sábado, 19 de marzo de 2016

Médico entre puertas (Tributo a Darkest Dungeon)

(Probablemente acabe haciendo una serie en el futuro con la temática de Darkest Dungeon. Ahí lo dejo.)


[Mi nombre es Cecil Clerinell. En esta carta dejaré constancia, como compañero de Aisha, de lo acontecido en las ruinas aquel día. Comenzaré por presentar al resto del grupo aventurado. Aparte de la ya mencionada Aisha, miembra de la tribu Colmillarr, también me acompañaron Godfrey Falkirk, enviado en apoyo por el clero como antiguo caballero de La Cruzada, y Shauna Ashbury, una actual asaltante de tumbas con quien tengo amistad desde la infancia.

No tengo muchos detalles que destacar de la expedición a las ruinas. Yo, Cecil Clerinell, como líder de dicha misión; me limito a escribir lo más relevante evitando los detalles anteriores a la situación que me trae la redacción de esta carta. Sin más preámbulos, dejo a continuación por escrito lo acontecido.

Para que el lector comience a pensar en el acertijo que debíamos resolver con el fin de escapar de las ruinas, se lo voy a presentar inmediatamente.]

Frente a dos guardias estábamos. Uno con la misma apariencia que el otro. También había dos puertas completamente idénticas. Un letrero entre ellas ponía lo siguiente: "Uno de estos guardias siempre dice la verdad, y el otro siempre miente. Sólo una de las puertas lleva a la salida. La otra, os dejará perdidos en un laberinto interminable. Sólo puedes hacerle una pregunta a uno de los guardias, ya sea el verdadero o el mentiroso. Sin embargo, nunca sabrás a qué guardia le preguntaste."

Complicado, ¿cierto? Bien. Una vez planteado el problema, comienzo a relatar mi experiencia en las ruinas.

Todo marchaba relativamente bien hasta que llegamos a la penúltima sala de aquellas catacumbas. La oscuridad vencida levemente por la antorcha que llevaba el caballero cruzado penetraba en nuestros sentidos como si nos quisiera decir algo. Notaba que Shauna estaba temblando. No era de miedo, sino de lo incómoda que se sentía allí en ese momento. Yo era el último de la cola, para así guardar las espaldas en caso de emboscada. Ya había experimentado varias emboscadas en mis anteriores aventuras. Ellos eran principiantes o, simplemente, no estaban entrenados para este "trabajo".

El cruzado era diestro en el manejo de la espada, habilidad que destacó poco en el momento de la verdad. Aisha era una bárbara prácticamente. Sin el control nuestro, podía haber arrasado las ruinas junto con su alabarda. Shauna llevaba un par de cuchillos, un pico y una pala. Básicamente, eran los utensilios necesarios para su "profesión". Yo, por mi parte, llevaba mi cuchillo, algunas vendas que se fueron gastando durante la expedición, bolsas aromáticas y granadas de la plaga. No acabé utilizando estas últimas. Las consideré inefectivas contra el peligro que nos encontramos.

Una araña tan enorme como el portón del gran castillo. Sorprendido estuve yo en cuanto vi semejante monstruosidad. Shauna se puso tan nerviosa que apenas podía moverse. Godfrey estaba preparado para la batalla, pero esa preparación duró poco tiempo. Cayó en una trampa de telaraña gigante que lo envolvió y detuvo su avance. Miré a Aisha y ella cargó contra el gigante de ocho patas. Un sólo corte certero derribó a nuestro enorme y temido enemigo. Sin embargo, el precio a pagar fue el que ya conocerán. El veneno de la araña empapó a Aisha cuando la criatura murió.

Shauna se había dedicado a ayudar a Godfrey a salir de la trampa. Era un hombre muy educado. Se le notaba que se había sentido inútil en aquella situación y pedía sinceras disculpas. Me recordó a mi antiguo amigo Azor.

Llegamos a la siguiente sala cuya entrada custodiaba la gigante araña. En ella había abundante iluminación y era una habitación estrecha, pero simétrica. Dos puertas al frente. Dos guardias, uno en cada puerta. No parecían hostiles. Fue allí cuando comenzaron los minutos más difíciles de la misión.

Aisha se mareó y si no llega a ser por la ayuda de Godfrey, habría caído al suelo de golpe. La sentaron en el suelo pegada a la pared y le empezaron a preguntar qué le había ocurrido a la bárbara. Ella apenas balbuceó algo a lo que no presté atención. Miraba al letrero que contenía el acertijo que mencioné al principio. Godfrey intentaba darle apoyo a Aisha. Shauna estaba empezando a ser un incordio. Se había estresado demasiado durante el transcurso de la expedición y ahora estaba nerviosísima. No paraba de sacudirme para que hiciese yo algo para ayudar a la bárbara, pero nada estaba en mis manos. Sólo el maldito acertijo.

"Clerinell. Sea lo que sea, date prisa. No aguantará mucho más. Mira su cara si lo dudas."

Eso fue lo que Godfrey me dijo. Miré un instante. De una mujer bárbara llena de vitalidad quedaba un cuerpo que parecía muerto. Me dio pena, pero no podía hacer nada hasta resolver el enigma.

"¡Cecil! ¡Ayúdala o te juro que voy a apuñalar esa túnica verde tuya... Contigo dentro! ¡Elige! ¿Morir ambos o vivir ambos? ¡Elige ya, Cecil, maldita sea!"

Shauna me apuntaba a la cara con uno de sus cuchillos. Su mano temblaba constantemente, como si estuviese loca del todo. Incluso lloraba. Sin embargo, su reprimenda me abrió la mente. No tenía opción a responder la pregunta de mi compañera, así que tenía que dejar a los guardias sin elección. De ese modo, descubriría la puerta. Recuerdo lo que dije perfectamente. Aún no me creo que haya dicho semejante cosa en un momento así.

"Voy a pronunciar las palabras mágicas. Tú, guardia de la puerta derecha. ¿Si le pregunto al otro guardia qué puerta es la salida, cuál me contestaría?"

El guardia me señaló la puerta izquierda. Shauna se tiró al suelo de rodillas. Godfrey se disponía a rezar por el alma de Aisha. Sin embargo, motivé a todos ellos para salir por la puerta. Incluida la bárbara. Los otros dos se quedaron impresionados cuando, con simplemente un pequeño corte y una bolsa aromática, Aisha se levantó y me siguió por la puerta derecha.

En efecto. Hice esa pregunta porque, tanto el que decía la verdad como el que miente iban a señalar la puerta que no era la salida.

"¿Cómo lo has hecho, Cecil?"

Respondí que habría que llevarla al sanitario lo antes posible. Combatir el veneno con más veneno fue lo que hice. Sin embargo, actúa como una breve sustancia dopante en los humanos.

[Hasta aquí mi explicación. Disculpen si me repito, mas puedo olvidar detalles importantes. Soy Cecil Clerinell. Me gradué en Medicina y tuve que ejercer del único puesto de trabajo que se me ofreció: Médico de la Peste Negra. Tras varios meses en el oficio, me di cuenta de que no era mi vocación ser médico en esa condición. Por eso me convertí en aventurero. Era lo que me llenaba. A Shauna ya se le pasó la locura que la consumía, debido al estrés. No sé nada del señor Godfrey y Aisha está recuperándose, según vuestros informes.

Mis más sinceras disculpas, pero era necesario correr el riesgo para salvar su vida unos minutos más. De no ser por ello, Aisha habría muerto envenenada.

Un saludo para todos ustedes, sanitarios. Por mi parte, me despido. Buscadme en el cementerio si requerís mi presencia.

Firmado: Clerinell.]

Esta es la carta que se quedó para sí mismo Cecil Clerinell. Nunca la envió. Sin embargo, ahora está en manos de Shauna Ashbury, quien asaltó la tumba de Don Cecil Clerinell y recuperó este desconocido escrito. Pero había algo escrito en la parte de atrás de la carta.

"Porque ser médico fue mi sueño. Ser aventurero también. Así pues cumplí ambos. ¿Por qué? Porque siempre hay que perseguirlos."

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