sábado, 19 de marzo de 2016

Desafío de Vida #5: El Pequeño Imperio (Tributo a heliceo)

(heliceo es el mapmaker que hizo Ragecraft 2, un mapa Complete the Monument del videojuego Minecraft. Basándome en la decoración de dicho mapa, he elaborado esta historia. El crédito debe ser mencionado, por supuesto.)

Otra vez amanece en El Nexo. Ricardo había descansado ya y se hizo a la idea de que, si no arriesgaba y luchaba, no iba a poder salir de este lugar como él quiere.

Vivo.

Preparado de nuevo, preguntó a Gabriela cómo llegar a la siguiente prueba.

- Tienes que subirte al altar del color que quieres conseguir. En un abrir y cerrar de ojos estás allí - Contestó Gabriela.

Ricardo asintió y, muy decidido, entró en la gran sala y buscó el color naranja. Era el segundo color en la "sala de trofeos", pues así acabó llamando a la sala donde se colocan las gemas.

Subido ya en el altar, cerró sus ojos un momento y ya se encontraba allí cuando los abrió. Un cartel grande cercano al gran portón que se veía delante ponía: "Bienvenido al Pequeño Imperio"

- ¿El Pequeño Imperio? - Dijo entre dientes Ricardo, hablando para sí mismo.
- Sí, el Pequeño Imperio de hijos de... ¿Te he asustado?

Ricardo dio un salto del susto. Aún le faltaba experiencia hablando con fantasmas. Esta vez podía verlo, aunque todavía transparente.

Era una chica. Llevaba puesta una camisa de carpintero anudada bajo el pecho, cubierto por un top marrón y también llevaba puestos unos pantalones cortos negros. Tenía el pelo castaño y los ojos del mismo color, aunque más oscuros. Portaba un hacha en su mano izquierda.

- ¡Pues claro! ¡Aparecéis sin avisar! - Se quejó Ricardo.
- Ya está, tranquilo. Vamos a intentar llevarnos bien, ¿vale? - Intentó conversar ella, con el ceño fruncido tras escuchar las palabras del hombre.
- Ni siquiera me dijiste tu nombre. Soy Ricardo.
- Paulina.

Hablaron poco tiempo hasta llegar al tema importante.

- Este Imperio lo habitan los enanos. Los malditos enanos. Están por todas partes, así que ten mucho cuidado. Es todo un imperio contra ti, y eso es injusto.
- ¿Tanto odio le tienes a los enanos?
- Disfruté muchísimo cuando pude descuartizar a cuatro de ellos de un solo hachazo. Se lo merecen.

Paulina empezaba a parecer muy agresiva.

- Y... ¿Cómo moriste aquí? - Preguntó Ricardo.
- Esos malnacidos me acorralaron cerca del castillo. Entonces los guerreros de allí pudieron apresarme y dejarme morir de hambre en la mazmorra.

La misma mirada. Ricardo recordaba esa forma de mirar que hizo Gabriela cuando él preguntó sobre su muerte. Paulina escondía también algo. Quizás todos los fantasmas ocultan algo sobre su muerte.

- Hay varias cosas que deberías saber antes de entrar.
- ¿Cuáles?
- ¿Ves esas setas enormes?

Ciertamente había montones de setas gigantes donde los humanos pondrían árboles.

- Sí, las veo.
- Si te quedas un tiempo cerca de ellas, tienen un efecto similar al de la cerveza. Sientes menos dolor y tienes más energías, pero si estás mucho tiempo bajo su efecto, puedes sufrir mareos, borracheras, etcétera.
- Entendido, supongo. Es extraño.
- No te fíes de los enanos. No te van a dejar nada a favor. Los que se muestren amigables te traicionarán. Sus hijos te partirán las piernas y una vez que estés bajo su control, prepárate a morir bajo sus hachas o en sus calabozos.

No eran palabras muy alentadoras. Paulina odiaba a muerte a los enanos. Tenía sus razones para hablar de esa manera de ellos. Sin embargo, a Ricardo le parecía excesivo.

Él todavía no conoce bien el desafío.

Entró cautelosamente por el portón del Pequeño Imperio. Lo que él no sabía era que los enanos ya estaban esperando ese momento.

Su altura era la mitad de un humano normal. Y habían muchos. Ricardo, mirando a su alrededor, se dio cuenta de que era un lugar inmenso. Iba a costar mucho tiempo explorar todo aquello. Pero en ese instante tenía que ocuparse de lo enanos que iban a atacarlo.

Llevaban armas contundentes fabricadas en madera. Eso no significaba que fuesen débiles. Eran bastante rápidos. Escapar de ellos no sería tarea sencilla para Ricardo. Él empezó a recordar lo que dijo Paulina y tuvo que hacer lo que ella hizo, muy a su pesar.

Ricardo comenzó a asesinar enanos con su espada.

No eran muy resistentes, lo que facilitaba las cosas. Sin embargo, la cantidad de enanos era increíble. Comenzaban a unirse otros enanos. Algunos llevaban espadas cortas, lo que hacía de ellos enemigos muy peligrosos. Los trabajadores de la mina también se unían a la causa utilizando sus picos como arma.

Ricardo acababa con ellos uno tras otro. Eran muchísimos, y sus ataques muy veloces. En cuestión de segundos, lo habían rodeado.

- ¿¡Por qué atacáis a los visitantes!? - preguntó gritando Ricardo.
- ¡Porque quieren el tesoro!

Todos a la vez dijeron esa frase. Estaban muy convecidos.

Ricardo tenía pensado su plan de huida en caso de que lo rodeasen. Aprovechandose de su altura y pateando a los enanos de su espalda, saltó por encima de ellos y pudo colocarse en una mejor posición.

Ricardo se dio cuenta muy rápidamente de lo que tenía delante. El desafío de vida. Donde tienes que defender tu vida. Solamente la tuya mientras destruyes el resto. Si no, el resto destruirá la tuya.

Es algo que los humanos no llegamos a comprender fácilmente. Vivimos dependiendo de nuestros semejantes, que dependen de nosotros al mismo tiempo.

Pero ese mundo no es el que Ricardo está viviendo. Ha tenido que cambiar su modo de pensar.

Quizás, simplemente no tiene que pensar.

- Paulina, atenta a esto, que te va a encantar - Dijo Ricardo, muy confiado y sonriente.

Paulina quedó boquiabierta ante el movimiento del elegido. Tras dar un corte hacia delante barriendo a la mitad de los enanos en el frente, cambió la mano con la que empuñaba la espada a la vez que dejaba caer al suelo su antorcha apagada. Empuñando la hoja con la mano zurda, Ricardo hizo una demostración de forma física y equilibrio. Apoyando la mano derecha en el suelo a modo de soporte, hizo un círculo alrededor de ella con su espada. De ese modo, la mayor parte de los enanos quedaron desmembrados en el suelo.

Pero no se acababan. Ricardo decidió correr hacia delante e irrumpir en una de las casas. Bloqueando la puerta desde dentro, pudo darse un breve respiro.

- Pero... ¿Tú quién eres? - Preguntó aún atónita Paulina.
- Ricardo. Solo recuerdo eso.
- Como yo cuando estaba aquí - Suspiró Paulina.

Agachado, desbloqueó la puerta e hizo un placaje aún agachado hacia fuera de la casa. Los enanos que esperaban fuera no eran escasos, pero él podía correr más que ellos.

Algunos de los enanos intentaron lanzar petardos y explosivos contra Ricardo. No resultaban demasiado efectivos, ya que no lo alcanzaban, pero podría ser bastante doloroso recibir algún petardazo.

Y, en su carrera, vio lo que no deseaba ver.

- ¿Enanos montados en caballos enanos?
- ¡Cierto! ¡Se me habían olvidado! - Exclamaba Paulina mientras seguía a Ricardo.
- ¡Pues haz memoria antes!

El elegido detuvo su avance en seco y se preparó para llevar a cabo su estrategia.

- ¿Por qué te paras? - Preguntaba nerviosa Paulina.
- Porque el posicionamiento en la batalla es lo que importa.

Paulina pareció entender la estrategia de Ricardo. Estaban justo debajo de una seta enorme.

- No pensarás enfrentarte a todo eso que te persigue, ¿no?
- Solo podría si estuviese borracho.
- ¡No tiene gracia, Ricardo!

Él levantó su espada esperando la llegada del ejército enano. Con un rápido movimiento, cortó la seta y la empujó hacia la dirección donde venían. Crear un gran muro formado por un gran champiñón fue la vía de escape para Ricardo, que entró en la casa más grande del pueblo.

Repleta de enanos, por supuesto.

- ¡Sal de aquí, esas pociones son mortales! - Advirtió rápidamente Paulina.

Habían entrado en el laboratorio. Allí preparaban todo tipo de pociones basadas en efectos espora. Eso quiere decir que sus efectos se propagan por el aire.

Un alquimista lanzó una de ellas hacia Ricardo. Pudo esquivarla, pero al estrellarse contra el suelo el frasco de cristal y romperse, el efecto fue inmediato.

No podía mover las piernas correctamente. Estaban adormecidas. Correr rápidamente era imposible.

- ¿Que os creéis que no puedo escapar de vosotros? - Gritó Ricardo.

Con fuerza, clavó su espada en el suelo y la utilizó para impulsarse hacia la salida. El efecto de la pócima ya se había ido, pero los alquimistas lo comenzaron a perseguir.

- Ya te persiguen otra vez. No aprendes, ¿eh? - Parloteó Pau
- Cállate y déjame a mí. Todo está controlado.

Durante ese corto diálogo, llegaron a una casa más ancha que el resto. Allí se podía ver, en una caja de cristal, la gema naranja brillando. Sin embargo, no iba a ser fácil hacerse con ella.

Un grupo de enanos de élite bien armados custodiaban lo que ellos llamaban "el tesoro". Estos eran bastante peligrosos para Ricardo, porque aunque son de tamaño inferior, sus hachas provocan cortes.

Él, como siempre, tiene una estrategia. Rodeado al frente por la élite y a sus espaldas por el pueblo, decidió irrumpir en la sala arrebatándole un hacha a uno de los enanos para lanzarla hacia la caja de cristal.

El resto fue sencillo.

Ricardo corrió bajo el estrecho techo y, a pesar de haber recibido un par de cortes en las piernas, cogió la gema naranja y cerró los ojos.

Al abrirlos, estaba en la sala de los altares. En El Nexo. En su lugar seguro.

- ¡Lo has conseguido! Me alegro - Felicitó Gabriela a Ricardo cuando llegó.
- Voy a colocar esto. Te traigo compañía, ¿no?

Ricardo, entre leves risas, subió pese a que aún estaba herido y colocó la gema naranja. Sin embargo, no pasó nada. Paulina no estaba allí.

- ¿Qué? ¿Y Paulina?
- Puede ser que te falte algo - Dijo Gabriela.
- ¿El qué?
- Mientras yo era un fantasma, siempre tardaban algo de tiempo hasta encontrarme compañía. Creo que es porque necesitas la siguiente gema.
- ¡Eso no tiene sentido!
- ¿Tiene sentido hablar con fantasmas?

Ricardo calló y reflexionó unos segundos.

- Creo que sé lo que ocurre.
- ¿Sí?
- Voy a volver a verla mañana. Y la traeré aquí.
- Así me gusta más. Ese es el espíritu.

Ricardo fue a descansar sus heridas. Aún no estaba seguro, pero al día siguiente iba a volver al Pequeño Imperio. A rescatar a Paulina.

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