sábado, 19 de marzo de 2016

Desafío de Vida #11: El Fuerte Reptiliano (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Un día en el que Ricardo se había preparado a conciencia. Agarró la Hachecutadora, se puso los pantalones del Gran Maestro Xin y el resto de la armadura, que estaba hecha de diferentes metales. El elegido aprendió un poco de herrería a manos de Paulina, así que se fabricó una armadura precaria de metales ligeros. Ya había comprobado que las cosas iban a ser más difíciles, así que tenía que estar bien preparado.

- Tienes el poder de un ninja en tus piernas. Úsalo bien - Advirtió Mimi.

Ricardo asintió con un gesto despreocupado. Él sabía que tenía que darlo todo en cada uno de los desafíos. Subió al altar y cerró los ojos. Cuando los abrió, se encontraba en un lugar con vegetación abundante y escasa iluminación. Había una niebla un tanto espesa por ese lugar. Sin embargo, a lo lejos podía verse la silueta de una fortaleza.

- Hola, ¿qué tal?

La guía saludó a Ricardo. Estaba vestida para la batalla. Una armadura gris que cubría su pecho y sus piernas era algo sorprendente. Más sorprendente aún era su arma. Una espada enorme de varios colores llevada con una sola mano. Su pelo era castaño reluciente y corto, aunque el flequillo tapaba parte de sus ojos marrones.

- Supongo que bien.
- Soy Cristina. ¿Cómo te llamas tú?
- Ricardo.
- Encantada. ¿Sabes cómo se llama este sitio?
- No. Acabo de...
- Ese castillo que apenas se ve en la niebla es el Fuerte Reptiliano. Está plagado de humanoides horrorosos - Interrumpió ella.

Cristina hablaba con mucha energía. Parecía que ella iba a luchar también, que no era un fantasma caído aquí. Lo que decía era cierto. Los Reptilianos eran los enemigos que iba a tener Ricardo esta vez. Al ser una mezcla entre seres humanos y animales, tienen características físicas especiales. Eso hará que la dificultad de la prueba sea alta.

- Bueno. Vamos allá.

Ricardo comenzó a avanzar a paso cauteloso por el camino de niebla hacia el fuerte. Sus primeros enemigos no tardaron en aparecer. Vio de lo que eran capaces.

Reptilianos bajando y subiendo por las laderas a toda velocidad gracias a sus habilidades propias de lagartos e iguanas. Sus manos se adherían a las paredes. Eran bastante ágiles.

Ricardo puso su entrenamiento ninja en práctica y comenzó a moverse rápidamente. Avanzando y retrocediendo a grandes velocidades, no dejó otro remedio a sus enemigos y lo rodearon. Seis reptilianos intentaron atacar al elegido, pero la habilidad de la Hachecutadora fue más rápida y todos ellos acabaron cortados uno a uno.

- Se ve que tú sabes un poco de pelear, ¿eh? - Apuntó Cristina.
- Lo que he aprendido.
- Oye, ¿por qué llevas esos pantalones con esa armadura?
- Ahora lo verás.

Ricardo siguió avanzando. A mitad del camino había que cruzar un puente. Parecía estable. La corriente de agua de abajo era bastante fuerte, así que no podía permitirse el lujo de caer. Cruzó corriendo y se topó con más reptilianos.

Esta vez eran hombres-serpiente. Intentaban acercarse a él lo más rápido posible, pero en cuanto conseguían intentar atacarle, eran cortados por el filo de la Hachecutadora con un rápido movimiento que, en muchas ocasiones, no se podía percibir con la vista.

- ¿Queda mucho? No quiero perder mucho tiempo con estos animales.
- Queda un trecho, pero no te encontrarás tantos.

Así fue. La entrada del castillo estaba enfrente de Ricardo y allí fue cuando lo asaltaron por tercera vez. Golpes fuertes eran recibidos por el elegido, pero no había nadie a la vista.

- ¿Camaleones? - Se preguntó Cristina en voz alta.
- Seguro.

Ricardo desapareció un instante y volvió a aparecer en el mismo lugar. Sin embargo, los camaleones perdieron su capacidad de mimetizarse con el entorno porque habían sido partidos por la mitad.

- ¿Cómo has hecho eso? - Preguntó Cristina, sorprendida.
- Te dije que estos pantalones son especiales.

Ricardo no dijo nada más. Simplemente se dispuso a entrar en el castillo. Sin embargo, un reptiliano le impidió el paso. Esta vez se trataba de un hombre tortuga.

- ¡El Tortuga! Es uno de los jefes de guerra reptilianos - Advirtió Cristina.
- Interesante. Me pregunto si ese caparazón aguantará. - Dijo Ricardo justo antes de saltar hacia el enemigo.
- ¡Aguanta tanto como el acero! - Gritó con voz ronca Tortuga.

El elegido intentó romper la defensa natural de Tortuga, pero no lo consiguió. No era suficiente la Hachecutadora. Cambió de planes. Había que atacar con estrategia. Cortar sus puntos blandos es la única manera de vencer a una tortuga. Eso intentó él, pero Tortuga se escondió en su caparazón y se balanceó hasta rebotar y lanzarse contra Ricardo.

Ese caparazón lo habría derribado si no hubiese utilizado sus recién adquiridas técnicas de evasión. Los pantalones del Gran Maestro Xin daban una agilidad sorprendente a Ricardo, lo que facilitaba los actos reflejos, como evitar ese ataque. Pero hubo más. No sólo evitó el ataque, sino que pilló desprevenido a Tortuga por su espalda y, en cuanto sacó sus piernas para moverse, las cortó.

- Ahí te quedas, Tortuga - Se burló Ricardo.

Pero el patio de armas no iba a ser tarea sencilla. Un reptiliano de, por lo menos, tres metros iba bien acompañado por una legión de iguanas. Eran como veintiséis enemigos en un mismo lugar. El reptiliano enorme era un Hombre-Dragón de Komodo. Ricardo no podía recibir algún ataque de esa criatura o sería aplastado y machacado fácilmente.

- Esto no estaba tan bien defendido cuando yo... - Intentó decir Cristina.
- Luia.

Ella se quedó boquiabierta con la demostración de fuerza y agilidad de Ricardo. En cuatro saltos había despedazado al reptiliano gigante. El resto de hombres-iguana cayeron a pares. La silueta del elegido apenas se podía seguir mientras se movía a velocidades vertiginosas masacrando a todo reptiliano viviente.

- ¿¡Qué!?
- Listo. ¿Dónde puede estar la gema?
- ¿¡Cómo puedes estar tan tranquilo tras haber hecho semejante cosa!? - Preguntaba atónita Cristina.
- Simplemente tengo mis secretos. Supongo que tú también, así que déjame preguntarte algo.
- ¿El qué?
- ¿Cómo moriste aquí?
- Me metieron en las mazmorras. No pude salir. Ese lugar es asfixiante.

La misma mirada de los fantasmas. Ninguno había dicho la verdad hasta el momento.

Ricardo había cogido la máscara que tenía el reptiliano gigante. Parecía interesante, así que la guardó.

Cristina suspiró y le contó que los reptilianos usaban esas máscaras para reconocer a sus líderes. Faltaba encontrar la gema, así que empezaron a explorar.

Ricardo subió por la torre este. Arriba del todo se encontraba una habitación. Abrió la puerta y se encontró atrapado de manera casi instantánea. El cuerpo de la reptiliana era el de una especie de serpiente.

- ¿Cómo te atreves a entrar sin permiso en la habitación de Boa Constrictor?

Ricardo no podía moverse. La reptiliana apretaba las ataduras cada vez más. El elegido empezaba a notar la falta de respiración. Contra todo pronóstico, no pensó que podría morir. En cuanto tuvo la oportunidad, mordió la parte de Boa Constrictor que estaba cercana a su boca. La restricción disminuyó un momento, pero no fue suficiente.

- Te voy a llevar a la mazmorra. Así podrás morir lentamente.

Boa Constrictor tenía a Ricardo atrapado. No podía usar su Hachecutadora de ninguna manera porque su mano estaba inmovilizada. La reptiliana tenía fuerza suficiente como para caminar con sus manos arrastrándose a buena velocidad.
Dejaron a Ricardo en una celda de la mazmorra. En la celda donde se encontraba la gema gris. Sin embargo, no podía salir.

Los alrededores estaban muy descuidados. Habían goteras, olía extremadamente mal y aún podía verse el color del agua que variaba entre tonos marrones y verdes.

- ¿Cómo vas a salir de aquí? - Preguntó Cristina.
- Pues tengo una idea.

En todo momento, Ricardo había guardado dentro de su armadura el Libro Rojo. Era momento de combinarlo con su arma. Con varios minutos de concentración, puso el hacha cerca de los barrotes y comenzaron a derretirse.

- No entiendo nada de lo que haces, en serio - Se frustraba Cristina.
- Ahora salgamos de aquí.

Boa Constrictor seguía allí. Esta vez no pilló a Ricardo desprevenido, sino muy preparado para la batalla. Fue cuestión de un segundo. El elegido desapareció y apareció detrás de la reptiliana. El cuerpo de Boa Constrictor se consumió en llamas mientras gritaba en agonía.

Ese fue el último gesto de Ricardo antes de volver al Nexo con la gema gris en mano. La colocó en la sala de trofeos y Cristina era ahora parte del grupo.

Ricardo no lo vio, pero la armadura de Cristina estaba tirada en el suelo de la mazmorra... Fuera de la celda.

Resultó que Cristina era compañera de Gabriela, con lo que Ricardo ya no tenía mucho que hablar con sus guías. O estaban en parejas o eran solitarios.

- Tranquilo. Al final todos estaremos contigo, ¿no?

Eso lo dijo Paulina. Era el apoyo que necesitaba Ricardo para continuar motivado. Aunque ahora mismo estuviese en cama, descansando.

- Seguramente.
- Recuerda que cada uno tiene consejos para ti. Preguntas tú y ellos te responden. Así funciona - Aconsejó Paulina.
- Gracias, Pau. Ahora, yo tengo que descansar. Hoy he matado un montón de animales. Reptiles. ¿Quién sabe si en la siguiente prueba tendré que cazar depredadores? Debo descansar y prepararme.
- Que descanses entonces.
- Gracias de nuevo.

Y así acaba otro reto. Ricardo se pregunta si tendrá que enfrentarse a más animales. ¿Habrá acertado?

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