sábado, 19 de marzo de 2016

Desafío de Vida #6: El pequeño castillo imperial (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

- Paulina, voy a encontrar esa gema hoy.
- Se te ve muy decidido, ¿no? - Sonreía Gabriela.
- Quiero traerla aquí y hablar con ella. Me tiene que contar algo tranquilamente.
- Tú sabrás entonces - Terminó encogiéndose de hombros.

Ricardo estaba bien armado esta vez. Espada en su mano diestra y plancha de madera en su mano zurda a modo de escudo. Armadura completa de cuero duro con algunas modificaciones y recortes para poder moverse ágilmente además de un arco a su espalda con su única flecha útil. Estaba listo para la batalla.

Subido en el altar magenta, cerró sus ojos. Cuando los abrió, se encontraba en el pequeño imperio, pero enfrente del enorme castillo.

Una fortaleza de portones inmensos, lo que beneficiaba a Ricardo, pues podría maniobrar mejor en los interiores. Resultaba complicado recorrer las casas en miniatura de los enanos.

Guardias de élite custodiaban el gran portón abierto de la fortaleza. Esperaban a que el intruso intentase cruzar, pero no fue tal y como lo planearon.

Ricardo tensó el arco y disparó a uno de los guardias de élite que acabó fuera de combate. El otro cargó contra Ricardo al ver a su compañero caer. El elegido dejó tirado el arco ya que no tenía más flechas y volvió a utilizar su espada corta y escudo para deshacerse del enano de élite que quedaba en la entrada. Con la herramienta defensiva, la batalla le resultó muchísimo más fácil.

Entrando en el castillo, encontró anchos pasillos laberínticos que subían y bajaban. No había enano alguno en la planta baja. Era muy extraño.

De pronto, se escuchó un cristal romperse estrepitosamente y, desde el piso de arriba, cayeron montones de enanos de élite y otros que no habían aparecido antes: Enanos hechiceros.

Ricardo tuvo reflejos suficientes para echarse atrás y no ser aplastado por la avalancha de enanos. Sin embargo, no iba a poder con todos ellos al mismo tiempo. El enemigo le permitió idear una nueva estrategia.

Los hechiceros lanzaron proyectiles mágicos de fuego contra Ricardo. Bloqueando alguno de ellos con el escudo de madera, se prendió fuego y no tuvo otro remedio que deshacerse de él rápidamente. Lanzó su escudo en llamas hacia los enanos. Para ellos, un muro de fuego estaba a punto de caer sobre ellos y no podían hacer nada para evitarlo.

La mayor parte de enanos de élite cayeron por eso; pero pocos más y los hechiceros, que eran menos, seguían persiguiendo a Ricardo, que salió del castillo para retirarse un momento antes de continuar.

- (¿Por qué Paulina no está aquí?) - Pensaba Ricardo.

Pensó en lo que le dijo sobre su muerte. Murió de hambre en la mazmorra, así que el objetivo de Ricardo era ese. La incógnita era la ubicación de dicha mazmorra.

Los enanos no se rendían. Esconderse y esquivar la magia de los hechiceros comenzaba a ser tarea imposible. Necesitaba un cambio de planes. Ricardo pensó por un momento y dio con la solución a su problema.

Guardó su espada y agarró tierra del suelo con sus manos. Los magos ya estaban empezando a utilizar su magia cuando una tromba de tierra cayó sobre ellos.

Ricardo tenía que aprovechar su ventaja. Él era un gigante para ellos. Así que podía lanzarles objetos de poco tamaño. Para los enanos, dichos elementos serán el doble de grandes a como los ve Ricardo.

Guardó entonces un buen montón de tierra de fuera y volvió a entrar en el castillo. Los hechiceros ya no eran un gran problema, con lo que pudo explorar toda la planta baja y la primera planta. Lo que significaba la mayor parte del castillo.

Ricardo estuvo un buen rato buscando unas escaleras que diesen a un sótano en la planta baja, pero no había. Generalmente, las mazmorras se construyen bajo tierra. Al parecer, los enanos no lo ven de esa manera.

El interior de las murallas del castillo estaba poco vigilado. Los arqueros estaban atontados mirando al horizonte y no se percataron de la presencia de Ricardo, que entró en el complejo de torreones interiores.

Estos lugares estaban extremadamente tranquilos. No había un solo enano y estaba todo oscuro. Paredes repletas de cuadros y pinturas, alfombras rojas por el piso y nada más que destacar de la decoración del castillo.

Y en la parte más alta del castillo se encontró un enorme balcón. Había jaulas alrededor, lo que parecía ser una buena señal.

- (Supongo que esto son las "mazmorras") - Pensó Ricardo.

No tuvo que buscar demasiado. Una de las jaulas más próximas a la escalera por donde llegó contenía la gema. Pero no sólo contenía eso.

El cuerpo desnudo sin vida de una mujer con cabellos castaños se encontraba allí tirado. Tenía una cuerda atada al cuello, así que Ricardo dedujo que se había suicidado.

- Pobre chica. Lo siento, pero me llevo esto, ¿vale? - Dijo Ricardo mientras abría la jaula de una patada y cogía la gema magenta.

En ese momento, Ricardo esperaba volver al Nexo. Pero esa vez no fue así.

"¡Tienes que escapar rápido, gilipollas!"

La voz de Paulina resonó de nuevo.

- ¿Paulina?
- ¡Corre, era una trampa! Ahora sí que estás en apuros.

Ricardo miró las escaleras por donde había venido. Los cuadros eran tapaderas donde podían esconderse los enanos. Salieron todos al mismo tiempo y fueron a perseguir al elegido, que no tuvo más opción que correr.

- Ya podías haber hablado antes.
- ¡No me escuchabas!
- Buena respuesta.

Llegó a otras escaleras que daban a la biblioteca. Un grupo de magos ajenos al altercado fueron aplastados por la estantería llena de libros que tiró Ricardo al suelo. Uno de esos libros brillaba. Él lo recogió, pero no tuvo tiempo de abrirlo. Estaba en plena huida.

Los pasillos eran como pastores siendo arrollados por una estampida de bueyes. Enanos volando por los aires debido a la velocidad que llevaba Ricardo. Pero la salida no iba a ser tan fácil.

El cristal que se había roto desde el techo era un atajo para los enanos. Lo habían acorralado. Cientos de enanos, literalmente, custodiaban el portón. Cada vez aumentaba el número de enanos a las espaldas del elegido al mismo tiempo.

- Estás muerto, Ricardo.
- Eso no lo diré nunca.

Ricardo abrió el libro, buscando desesperadamente una solución. A lo mejor era un hechizo de congelación. Eso era lo que él esperaba.

Lo que no esperaba es que fuese un efecto tan bestial.

Ricardo volvió a cerrar el libro. Había cambiado algo. Corrió hacia delante. Todos los enanos lo estaban esperando para atacar en masa.

No tuvieron tiempo.

Se movía a velocidades increíblemente rápidas por toda la sala. Cada segundo habían caído por lo menos cinco enanos decapitados. Ellos apenas podían ver dónde se encontraba su enemigo. Parecía una sombra, un viento mortal.

Pasados unos cuantos minutos, no quedaba ni un enano en pie. Ricardo se detuvo a un paso de la salida. Suspirando, habló.

- El peligro está en todos lados. ¿Cómo es que podemos continuar sin volvernos locos? Lo he estado pensando mientras aniquilaba a estos enanos estando fuera de mí. No era yo quien actuaba. Para sobrevivir, nos hemos tenido que adaptar. Nos hemos tenido que convertir en lo que más tememos. En mi caso, un guerrero sangriento como los que temían los enanos, otros en poderosos gobernantes que tienen miedo de encontrar alguien con más poder que ellos.

Paulina alucinaba con Ricardo en ese momento. No podía creerlo. Abrir un libro había marcado la diferencia. La fortuna ha acompañado esta vez al elegido, pero no siempre será así. Cada instante, tiene una posibilidad de morir. Pero eso a él parecía importarle poco.

- ¿Cómo sacas tanta fuerza de voluntad?
- Yo ya estoy muerto. No puedo volver a estarlo. Si eso ocurre, eso significará que he completado esta tarea, ¿verdad?

Paulina se queda sin palabras cada vez que Ricardo sale con una respuesta de ese tipo.

El elegido dio un paso más y volvió al Nexo. Rápidamente, subió las escaleras y colocó la gema magenta en su lugar.

- Paulina, he completado lo que tú no pudiste. Quiero preguntarte algo muy seriamente.
- ¿El qué?
- Dime cómo moriste. La verdad.

Paulina hizo una breve pausa.

- Ya te la dije, ¿no?
- Si tienes una buena razón para no responder, te dejaré tranquila.

Paulina no sabía qué responder. Agachaba la cabeza e intentaba respirar hondo. Ricardo se dio cuenta de que había lágrimas en su rostro.

- Veo que tienes una buena razón. Lo siento. - Se disculpó Ricardo - Algún día me dirás por qué te suicidaste.

Paulina abrió mucho los ojos mientras el elegido salía de la sala de trofeos. Gabriela entró en su lugar.

- ¿Qué te pasa, Pauly? Tú nunca lloras.
- Este hombre... Nos va a salvar, Gabriela. Estoy segura al cien por cien.
- Eso espero. Aún no me has dicho por qué lloras.
- Lloro porque morí y no pude ver que la vida hay que conservarla hasta el último minuto. Tiré mi oportunidad de sobrevivir a la basura.
- Todos tenemos cosas de las que nos arrepentimos. Tienes suerte de que sea sacerdotisa. Así, sirvo como confesionario, ¿no?

Paulina pudo sacar una pequeña sonrisa ante el humor de Gabriela. Finalmente, Pauly era habitante del Nexo de nuevo.

De ese modo, Ricardo descubrió que las lágrimas de fantasma se pueden tocar con las manos. Eran totalmente reales. Lo pudo ver desde la distancia cuando una de ellas cayó al suelo desde el rostro de Paulina.

Ricardo ya se encontraba en cama.

- Descansaré unos cuantos días. La gema azul clara, ¿eh? Esa es la siguiente. De todos modos, estoy encerrado en mi propia muerte. Si consigo conseguir las llaves de mi jaula, conseguiré fugarme. Es mi único plan. ¡La llave azul clara está en mi punto de mira!

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