sábado, 19 de marzo de 2016

La Sirena (Tributo a Darkest Dungeon #3)

- Sólo sobreviví yo. Fue la aventura que me hizo comprender que esto no era ninguna tontería. Lo recordaré hasta que llegue mi hora, seguramente. Fue en la caverna de la cala. Aún no se ha conseguido explorar al completo y limpiarla de todos esos humanoides con escamas. Sin embargo, conseguimos llegar muy lejos. Demasiado lejos para nuestras posibilidades.

A la cabeza iba Arthur Mann, "el leproso". Con su manto blanco y la máscara que ocultaba su lamentable estado, era un guerrero formidable. Él y su espada ancha formaban un gran equipo.

En la segunda posición estaba Azor. No nos dijo nunca su apellido. Ni siquiera a mí, que era su mejor amigo. Era un caballero cruzado. Los discursos que daba en los momentos difíciles para subirnos la moral eran impresionantes y siempre distintos. Eso por no mencionar sus poderosas técnicas de combate.

En el tercer lugar iba yo, Cecil Clerinell. "El médico brujo", me llamaban. Un antiguo médico de la Peste Negra que decidió, como otros muchos, ir a la aventura. El apodo surgió de una bárbara también antigua amiga mía, que me apodó así.

Y en la retaguardia iba René Benoit, un ballestero francés. No conozco mucho sobre él, pero tenía muy buena puntería.

Nosotros cuatro nos adentramos en la caverna de la cala, enfrentándonos a varias de esas monstruosidades y hombres-pez. La mayor parte de ellos caían por la fuerza bruta de Arthur y Azor. Sin embargo, eso no iba a ser suficiente para el peligro que nos encontramos al final.

Un estanque de agua brillante dentro de la caverna. Era una sala natural enorme. Nos acercamos cautelosamente y fuimos gratamente sorprendidos a primera vista. ¿Tú crees en las leyendas de los marineros?
- No sé de cuáles me hablas.
- Las sirenas. Seres cuya mitad inferior son peces y la mitad superior son una bella mujer. Existen de verdad.

Cornelia hizo un gesto de sorpresa, pero dejó que Cecil continuase su relato.

- Eso fue lo que encontramos. Era una bella mujer de piel rosada y cabellos dorados brillantes. Su mitad inferior era una cola de pez azul oscura casi negra. Nuestra alegría duró poco tiempo. Salió del estanque y comenzó a aumentar de tamaño y a deformarse. El bello cuerpo de mujer hermosa se convirtió en pocos segundos en una aberración sin ningún tipo de belleza que parecía un enorme pescado podrido. Era el doble de grande que nosotros, y su cola medía mucho más. Nos pusimos en guardia para acabar con semejante atrocidad, pero nuestro valor no fue suficiente.

Arthur estaba delante. Un golpe de la cola gigante de La Sirena lo golpeó lanzándolo contra la pared. Murió al instante. No pudo hacer nada. Azor se asustó bastante del poder que acababa de contemplar, pero intentó mantener su temple, estoy seguro. René no perdió el tiempo y disparó, acertándole en la garganta al enorme pescado. Un chillido nos estremeció, y antes de que yo pudiese hacer nada, La Sirena miró a Azor y el cruzado se volvió hacia el ballestero. Pude ver con mis propios ojos cómo uno de mis mejores amigos mataba a nuestro compañero de misión clavándole su espada en el pecho. Mi decisión inmediata fue huir. No podía hacer nada. En mi carrera hacia la salida de la caverna, escuché la voz de Azor, gritándome: "¡Aquel que quiera volver a hacer daño a mi princesa tendrá que vérselas con mi acero!"

No comprendí por qué Azor fue manipulado por La Sirena. Recordando los rumores de los marineros, estos seres eran capaces de someterlos a su voluntad por su impresionante belleza, cosa que no tenía esa criatura. Pero lo único que sé es que casi me retiro de estas exploraciones por culpa de esta experiencia.
- Debió de ser duro para tí...
- Por supuesto que lo fue.
- Pero, ¿no crees que podríamos volver a esos tiempos?
- ¿Qué me quieres decir, Cornelia?
- Que formemos un buen equipo de exploradores. Estoy harta de vivir en esta oscura villa y que nadie quiera hacer nada. No salí del convento para esto.
- No creo que nadie más se ofrezca. La noticia de que fuimos atacados por una criatura gigante semejante a una sirena y que haya habido un único superviviente no es alentadora.
- Pude encontrar a unos pocos aventureros. Fuimos al bosque a probar nuestra suerte y salió todo bastante bien.
- ¿Sigue habiendo aventureros?
- ¡Por supuesto! Si tú mismo estuviste guiando a un par de ellos junto a Shauna. ¿No te acuerdas de esas ruinas?
- Prefiero olvidarlas.
- Pues también eran aventureros quienes te acompañaban. La esperanza aún no se ha perdido, Clerinell.
- No sé...
- Hazlo para recuperar a Azor.
- ¿Qué?
- Si conseguimos reunir aventureros cualificados, podremos rescatar a tu amigo.
- No me des falsas esperanzas, Cornelia.
- Hazlo por tu nombre. "¡El médico brujo vuelve a la aventura!". Seguro que tenemos éxito. De los errores se aprende.

Cecil sonrió y asintió.

- ¿Sabes? Ya sé por qué voy a aceptar tu propuesta. No es porque busque fama o recuperar a mi amigo perdido. Lo voy a hacer por el mismo motivo que me lanzó a la aventura. Este pueblo tiene que volver a la normalidad. Gracias por recordarme que la esperanza es lo último que debe perderse, Cornelia.
- Así me gusta. ¿Vamos a ver qué encontramos esta noche?
- Acepto de buena gana, señorita.

Cecil Clerinell y Cornelia Hyde se dirigieron a la plaza del pueblo. El carromato de productos extranjeros había tomado camino hace dos días, por lo que simplemente quedaba un gran árbol seco como centro de la plaza.

- ¿Por dónde buscamos primero, Cecil?
- En el Sanitario. Quiero comprobar si sigue allí. Me siento mal por no haberla visitado antes...

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