededor?
- Es como una rueda de sintonizar radio.
- Vale, eso es código morse. Si lo descifras, yo te daré la frecuencia.
- ¡No sé código morse!
- Simplemente dime si las luces son largas o cortas. Si me las dices en orden, podré ayudarte.

Corto, corto, corto, corto. Corto. Corto, largo, corto, corto. Corto, largo, largo, corto. Eso en código morse quiere decir "help". Fran lo captó rápidamente el código y Amanda lo tradujo, buscando la frecuencia que necesitaba.

- Pon la frecuencia entre 3,450 y 3'500.
- Hecho.
- Bien. ¿Ahora qué más hay ahí?
- Una pantalla que pone el número 2 y debajo cuatro teclas con números del uno al cuatro desordenados. Dos, tres, uno y cuatro.
- Vale. Eso es lo que me tenías que decir. Si pone un dos... Pulsa el que pone 3.
- Ya. Ahora en la pantalla sale un 1.
- Pues... Pulsa el botón que pone 4.
- Ahí. Ahora pone cuatro en la pantalla.
- Pues vuelve a pulsar el 4.
- Ajá. Sale un dos en la pantalla.
- Pues... Pulsa el botón tres.
- ¿Pero el botón tres o el que ponga el número tres, que es el segundo?
- ¡El... El que ponga el número tres, imbécil!

Amanda empezaba a perder los nervios. Se dio cuenta de que el fallo fue suyo al no explicarse totalmente, y la pregunta de Fran fue lo mejor que pudo haber hecho él. Estaba muy confiado, al contrario que la experta.

- Ya está. Calma. Ahora hay un 1 en la pantalla.
- Pues... Pulsa... El que pone el número tres otra vez.
- Perfecto, se ha encendido una luz verde en una esquina.
- Eso es que vamos bien. Dime, ¿cuánto tiempo y qué más hay?
- Tres minutos. Aquí hay un botón en una cubierta de cristal que pone "Detonate". No lo pulso, ¿verdad?
- No todavía. ¿De qué color es el botón?
- Es azul.
- Vale, ten cuidado ahora. Vas a abrir la tapadera y vas a pulsar y soltar ese botón en un instante. Ni se te ocurra quedarte pulsando el botón.
- Está bien. Voy a ello.

Francisco tuvo muchísimo cuidado abriendo la caja y, cuando pulsó el botón y lo soltó, se quedó paralizado, pues pensó que si se quedaba atascado el botón al pulsarlo podría haber muerto en ese momento. Suspiró y se intentó tranquilizar. Amanda no lo conseguía tan fácilmente como Fran. Ella no quería que la vida de su marido estuviese en sus manos. Ella temblaba en su silla de oficina mientras buscaba las formas de desactivar los distintos módulos de la bomba que se le aparecían a Francisco.

- Hay... Cables trenzados.
- Vale, presta atención. Me tienes que decir el color de los cables y si esos cables tienen una luz arriba encendida o apagada. Además, abajo de alguno de ellos debería haber una marca, ¿cierto? Me la dices también. Uno por uno.
- Exactamente hay todo eso. ¡Cómo se nota la experta!
- ¡Calla y empieza por el primer cable!
- Es un cable trenzado blanco y rojo. La luz está apagada y tiene una marca negra abajo.

Tras una pausa, Amanda contestó.

- Me... Dijiste que había tres baterías, ¿verdad?
- Sí.
- Pues corta ese cable.
- Vale, el siguiente es uno azul y rojo trenzado con una luz arriba encendida.
- Eso es... Busca el número de serie. Debería estar a un lado de la bomba.
- Lo veo.
- Vale. ¿El último número cuál es?
- Es un cuatro.
- Corta ese cable.

Amanda palideció. Se había dado cuenta de que el primer cable que había cortado fue pura suerte, porque se había equivocado. Los nervios estaban jugándole malas pasadas a la mujer, que empezó a tomárselo con más cautela.

- Bien. El otro es azul, no es trenzado y no tiene ni una luz ni marca. Solo es uno azul.
- Vale... Eso es. Córtalo.
- Bien. Hay dos más. El siguiente es un solo cable blanco con la luz encendida y no tiene marca.
- Ese... No lo cortes. Ve al otro cable.
- Pues... Es un cable blanco y azul trenzado con una luz encendida y una marca debajo.
- Ese... Dios mío. Mira a ver si en los lados de la bomba hay un puerto paralelo.
- ¿Eso qué es?
- ¡Algo parecido a lo que hay detrás del televisor para que se vean los canales!
- Pero... ¿Tiene que ser igual de largo?
- ¡De-Debería de ser más largo, Fran!
- Pues creo que sí. Que esto es uno.
- ¡Entonces corta ese maldito cable y pasa al siguiente!
- Hecho. Vale. Más cables. Son seis. El primero es rojo, el segundo amarillo, el tercero negro, el cuarto rojo, el quinto azul y el último azul también.
- ¿Cuánto tiempo queda?
- ¡Cuarenta segundos!
- ¿Tanto hemos tardado? ¡Mierda! Tengo que encontrar el cable que hay que cortar ahí.
- Solo es uno, ¿verdad?
- Sí. Espero que no quede nada más.
- No. Solo queda esto.

Amanda se apresuró nerviosamente en encontrar la solución al problema de los cables. Tenía que pensar y eso no era lo mejor que podía hacer en ese momento de tanta tensión. Veinte segundos restantes.

- Amanda, date prisa.
- ¡Estoy en ello! ¡¡Dame unos segundos!!
- Ojalá tuviésemos más tiempo.
- ¿Fran?
- Te quiero, Amanda - Pronunció nerviosamente.
- ¡Fran! ¡No!

Amanda se quedó paralizada. Soltó el teléfono móvil en la mesa y comenzó a llorar. La presión pudo con ella. Tras haber desactivado tantas bombas con éxito, en la más importante no pudo conseguir lo mismo. Pero Amanda también fue demasiado lejos y soltó el teléfono antes de que la buena noticia saliera de los labios de Fran.

- Tres segundos y medio. ¡¡Tres segundos y medio!!

Amanda notó que algo se escuchaba en el teléfono y lo volvió a coger. Llorando esta vez de alegría por escuchar la voz de Fran.

- Eres... Eres...
- Lo conseguiste, Amanda.
- No... Yo no... Tú...
- Eres increíble. Nos vemos allí. Voy en unos momentos. Espérame.


Curioso cuanto menos fue el informe. Bomba desactivada. Tiempo restante: 03:32 segundos. Otras observaciones: Tres segundos de amor eterno.

"Nunca pensé que lo de cortar el cable rojo iba a ser de utilidad algún día más allá de las películas."

No hay comentarios:

Publicar un comentario